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Sergio núñez Vadillo
Valladolid
Jueves, 15 de noviembre 2018
Manuel Alcántara define al ring como «el cadalso ensogado», por su elevada carga de solemnidad y respeto a los dos contrincantes que enfrentan sus puños envueltos en cuero. Y es que el legendario cronista de la edad dorada del boxeo español y decano del columnisno ... patrio, lleva años escribiendo letra a letra en su vetusta Hispano Olivetti inolvidables reseñas pugilistas con un estilo muy personal, poético e inconfundible, similar a grandes plumas de la literatura como fueron Pío Baroja o Truman Capote.
Un lector asiduo a su columna diaria en la contraportada del periódico decano de la prensa española, El Norte de Castilla, es Pedro Retuerto, actual presidente de la Federación Castellano y Leonesa de Boxeo y máximo responsable de boxeo olímpico de la selección. Como si de un acto litúrgico se tratara, todas las mañanas tiene una cita indispensable con la columna de Alcántara. «Como vallisoletano y aficionado al boxeo es un orgullo poder disfrutar a diario de la lectura del mejor cronista del boxeo que ha dado España en un periódico como El Norte», afirma Retuerto que recuerda con añoranza la prosa alcantariana en combates irrepetible de Legrá, Pedro Carrasco, Urtain, Perico Fernández, Miguel Velázquez..., escribiendo cuando la ciudad duerme, o mejor dicho, sueña, que es un término más boxístico, y eso se agradece.
Antaño existía un café en Nueva York llamado 'Neutral Corner' próximo al Madison Square Garden considerado el olimpo de los boxeadores, allí era frecuente encontrar a Joe Louis, Sugar Ray Robinso, Rocky Marciano o Archie Moore negociando contratos post-combate con los 'managers' e intercambiar impresiones con los aficionados sobre sus peleas, sus demoledores golpes directos, 'jabs' frenéticos, 'uppercuts' insalvables o elegantes 'swings'. Todo ello en una atmósfera ínfima e infinita que visitaba con asiduidad y describía a la perfección con su excelente narrativa lírica el mejor cronista de boxeo estadounidense de todos los tiempos, A. J. Liebling, que definió al boxeo como «la dulce ciencia de los moratones».
En el argot pugilístico se denomina 'neutral corner' a las dos esquinas del cuadrilátero que están vacías, que no fueron asignadas a los boxeadores, para que cuando un boxeador derriba al contrincante, el 'referee' o árbitro le ordena moverse a una esquina neutral mientras realiza el conteo de protección. Y en mayor o menor medida Pedro Retuerto ejerce una funcionalidad parecida, ya que su cargo federativo le obliga a coordinar todas las federaciones territoriales para un correcto desarrollo de las competiciones y velar por el futuro de la cantera pugilística, puesto que de los torneos nacionales nacerán los futuros campeones del profesionalismo.
Pedro debe su afición al boxeador vallisoletano Alfonso Cavia 'Cubi', que al verlo boxear en el Polideportivo Canterac le ocasionó un flechazo inolvidable con este deporte, «Valladolid tuvo por lo menos cinco boxeadores profesionales en los 70, siempre ha sido cuna de campeones». Sin embargo él nunca boxeó, practicaba kickboxing aunque mirando de reojo a los boxeadores, y fue esa admiración a estos lo que le llevó al ente federativo por casualidad, por desear aupar al boxeo territorial a las cotas que sus ascendientes habían logrado.
¿Quién dice que los sueños no se hacen realidad? Pedro, al tomar las riendas de la Federación territorial, empezó a fomentar el boxeo de base, los campeonatos regionales, el boxeo educativo, activar los valores de este deporte, organizar veladas..., y muestra de este trabajo en la sombra es la consagración en el pugilismo de los cuatro vallisoletanos integrantes de la selección española o la organización de los IX Campeonatos de la UE en Valladolid. «Para nosotros es un sueño hecho realidad, que nuestra ciudad acoja estos campeonatos, es la recompensa a muchos años de trabajo», defiende Retuerto. Ahora sueña con clasificar un púgil local en los JJ OO y difundir La Liga 4 boxing que la Federación acaba de lanzar para esta temporada.
