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Antes de Tokio por la cabeza de Javi Guerra pasaban muchos pensamientos acerca del futuro, pero ninguno que se refiriera, ni de lejos, a intentar llegar a los siguientes. Tras quitarse la espina de haber corrido una maratón olímpica y haber conseguido descansar, en sus ... ojos ha vuelto a aparecer el fuego de los retos. En el homenaje recibido en el Ayuntamiento de Segovia, Clara Luquero le instaba a pensar en París, que no está tan lejos como parece. Y él, que ya lo traía pensado, recogía el pañuelo: «Los nuevos retos son, a corto plazo, correr una maratón a final de año. Tanto mi entrenador como yo creemos que puedo rendir a muy buen nivel en tres o cuatro meses ahora mismo. Y a largo plazo hay que ir año a año. Hay un Europeo el año que viene y luego pues ir acercándome poco a poco a ese año 2024. Sí que es verdad que queda mucho, tres años; pero en el atletismo es verdad que son dos años y medio porque la clasificación de la prueba se hace mucho antes. Así que bueno, ¿por qué no? Ahora mismo por ganas, ilusión y motivación, no va a ser».
Todo estaba ya en su cabeza, estructurado. Es un atleta metódico que, a sus 38 años, ha encontrado la razón a la que agarrarse para seguir ilusionado. O las razones: la rabia por la caída y el ejemplo de Lamdassem en esos mismos Juegos.
«Tampoco me quiero poner muros», deslizaba Guerra; «porque se ha visto que Lamdassem con 39 años ha hecho lo que ha hecho. Entonces, ir objetivo a objetivo; año a año y cuando se vaya acercando, ir viendo. No me voy a obsesionar con que hay que estar ahí sí o sí. Hay que ir marcando pequeños retos que me sigan manteniendo sobre todo al más alto nivel».
Los recuerdos de Tokio permanecen todavía muy nítidos en la mente de Javi Guerra, para el que lo más duro fueron los días previos a la competición. El confinamiento de ocho días en un frío hotel, sin poder salir y con pocas cosas que hacer, pues en la Villa Olímpica tampoco había un gran movimiento debido a las restricciones, fueron duros. Se mezclaba la ansiedad por competir con la que se genera en espacios cerrados en atletas acostumbrados a entrenar y vivir en espacios mucho más abiertos.
El otro recuerdo que permanecerá en la cabeza de Guerra para siempre es el de la caída. De hecho, permanecerá en su cabeza y en su cuerpo, pues le ha quedado una herida en la cadera. Una muesca que cada vez que ve le recuerda cómo todo le pilló completamente de sorpresa. Llegando a un avituallamiento, el soriano Dani Mateo se confundió y tomó la bolsa del segoviano. Al darse cuenta, Guerra aceleró en busca de Mateo para recogerla y en ese momento alguien le trastabilló por detrás. Cayó de lado, sin esperárselo ni poder protegerse. La caída le cogió tan desprevenido que se quedó algo aturdido. Aunque no pensó, dice, en nada más que en terminar. «Llegar hasta esta prueba no ha sido nada fácil. Ha sido un camino como la propia maratón. Cuando me caí, sólo pensé en levantarme y seguir. Me armé de valor y sacrificio por todos los que me han acompañado en este camino. Porque detrás hay mucha gente sin la cual no hubiera sido posible llegar», comentaba con alguna de esas personas presente en el acto.
En cuanto a sacar fuerzas de la flaqueza, del dolor, es algo que también ha tenido tiempo de analizar mejor en estas dos semanas que se ha tomado de descanso. «Ha sido más fácil de lo que pensaba. La rabia de la caída, el hecho de no poder sacar mi cien por cien en los Juegos, ha hecho como que me mantenga enérgico y pretenda lo más rápido posible, en el sentido de una preparación, y porqué no en Valencia. Esa rabia de llegar a meta, haber cumplido el sueño olímpico, pero no haber podido sacar todo lo que había entrenado, todos esos meses de esfuerzo y sacrificio. Porqué no quitarme esa pequeña espina en Valencia».
El maratoniano lleva también cerca de un año forjando el proyecto en el que se quiere volcar una vez que se aparte del primer nivel, su equipo y su escuela de atletismo. «La idea es ahora a partir de septiembre empezar con la escuela», comentaba; «sobre todo divulgar entre los chavales los valores del esfuerzo, del sacrificio, el compañerismo, de la humildad. Con todos los compañeros que van a ayudarme vamos a sacarlo hacia adelante y creo que es un reto bonito, unido al tema del atleta popular».
El primer paso en esta prolongación de su carrera va a darlo en Valencia, donde ya la semana pasada fue el protagonista de la presentación de la Media Maratón. Es un recorrido muy apto para dar el primer paso en esta nueva escalada de retos y objetivos, el de hacer marca personal. «Valencia es un sitio que para correr maratón es envidiable, se han hecho las mejores marcas de los últimos años.
Y esa es la intención, exprimir estos tres meses todo lo que den las piernas para intentar llegar allí y hacer marca personal». Seguir demostrando, seguir en primera línea. El hambre de Javi Guerra sigue intacto; de hecho está más fuerte quizá que antes de los ansiados Juegos Olímpicos. La presión se ha acabado, pero no las ganas de seguir apurando kilómetros de calidad.
No va a haber cambios, al menos a corto plazo, en sus rutinas de trabajo, las que ha seguido durante los dos años previos a estas Olimpiadas en Tokio. «Vamos a seguir trabajando todo el tema de la altitud, cierto tema de calor y seguir en esa misma línea. Mi entrenador es una de las personas que más sabe en cuanto a fisiología y entrenamiento y confianza plena en él», comentaba Guerra mirando de reojo el perfil de la ciudad de Segovia. Una ciudad que le seguirá viendo correr por sus diferentes rincones, porque Javi Guerra quiere, todavía, dar más guerra.
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