Javi Guerra, a la izquierda, y David Llorente, en la alameda del Parral. Antonio Tanarro

Javi Guerra y David Llorente comparten sueño: «El destino nos tiene guardado los Juegos»

Ambos esgranan sus opciones para estar en Tokio, comparan el atletismo y el piragüismo y el sacrificio que hay detrás

Domingo, 27 de octubre 2019, 14:04

Jamaica, Japón, China, Catar, Tailandia, Rusia, Chile, Australia, Emiratos Árabes, Islas Reunión, Brasil, Argentina, Paraguay. Son algunos de los lugares por los que David Llorente y Javi Guerra han llevado la bandera segoviana en busca de su billete olímpico. El palista, subcampeón del mundo, está ... estas semanas en Tokio conociendo las instalaciones a la espera de que su federación decida si la plaza de K-1 Slalom es suya o tiene que pelearla con Joan Crespo. El calendario de Guerra, que se ha perdido los Mundiales de Doha por lesión, tiene marcado el campeonato de España de febrero. La alameda del Parral mezcla ambos mundos, el de la piragua y el del corredor. Allí se reencuentran años después. Y se emplazan a la villa olímpica de Tokio 2020.

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–Pregunta: ¿Cómo se planifica un ciclo olímpico?

–Javi Guerra. Cuando tuve la desgracia de Río me marqué ese objetivo, estar en la salida en unos Juegos. Te vas marcando objetivos a corto plazo para que el paso del tiempo sea más llevadero.

–David Llorente. El sueño está ahí, pero sabes que tienes que remar cada día, mejorar y ganar experiencia.

–¿Qué es lo más duro?

–J. G. La espera. Y llegar allí al 100% el día D y la hora H. Todo se puede ir al traste en los meses previos por algo que no puedes controlar.

–D. L. Para mí, es saber si voy o no. Llevamos con las pruebas de selección desde mayo y ha habido mucha presión. En Leipzig estaba tranquilo, era el único que tenía los puntos. La única forma de que me los quitaran era haciendo medalla. Se me va mucha energía pensando en lo que van a hacer los compañeros. Llegó el Mundial y me decía: «Por fin mañana voy a saber si voy o no a los Juegos». Y de repente, consigo lo imposible, porque jamás me habría imagino conseguir una medalla [plata], y todavía se abre el escensario [Joan Crespo fue bronce]. Necesito soltar todo el aire que llevo cogido y empezar a preparar Tokio.

–¿Cómo cambia su vida esa incertidumbre?

–J. G. En mi caso hay tres plazas y somos tres atletas con mínima. Yo quiero correr el campeonato de España en Sevilla porque el campeón la tiene más garantizada si hubiera más gente con mínima o con mejor tiempo. Hay que llevar esa duda de la mejor manera posible. Mi objetivo es febrero, la mente está ahí.

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–D. L. Yo he hecho el trabajo que tenía que hacer. Ya no depende de mí, sino de esperar a las confirmaciones. Si llevo desde mayo esperando, son dos mesecitos más. Voy a empezar la temporada pensando que voy a estar en Tokio.

–Guerra, ¿se considera olímpico?

–J. G. Es una pregunta buena: sí y no. Hice todos los méritos para estar en unos Juegos, desfilé allí, viví el ambiente... No competí y te queda ese sabor amargo, de no haber disfrutado la verdadera competición. Es algo raro. ¿Cuando alguien se retira en el kilómetro tres es olímpico? No hay mucha diferencia entre salir o no. Espero quitarme esa espina el año que viene. Sobre todo, ese mal sabor de boca de pasarlo tan mal allí a nivel de salud.

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–¿Cómo es la relación con los competidores por la plaza?

–D. L. Es súper buena. Al final, cuando compito el río está para mí solo. Nos estamos jugando una plaza olímpica pero sigo viendo a Joan y Samu como mis referentes. ¿Hay rivalidad? Por supuesto, pero es sana. Yo sé que si el día de la competición bajo bien, voy a estar por delante.

–J. G. Es un deporte más solitario, no coincides tanto en concentraciones. Cada uno busca su entorno, pero me llevo muy bien con todos.

