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La historia de Marina Muñoz es la de una mujer que está esperando su momento. Subcampeona de Europa sub-23 de duatlón el pasado sábado en Bilbao, la cuellarana prepara su asalto a la categoría absoluta y piensa a lo grande, en unos Juegos Olímpicos, asumiendo el tamaño del desafío. Pero también es estudiante de medicina y ya piensa en su especialidad, quizás ginecología, por la felicidad de traer vida al mundo. Esa es su ambición: una vida de sonrisas, tanto en los podios como en los paritorios.
La cuellarana lleva entrenando a pleno pulmón desde que terminó el curso, en julio. El duatlón recomienda más énfasis en la carrera a pie, pero ella compite también hoy en el Europeo de duatlón cross, así que ha apostado por la bicicleta, que tiene una importancia crucial. Habla de entrenamientos rápidos, con series de 500 metros a plena intensidad para digerir una salida rapidísima. Su rutina incluye seis días de natación en piscina (suele nadar una hora, unos 3,5 kilómetros), cuatro o cinco de ciclismo (entre hora y media y tres horas y media diarias para un máximo de 200 kilómetros semanales), pero reduce la carrera a pie para proteger el menisco: unas tres sesiones para un máximo de 30 kilómetros semanales.
Muñoz acaba estos días su temporada más larga, un calendario que incluye un primer bloque de duatlón y un segundo con triatlones, desde marzo hasta septiembre, que suele marcar el fin del curso, pero este año se ha alargado casi hasta octubre con los Europeos. En un deporte en auge, cada vez hay más eventos. Ella defiende un equilibrio entre entrenamientos y competiciones. «A mí me encanta competir, viajar, tirarte todo el fin de semana por ahí, es una pasada. Pero claro, competir todas las semanas agota muchísimo porque prepararlas implica que esa semana tu carga de entrenamiento baja para que llegues decente. Hay que tener tres o cuatro objetivos marcados en el calendario y saber que hay competiciones a las que no vas a llegar bien de forma».
El resultado en Bilbao tiene especial valor para la segoviana porque el perfil del recorrido no le favorecía. «Fue una carrera muy rápida en el primer 5.000, yo soy un poquito más lenta y me quedé cortada de los grupos. Como tengo una bici fuerte pude remontar, pero era un circuito muy rápido, totalmente llano». Ella prefería un circuito más exigente. «Que pese más la bici. Porque en un circuito llano vas a rueda y luego gana el que corre».
A sus 23 años, Muñoz acumula un nutrido currículo, pero los nervios son parte del oficio. «Cuando te levantas esa mañana ya estás pensando en los dorsales, en hacerte las trenzas. Una vez llego a la cámara de llamadas, estoy nerviosita perdida». El mensaje en esos momentos de tensión es el mismo: «Marina, te has ganado estar aquí, Ahora, disfrútalo». Llega el momento de la salida y las zapatillas vuelan. «La inercia te lleva, aunque no sea tu ritmo, en el primer kilómetro siempre te pasas». Habla de ese primer sector de carrera, cinco kilómetros, como un ejercicio de «supervivencia» en el que no existe el futuro. «Intentas llegar lo más adelante posible, sin pensar en la bicicleta. Como si la meta estuviera al final del 5.000. Prácticamente no guardas nada y tienes la esperanza de que en la bici te respondan las piernas». Ella paró el reloj en 17:44.
Hizo sola los 18,8 kilómetros del segmento de ciclismo y fue recogiendo cadáveres que se pasaron de vueltas en ese 5.000. Cuando cazaba a una sub-23, atacaba. El mensaje era: «No me puedo bajar contigo a correr; por lo menos, te dejo sola en bici, como venías. Igualdad de condiciones». Terminó la bici en 30:04, superó a tres chicas de su categoría y llegó segunda al último segmento de carrera: 2,5 kilómetros. Lo empezó con un margen de más de un minutos con la tercera, la suiza Delia Sclabas. «Pensaba, ya está hecho, es imposible que me recorte. Pero me bajé muerta de la bici y ella era buenísima. Cuando quedaban 300 metros, me dio por mirar atrás y la vi a 15 metros. No puede ser». En el sprint, entró por delante a las curvas previas a la meta y mantuvo la plata por tres segundos (58:15) tras completar el sector en 9:30. El oro sub-23, en manos de la española Marta Romance, llegó dos minutos antes.
Su plata sub-23 valió el 17º puesto absoluto. Esa es la brecha que debe romper para aspirar a la élite. Asume el reto y pasará de entrenar en solitario entre Valladolid y su casa a incorporarse gracias a una beca a un grupo interno de entrenamiento en Soria. Ayudará que este curso contará con menos carga lectiva. «Espero dar el saltito que me falta, sobre todo en el agua». Su apuesta para el próximo curso está más en el triatlón que en el duatlón y ese es el hándicap para, de momento, meter la cabeza en alguna Copa de Europa. «En el momento en que mejore mi natación, voy a ser muy competitiva en triatlón». A nivel internacional, los circuitos de ciclismo son más complejos, algo que juega a su favor. El reto de mejorar en piscina está sobre todo en la técnica. «Puedes estar mil horas, pero si no tiene a nadie que te corrija desde fuera es imposible que mejores». Para ello tendrá un entrenador las 24 horas.
Es consciente de su margen de mejora y espera explotarlo una vez termine sus estudios, antes de empezar el MIR. «Quiero entrenar y ver hasta dónde puedo llegar siendo profesional, entre comillas». Su meta potencial son los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, pero hay muchos pasos previos. El primero, avanzar dentro del triatlón español, donde tiene a una quincena de mujeres por delante. El siguiente, hacerse un hueco y «disfrutar» a nivel internacional. «Ojalá pase, pero ya veremos. Pero es un proceso muy lento».
Esas mujeres que tiene por delante dedican su vida a entrenar. «No sé si llegaré, pero lo intentaré». Se lo toma sin presión, pues no es un deporte, sino «una forma de vida» y disfrutará de ella independientemente de cuál sea su techo. Sin ser olímpica, ya puede presumir del crecimiento del triatlón en Cuéllar: cómo la escuela en la que empezó los alumnos se contaban con los dedos de una mano y ahora ya está en la treintena. Se llena. «Sobre todo niñas, que te ven como referente. Alguna vez una niña me ha pedido una foto por el pueblo y me ha hecho mucha ilusión. Al final visibilizas que una chica puede llegar lejos. Y en un deporte minoritario. Sirve para que la gente se motive, porque yo empecé ahí».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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