Fórmula 1

El bulldog británico

Nigel Mansell fue un piloto muy particular, ajeno a los convencionalismos de la F-1

SANTIAGO DE GARNICA

Sábado, 26 de marzo 2016, 13:46

En 1988 cuando Henry Peter, el abogado de Ferrari, desembarca en la Isla de Man ya con toda la documentación preparada tras varias reuniones previas, para que Mansell firme el contrato con el equipo del Cavallino, el piloto le sorprende con su negativa: «No firmaré». Y a continuación le indica que «bueno, lo firmaré un poco más tarde». Nigell juega con el abogado:«he preparado un pequeño acto para celebrar la firma a las 11:30 en punto». Y a las 11:25 le pide a Peter que salga al jardín. A las 11:30 la célebre patrulla aérea de los Red Arrows vuela por encima de la casa de Mansell.

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Peter volverá a Maranello contando asombrado como Mansell ha preparado el acto de forma tan espectacular. Y no se enterará hasta seis meses más tarde que todos los días la patrulla aérea sobrevuela a esa hora la isla de Man...

Otra historia. En 1992 el periodista Derick Allsop le pide a Nigel un favor: Alex, un niño de 8 años con leucemia ha dicho que conocer a Mansell sería la mayor felicidad de su vida. El piloto organiza el encuentro para que tenga lugar durante unos entrenamientos privados en Silverstone donde invita a Alex a comer en el motor home del equipo. Alex está feliz.

Durante una hora Nigel charla con él, le enseña el box, le sube el coche de correr, le regala gorras y camisetas y por fin le pregunta ¿Alex, quieres dar una vuelta al Silverstone? Coge el coche de un comisario, sube al niño en sus rodillas y le da una vuelta al circuito a velocidad tranquila. Y luego le dice: bien ¿quieres pasar a hacer cosas serias? Y le da dos vueltas al estilo Mansell.

Cuando terminan el niño está feliz y Mansell le vuelve a preguntar ¿quieres que hagamos un trompo? Y ante la respuesta afirmativa del niño, el piloto arranca y se lanza a la pista.

Al dejar el circuito, Nigell se dirige tajante al periodista: no escribas una sola linea sobre esto.

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Dos anécdotas de un piloto sin duda especial entre los especiales. Fue Campeón del Mundo en 1992 tras subirse nueve veces a lo más alto del podio con su Williams-Renault. Pero detrás de este título, incluso por encima del mismo, esta una personalidad desconocida, incógnita, un misterio. Un piloto que llegó, lucho, ganó y se fue tras 187 grandes premios y guarda celosamente su mundo, su familia. Hoy ya no conduce un Fórmula 1, ni siquiera un F-Indy (fórmula de la que también fue campeón).

Hoy conduce un cochecito de golf mientras se entrena en uno de los dos campos que tiene en una enorme finca que adquirió en 1994 en Woodbury. Y trabaja duro para jugar el Open Británico.

Luchar, una constante en su vida. Siempre se dijo que tenía la tenacidad de un bulldog británico. La utilizó a fondo y es que su carrera fue de sangre, sudor y lágrimas. El camino que le llevó a la Fórmula 1 no fue fácil, ni rápido al contrario que el de sus rivales Alain Prost, Ayrton Senna o Nelson Piquet.

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Un accidente en la Fórmula Ford le dejo rígido el cuello, tuvo que vender su casa para poder correr en la Fórmula 3 donde cuando tenía un buen motor no tenía un chasis adecuado, y viceversa.

Al finales del año 1979 Colin Chapman, el patrón de Lotus, para buscar el sustituto de Carlos Reutemann probó a una serie de jóvenes pilotos en el Paul Ricard: Stephen Soud, Nigel Mansell, Elio de Angelis, Eddie Chevers y Jan Lammers. Se decide por Elio de Angelis pero le ofreció un contrato a Mansell para correr algunas pruebas pues si bien no era el más rápido si en cambio el más regular. Debutó en el Gran Premio de Austria y terminó en la enfermería al final de carrera: un escape de gasolina le había quemado las nalgas, pero aguantó hasta el final. Este carácter le gustó a Chapman que le conservará cinco temporadas en su equipo.

Luchador solitario. Vivía en la Isla de Man como si Inglaterra no le pareciese bastante isla. Le importaba solo su mujer, cuyo estilo nada tiene que ver con el ambiente del paddock, y sus hijos. Se acostaba pronto, madrugaba, no le gustaban las fiestas. No tenía nada que ver con lo que el público esperaba de un piloto de F1.

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Se batía en cada carrera y sentía el desprecio de los virtuosos, de los cargados de talento. A punto estuvo de ser campeón en varias ocasiones, pero el título no llegaría hasta 1992 tras lograr varios récords en esa temporada:

El 1 de mayo de 1994 tras el accidente fatal de su compañero Ayrton Senna, se volvió a subir en su coche a pesar de que su mujer, (todos temían un fallo mecánico) le rogaba que no lo hiciera. Mansell, siempre Mansell.

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