–D. L. Este año hice en Australia una sesión con un inglés y un francés, de un nivel parecido. Y nos cogían tiempos y videos. Eso en otro deporte no se hace. Aquí no hay trucos, si me escondo voy a perder más de lo que gano compartiendo sesiones con ellos.

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–¿Qué es lo que más valoran del deporte del otro?

–J. G. La capacidad de David a la hora de dejar todo aquí y salir a buscarse los medios. Es admirable. Hostia, tienes que dejar de lado toda tu vida. Necesitas el apoyo de tus padres, de tu mujer, de tu gente querida. Al final pasas 15 días del año en tu casa. Si tuviese que hacerlo yo, ahora mismo me costaría muchísimo. Para moverme a concentraciones, me cuesta bastante.

–D. L. La fuerza mental de la maratón, de hacer un montón de kilómetros en el día a día. Al final lo nuestro es más como jugar, con el agua. Levantarte cada el día para bajar una mínima es admirable.

–J. G. La cabeza da muchas vueltas.

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–D. L. Eso es lo que me asombra. Que después de todas esas horas estés aguantando.

–¿Cuál es el mayor sacrificio?

–J. G. Renunciar a ciertas cosas del día a día. Mi mujer tiene horarios más asequibles, trabaja siete días y libra otros siete. Si fuera por ella, nos iríamos a cualquier lado. Y no se puede. O si cenas con amigos, a veces te tienes que quedar en casa. Es mi pasión, lo hago encantado. Las semanas de 190 kilómetros son duras, pero me encanta. Lo que peor llevo es que el entorno tenga que sacrificarse por mí.

–D. L. Igual ese primer año, siendo un manta, hacía un frío de la leche. Tenías que remar rompiendo el hielo, se te reventaban las manos y la cara. Desde ahí, ha ido todo rodado. He ido consiguiendo resultados que ni me imaginaba. Es que estoy en una nube. Hace un mes estaba en Leipzig entrenando, me dolían los brazos y se me saltaban las lágrimas. Estaba reventado. Es espectacular lo que eres capaz de hacer cuando te marcas un objetivo.

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–J. G. Es así. Sacrificas lo que sea.

–¿Cuál es el momento de dudas?

–J. G. Cuando te lesionas. Por suerte, no he tenido muchas lesiones, pero al final te acaba tocando. Sabes que vas a estar dos meses sin correr, trabajando en la sombra, en una bici. Ahí dices. ¿Voy a poder volver a correr como estaba?

–D. L. Vivimos con dudas siempre. Tú sabes que si estás en X tiempo vas a ir. Si nosotros repetimos la competición del Mundial otra vez y cambia todo.

–J. G. Claro, lo vuestro varía en cuestión de segundos. ¡Es que son 85!

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–D. L. Y un mínimo error. Tardas medio segundo en dar una palada, no saltas encima del agua, te coge el rulo y a tomar por saco.

–J. G. Es lo que dices de la mente. En 85 segundos pasan muchas cosas por la cabeza, pero muy rápido. En dos horas se te pasa toda la vida.

–D. L. Estamos acostumbrados a esa duda y ya vivimos con ella. Yo caigo en la duda cuando estoy reventado. No puedes ni dar una palada en condiciones y te preguntas. ¿Estará mereciendo la pena todo este trabajo? Le dije al entrenador: «Esto año no, que se me ha ido la magia». ¡Hace justo un mes y medio! Entrenando soy como el resto. En la competición, con la adrenalina, me salen tiempos que ni yo espero.

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–¿Qué mensaje se dan?

–J. G. Que siga con la misma ilusión, que todavía es muy joven, y ojalá podamos coincidir en esa villa olímpica en julio y agosto.

–D. L. Que se tranquilice con la lesión, que después de estos cuatro años aguante un poquito más. Seguro que vamos a estar ahí juntos. Cuando perseguimos tanto un objetivo, al final sale.

–J. G. El destino nos lo tiene guardado. Él tendrá otros en 2024; yo lo tendré más jodido, pero si puedes ir a estos... No sabes lo que va a pasar.

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