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Aunque esté algo desenfocada la imagen es historia del rugby. Pirulo intenta atrapar el oval, con Pepe Candau justo detrás de él y Hansen, actual presidente de la Federación, a la derecha del todo. En el círculo, Pirulo actualmente Patricio Cacho y Rodrigo Jiménez
Qué bien lo hiciste, Pirulo
Rugby

Qué bien lo hiciste, Pirulo

Uno de los nuestros ·

Julio Álvarez fue el emblema del Salvador y de la selección española, el mejor jugador vallisoletano de la historia, pionero, líder y referente: «El rugby de ahora me gusta menos que el de antes que se jugaba con el corazón«. Aquel beso (ósculo) de reconocimiento fue lo que más recuerda de su carrera

Santiago Hidalgo

Domingo, 30 de octubre 2022, 00:30

Esta parece una historia de amor. Quizás lo sea… El protagonista viene de recibir un 'homenaje literario' la pasada semana. Por muchas razones, el ex jugador de rugby, Julio Álvarez 'Pirulo' (3 de noviembre de 1960) merecía este reconocimiento en forma de libro que se llevó a cabo en su colegio de toda la vida: El Lourdes. 'Julio Álvarez, el gran referente' (Ediciones Fuente de la Fama) supone una curtida reflexión sobre los muchos valores asociados al rugby (fraternidad, lealtad, humildad, compañerismo, caballerosidad) donde 'Pirulo' es y ha sido pieza fundamental en su club, en su ciudad y en el panorama nacional. Por este orden. Él, sin embargo, no se pone medallas. «Soy un hombre discreto. Era una cosa que me daba mucha vergüenza, sin embargo, me encontré bien porque vi caras conocidas y amigos… Y que te pasen la mano por el pecho, gusta», señala.

Jugador colegial, el único que pasó por las tres escuelas, Lourdes, San José y El Salvador (a las que habría que sumar el San Agustín, del actual presidente de la federación nacional Hansen), 'Pirulo' ha sido también quizás pionero en ese tránsito desde el rugby de antaño al actual. Cuando practicaba balonmano, portero y pivote a la vez, fueron Canas y Lavín los que le convencieron para que probara con el rugby. Con 10-12 años era un niño alto, de complexión fuerte y un poco gordito. Sin embargo, a los 15 se dio cuenta, primero, de que le encantaba el balón oval. Segundo, de que el pilier no solo valía para empujar en la melé. También podía pasar y correr con el balón como si fuese un ala liviano. A partir de ahí, decidió que su cuerpo lo iba a acompañar en esa tarea. Estaba entonces reformulando la percepción de los números uno del rugby. «Desde ahí soy vigoréxico. Todos los días tengo que hacer deporte. Con 16 años me esculpí para jugar y hasta ahora. Lo que ocurre es que ya se nos caen las carnes…». A ello se unía otra virtud capital, su capacidad de sufrimiento: «Me encanta entrenar, sudar, siempre es un poco más, un ejercicio más, un minuto más en la bici o corriendo». Con esas mimbres, el jugador de rugby ya estaba en ciernes.

En 1999, en la Hemeroteca del Norte, durante una entrevista. G. Villamil

Faltaba educarse en ello. Para ello, sus principales faros fueron siempre Ramón Monreal, «el gran amigo que me acogió en el San José»; Fernando Lavín, «la enciclopedia del rugby, el más sabio de todos, el que más me enseñó» y Gerard Murillo, el seleccionador nacional del que guarda uno de sus mejores recuerdos que luego contaremos.

Aunque todo hombre es condicionado también por su infancia. Julio nació pensando 5 kilos y tuvo problemas para salir adelante, pero lo hizo. Fue el quinto hijo de Pepe (Álvarez) Belmonte y Amparo Ruiz de Temiño. Cuatro niñas y doce años después, llegó el niño esperado para un Pepe que solo pudo disfrutar de su vástago ocho años. Aun así, le influyó en su carácter muy vallisoletano, en el deporte y en la imposición de un mote que le iba a acompañar toda su vida, aunque no está muy claro su origen. «El apodo de 'Pirulo' me lo puso mi padre… No sé si porque de pequeño, al ser tan alto, estaba tieso como un palo…».

