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santiago de garnica
Sábado, 15 de abril 2017, 11:59
El Gran Premio de Bélgica de 1981 tenía por marco el trazado de Zolder. Fue bastante extraño, con dos accidentes graves, una huelga y un piloto que terminó en el calabozo.
En los entrenamientos del viernes, Reuteman no pudo evitar atropellar con su Williams en la línea de los boxes al dar un paso atrás un mecánico de Osella, Giovanni Amadeo, quien moriría días después.
Los ocho miembros de la asociación de pilotos GPDA se reunieron el mismo viernes para solicitar una sesión precalificativa antes de los entrenamientos oficiales no ya solo en Zolder, sino en el resto de carreras de aquella temporada, con el fin de seleccionar un máximo de 25 coches para los entrenamientos libres y los calificativos. Había muchos participantes y esto daba problemas de seguridad, según los pilotos.
Pero la petición no fue escuchada ni por las autoridades deportivas (la FISA) ni por la asociación de constructores (la FOCA) y en una segunda reunión, el sábado, los pilotos tomaron la decisión de hacer una huelga por sorpresa de diez minutos antes de la salida. Se trataba de lograr la máxima repercusión. Por otra parte, los mecánicos habían preparado una acción similar pero, al contrario de los pilotos, ellos habían hecho pública su intención, aunque los responsables deportivos no le daban demasiada importancia: lo consideraban como un homenaje a su compañero.
Así, el domingo en la parrilla se notaba un ambiente extraño. En el momento de la salida, Gilles Villeneuve y Didier Pironi se bajan de sus coches. A continuación Laffite y otros pilotos les secundan. Los patrones estallan: Bernie Ecclestone (Brabham), Colin Chapman (Lotus) y Frank Williams (Williams) reaccionan rápidamente, se van a los coches de sus pilotos, al tiempo cogen desprevenidos a los otros pilotos que se han bajado y hablan con los periodistas. Bernie obliga a Nelson Piquet a que ponga en marcha su motor y le siguen inmediatamente Reuteman, Jones y el resto. La manifestación ha terminado. El starter, Derek Ongaro, es presionado para dar la salida rápidamente. Cuando enciende el semáforo, aún hay cuatro mecánicos en la pista. A Ricardo Patrese se le cala su coche y agita los brazos desesperadamente para avisar. Al tiempo, un mecánico de Arrows, David Luckett, se precipitaba a la parte posterior del coche del italiano e intenta arrancarlo. Todos los participantes logran evitar el coche de Patrese salvo su compañero de equipo Siegfried Stohr, que golpea la parte trasera del mismo y al mecánico. Stohr sufre un ataque de nervios pensando que lo ha matado.
Y los responsables de carrera, sin alterarse por la situación caótica (servicios de socorro en medio de la parrilla de salida, dos coches estrellados...), dejan continuar la prueba.
Entonces, Didier Pironi decide ralentizar la carrera por iniciativa propia y finalmente todos se paran. Luego habría una segunda salida (afortunadamente la vida del mecánico atropellado no corría peligro) y Carlos Reutemann fue el primero en pasar bajo la bandera a cuadros de aquel caótico Gran Premio de Bélgica de 1981, si bien en el podio su rostro estaba muy lejos de reflejar alegría.
El incidente de Arnoux
Pero si eso había pasado en la pista, fuera hubo otro incidente curioso. Su protagonista, René Arnoux.
El francés de Renault, con problemas en el motor del RE30, había tenido que subirse a un R20 con el que efectuó dos trompos y no pudo calificarse para la carrera. El sábado, para salir del circuito camino del hotel, atravesó con su coche una zona prohibida. Un miembro de la organización le indicó que por allí no podía pasar y Arnoux se lo tomó a broma. Al comisario, herido en su amor propio, no se le ocurrió otra cosa que subirse en el capó y Arnoux ni corto ni perezoso emprendió camino del hotel mientras su pasajero se agarraba desesperadamente a los limpiaparabrisas del coche.
Cuando llegaron al hotel, el comisario se fue corriendo a la Policía a denunciar el hecho.
Al ver llegar a los agentes, Alain Prost avisó a Arnoux para que se escondiera en la cocina. «¿Quién de ustedes es René Arnoux?», preguntaban estos a Laffite. Este les explicaba quién era cuando de pronto se quedó lívido al escuchar la voz de Prost: «Venga Arnoux, no seas tonto que te han reconocido». Por fin identificaron al verdadero Arnoux, quien fue llevado a la comisaría y tuvo que pasar la noche en el calabozo.
Marie Claude Beaumont, que ya retirada como piloto formaba parte del organigrama del equipo, puso el sello humorístico: «Al menos nadie podrá discutir la resistencia de los limpiaparabrisas de los Renault». Un toque de humor en un fin de semana complicado y triste.
En cualquier caso, sirva este artículo como recuerdo y homenaje a Giovanni Amadeo, que perdió la vida, y a otros muchos mecánicos que dieron lo mejor de sí mismos en la Fórmula 1.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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