El sentimiento de ensoñación es inherente en todas las personas vinculadas a este deporte al que denominan «noble arte», por su genuina esencia basada en el más puro sentido de la deportividad y el respeto al rival.
La vida es una sucesión de asaltos, por eso ahora espera que la afición local acuda a las finales que este domingo se celebran en la Cúpula del Milenio, «un escaparate ideal para disfrutar del boxeo internacional y que el público pueda conocer este deporte».
Un asiduo a la esquina neutral por gajes del oficio es Florentino Moya, juez-árbitro internacional con dos estrellas por el organismo internacional AIBA. Pucelano de 34 años, su carrera dentro del mundo del arbitraje es meteórica, 14 años como juez-árbitro, Presidente del Comité de Árbitros de Castilla y León, un Campeonato de Europa junto a unos Juegos Mediterráneos, varios campeonatos de España y el honor de participar como 'referee' en el Campeonato de la Unión Europea en su ciudad. Es el extenso currículo de este juez totalmente íntegro que aspira a conseguir a corto plazo su tercera estrella y así poder participar en los Juegos Olímpicos. «Esa es mi mayor ilusión, ser árbitro olímpico», señala Florentino.
Moya, que es como le conocen dentro y fuera del ring, es un ortodoxo del reglamento, su máxima es «si la integridad del boxeador corre peligro, por mínima que sea la duda, se detiene el combate» afirma con rotundidad. Sus funciones como tercer hombre del ring es velar que los asaltos se desarrollen por los cauces de la deportividad y el respeto al reglamento: revisar las protecciones, parar el combate si hay un corte inapropiado, penalizar o señalar los golpes bajos, realizar la cuenta de protección hasta 10, interrumpir el combate por K.O. técnico si fuera preciso, en amateur se denomina RSC; amonestar las incorrecciones..., son algunos ejemplos de su labor como árbitro internacional. «Hay veces que no solo son los boxeadores quienes se sienten contra las cuerdas o salvados por la campana, los árbitros también tenemos momentos de tremenda tensión», asegura Moya con seriedad.
La figura del árbitro sobre el ring se asemeja en ocasiones a la sombra de los púgiles que bascula de un lado a otro. A Moya le hubiera encantado arbitrar combates legendarios como los que enfrentaron a Rocky Marciano y Jersey Joe Walcott, Sugar Ray Leonard y Roberto Durán, Muhammad Alí y Joe Frazier, Julio César Chávez y Meldrick Taylor, Micky Ward y Arturo Gatti, Tommy Hearns y Marvin Hagler, Mayweather y Pacquiao o los actuales Canelo Álvarez y Golovkin. O la pelea entre escritores mitad boxística mitad literaria arbitrada por F. Scott Fitzgerald entre Hemingway y el escritor canadiense Morley Callaghan. En el segundo asalto Morley asestó un duro golpe en la mandíbula de Ernest que acabó besando la lona. Fue el final del combate y de su amistad.
Y es que el boxeo ofrece multitud de historias ricas en contenido y emotividad. Por ejemplo, Manuel Alcántara fue vecino del escritor Ignacio Aldecoa, gran aficionado al deporte de los puños. Le llegó a dedicar su libro titulado 'Neutral Corner' «para Manolo, que sabe de este asunto más que yo». Luego publicó una magistral novela sobre los vericuetos fuera de las 16 cuerdas,'Young Sánchez'. Este relato fue llevado al cine por Mario Camus que junto con Aldecoa y Alcántara compartían devoción por los púgiles y su aura misteriosa. Solían visitar con frecuencia las veladas de Madrid celebradas en el Campo del Gas, Las Ventas o el Circo Price.
La vida es una metáfora del boxeo, o al revés, el boxeo es una metáfora de la vida. Sin fe y sin valor se puede perder un asalto que parecía ganado. En boxeo, aunque vayas ganando el combate a los puntos, si bajas la guardia puedes perder por K.O. en el último asalto. En la esencia de vivir sucede lo mismo, no gana siempre el mejor, sino el que más persiste.
Sean bienvenidos a una velada truculenta, sin gloria ni iconos, cuyo halo de romanticismo procede únicamente del valor y la resistencia. ¡Box!
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