Santiago Hidalgo
Lunes, 18 de marzo 2024, 16:34
Algo se le pasó por la cabeza. Quizás lo llevaba muy dentro. El pequeño Abdelali Ben Henia se levantó cuando todavía era de noche y se dispuso a correr desde su casa de Guelmim, en la zona sur del Sahara, hasta la ciudad de Bouizakarne donde su familia tenía unos conocidos. Frisaba los 9 años. Unos días antes se había enterado de que la prueba de maratón era más o menos esos casi 42 kilómetros que separaban su hogar de la de sus amistades. Así que se fue, corriendo y sin agua. Cuando llevaba 25 km. recorridos por la orilla de la carretera y estaba exhausto, un camión se detuvo y le acercó hasta su destino. Para entonces, su madre, sus hermanos, todo el pueblo, ya lo andaban buscando preocupados. La reprimenda que le cayó en el momento en que dieron con él fue de las sonoras: «Mi madre me dio una que estuve dos días casi sin poder andar», dice Abdelali.
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Nacido en Guelmim en agosto de 1982 porque su padre, militar, estaba allí destinado en el ejército, fue registrado en Beni Melal, más al centro del país, lugar de donde procedían sus ancestros. Lo lógico es que hubiera seguido los pasos de su padre. Y así lo hizo durante cinco años, pero su gran afición iba por otros derroteros.
Con apenas catorce años y junto al atletismo también practicó fútbol, más tarde balonmano e incluso voleibol. Todos los deportes. En Guelmim coincidió en el colegio, Al Hadrami, con el atleta varias veces después campeón de España y olímpico, Ayad Lamdassem. Era un año mayor que Abdelali. Si este se dedicaba a las pruebas de 200, 400 y 800, velocidad, Ayad ya lo hacía en el medio fondo. «La primera victoria que recuerdo de esa época escolar fue en Agadir. Acabé primero en 400 y segundo en 800 metros, mientras que Ayad Lamdassem ganó los 3.000 y los 5.000».
Sin embargo, Abdelali no pudo dedicarse a tiempo completo al atletismo. Estudiaba y además trabajaba. Una panadería… lo que fuera saliendo. Había que ganar dinero. En su club Bab Sahra (Puerta del Sáhara) de Guelmim fue portero de fútbol, hacía atletismo y también comenzó su andadura como entrenador. «Era una cosa que me gustaba. Cuando hacía falta, me ocupaba de los chicos». Hasta que no llegó a Rabat casi no conoció una pista de atletismo de tartán. Allí en el FUS Rabat estuvo entrenando con varios amigos, también de monitor y trabajando de voluntario en un centro de discapacidad. Por entonces ya había dejado el ejército profesional porque no le convencía.
Precisamente de voluntario conoció a la que es hoy su mujer, la vallisoletana Saray. Un año de novios y vuelta a Valladolid para fundar una familia. «Al principio me costó porque no hablaba castellano, no tenía amigos, pero tienes que hacer todo por lo que quieres de verdad». Abdelali llegó a Valladolid a finales de 2010 y corrió sus primeras pruebas: Las 12 uvas, luego la carrera de San Antón. Incluso quedó primero en una competición organizada por El Norte de Castilla. Por entonces ya se había pasado al fondo y medio fondo, aunque veía la realidad. «No pensaba llegar muy alto. Para eso necesitas mucho apoyo y dedicarte en exclusiva. No trabajar ocho horas y luego entrenar». Y Abdelali tuvo que currar aquí en muchos sitios para ayudar en casa: «En todo... con personas con discapacidad, en Asprona, en una residencia de ancianos, también en Fasa Renault y en otras fábricas».
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Además, de esa idea infantil del maratón pronto tuvo que olvidarse ya que unos dolores derivaron en un espolón crónico que necesitó de una operación y de un año de recuperación.
Sus casi 30 años de experiencia en el atletismo, donde conoció a grandes atletas y entrenadores de alto nivel que le han ido dando consejos, le llevan a fundar en 2014 el Club de Atletismo Campo Grande. «He ido aprendiendo día a día, también me he formado como monitor en cursos en la federación, en el Comité Olímpico. Lo mismo para trabajar con personas con discapacidad o autismo…».
En 2015 adquiere la nacionalidad española, el mismo año en el que su club obtiene el registro de la Junta de Castilla y León. «Comencé con 9 niños, y luego fue creciendo hasta llegar en los tres últimos años a superar la cifra de los 30. Se llama Campo Grande porque me gustaba el lugar en Valladolid. Es el más bonito, el pulmón de la ciudad». Él fue, de hecho, el que hizo el diseño del logotipo, eligió el color de las camisetas… Abdel no se olvida de las personas que la echaron una mano en esos inicios: Miguel Ángel Olivera, presidente del Tordesillas, José Luis Cáceres, atleta veterano del Racing Valladolid y Francisco Caballero, del club Puentecillas de Palencia.
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Esta escuela normalizada, que también promueve la inclusión, entrena en las pistas de Río Esgueva, en Renedo o en los parques, cuando no en el Pinar de Antequera o haciendo cuestas. De aquí salió el campeón de España de medio fondo de discapacidad intelectual, Adrián Campos, aunque ahora también cuenta con Karim Youssra, subcampeona del mundo y olímpica en lanzamiento de disco en la competición de discapacidad física y algún atleta más como Diego Postigo, David García que comparten entrenos con otros atletas sin discapacidad como Yahya Laarchi.
Abdelali ve su club Campo Grande desde un punto de vista muy lógico. «Los objetivos para la escuela son que los chicos hagan deporte como algo saludable y disfruten en juegos escolares. Luego, los que vayan avanzando pueden llegar a competiciones nacionales, con trabajo». En Valladolid y en Castilla y León ha encontrado «un excelente nivel en el medio fondo y fondo» debido «al tema beneficioso de la altura», y no ha atisbado competencia entre los diferentes clubes. «Lo contrario. Yo me alegro mucho cuando alguien cercano obtiene buenos resultados».
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Con dos hermanas en España, en Tenerife y en Alicante, es un firme defensor de lo vallisoletano. «He visitado muchos sitios de España, pero lo que más me gusta es esto. Yo llevo dentro que soy de aquí, vallisoletano. Valladolid me ha dado mucho», dice con una sonrisa respetuosa que pocas veces se le va de la cara. Su carrera sigue siendo larga, aunque ahora sabe que llegará a la meta.
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