Lo que sí fue también forjándose con los años 'Pirulo' fue su capacidad de liderazgo. El gran capitán tanto en el rugby, como también en el trabajo: «Por ser como soy, siempre me he sentido con esa responsabilidad. Muchas veces son tus propios compañeros los que te buscan para que indiques por dónde seguir... Y eso ha sido tanto en el terreno de juego como en la empresa», indica.

El libro habla mucho de los valores del rugby y es Pirulo el que con rigor da su opinión. «El rugby de ahora me gusta menos que el de antes. Yo practicaba el rugby 'de algodón'. Sí, el de las camisetas de algodón, mucho más bonitas, que te las podías poner hasta para salir a la calle. Las de ahora, de licra, son horribles. Ni hablar... Lo he pensado muchas veces, pero incluso en el rugby profesional de ahora se siguen manteniendo estos valores, cosa que en otros deportes no sucede. Compañerismo, amistad. Tú acabas tu carrera deportiva y sigues viéndote con los que jugaste, aunque sea a nivel profesional».

Con algo de melancolía, Julio recuerda ese rugby antiguo: «En los años setenta y ochenta era más imprevisible, más divertido. Ahora, claro, es más atlético, más físico y con jugadores infinitamente más fuertes. Es más vistoso y espectacular, sobre todo para verlo en televisión, pero todos los equipos, da igual la categoría, juegan con el mismo sistema. Es mecánico. No hay patadas, pisotones como antes, que era más libre. Se jugaba más con el corazón». Y del corazón y del alma decía y dice una máxima del rugby que es mejor empezar a golpes en la primera jugada. Así luego ya se acaba la bronca y se juega solo al rugby. En eso, el mítico jugador de Sant Boi Alberto Malo era un hacha. Dice otra frase, en este caso de José Luis Moral 'Cano', que si tienes un problema cuéntalo en un vestuario de rugby, acabará de ser un problema de uno y será de los quince. Algunos de estos valores parten desde aquí.

Retirado en 1996 tras 25 temporadas en la elite, dos ligas, dos copas… 15 años jugando como internacional, 8 de ellos como capitán, 75 internacionalidades, aun así, no son los números ni los trofeos lo que a Julio le importan: «Me quedo más con la gente, con las amistades y con las experiencias». Sigue formando parte de la Junta directiva de El Salvador y comparte cancha y entrenamientos con alguno de los jugadores del equipo regional. Aquí siempre hay alguno que dice por lo bajinis: «Pero este señor, ¿cuántos años tiene?». En miras de la prejubilación con la que ganará tiempo para sus prioridades, familia, y luego montaña (San Glorio lo está esperando) y rugby, a la par, no es desdeñable que en breve se le vea entrenando a chavales en las habilidades que él conquistó.

Lo prometido. Ni un título ni un ensayo, ni un partido contra Inglaterra, lo que de verdad recuerda 'Pirulo' con más cariño de este deporte es un beso. El beso del reconocimiento al trabajo realizado. «Fue en un partido contra Zimbabue en Sudáfrica en 1993. El seleccionador nacional Gerard Murillo era una persona no proclive a alabar a nadie. Solo te decía lo que habías fallado. Al acabar el partido, yo estaba muerto en el vestuario, sangrando, destrozado, con brechas en la cabeza. Había sido un partido durísimo de tortazos en cada melé y enfrente tenía a un gran pilier de primera línea, pero me salió el partido de mi vida. Gerard Murillo se acercó y me dio un beso en la mejilla. Solo eso. Creo que lo he hecho bien, pensé entonces».

Lo hiciste bien 'Pirulo'…

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