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Una de las carreras disputadas en la Carrera de Fin de Año en las pistas de atletismo Antonio Prieto. Óscar Costa

Una experiencia única que ya se postula como alternativa

Trasladar las carreras de menores a las pistas de atletismo es la única medida especial que se baraja repetir

Sergio Perela

Segovia

Viernes, 31 de diciembre 2021, 19:29

Dentro de todas las medidas especiales que han debido tomarse para dar salida en plena pandemia y con un pico de contagios alto a la 'Carrera de Fin de Año', solo hay una que ha dejado tan buen sabor de boca que, sin ni siquiera ... terminar, ya se empezaba a barajar como alternativa para tener en cuenta en los años venideros. Y es que trasladar las carreras de menores a las pistas de atletismo Antonio Prieto, una medida tomada para intentar evitar aglomeraciones en el Azogüejo previas a la gran carrera, terminó convirtiendo todas y cada una de las pruebas en algo especial.

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Habitualmente, estas carreras de categorías menores y hasta los 16 años, formaban parte de toda una parafernalia previa a la carrera multitudinaria. Para ello había que diseñar circuitos alternativos, de diferentes distancias dependiendo de las edades; acotarlos y lidiar también con todo lo que rodea a los niños de diferentes edades. El principal problema, no obstante, siempre ha sido la transición entre estas pruebas y la carrera más concurrida, problemático para organización y fuerzas del orden. En la mañana del último día del año, a las diez y media de la mañana cumpliendo escrupulosamente con el horario, arrancaba la prueba de los benjamines en las pistas de atletismo y todos esos problemas no existieron.

Con un espacio controlado, con los familiares entrando por la zona de graderío y animando desde allí y dos espacios para los deportistas bien diferenciados, todo se desarrolló con celeridad y sin dolores de cabeza. Los participantes tenían cerrado el pasillo entre las pistas y el campo de fútbol para calentar todo lo que quisieran. Desde allí, siendo llamados por un responsable, accedían a una cámara de llamadas que seguía estrictamente el protocolo que durante toda la pandemia han mantenido las pruebas atléticas disputadas. Una vez en la cámara de llamadas, lidiar con los nervios propios de la salida, saludar a los familiares en la grada y un pistoletazo de salida para cada prueba. Los más pequeños corrían 400 metros, una vuelta completa ala pista. Luego, paulatinamente, la distancia iba siendo mayor hasta los 1.200 metros de las últimas pruebas.

Desde las gradas, los padres y familiares directos también disfrutaron de otra manera de la prueba, en un espacio sin otros ruidos, en un ambiente muy deportivo, los pequeños sintieron la emoción y la intensidad del deporte en sus carnes; algunos por primera vez. Además, según recalcaban también autoridades y responsables, muchos de esos niños reducen su contacto con el deporte a esta carrera y conocer el ambiente que se puede generar en las pistas podría tener sobre ellos un efecto llamada muy positivo para el deporte segoviano.

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Incipientes atletas

Entre los más pequeños la mayor dificultad era que entendieran que, tras la salida en la que cada uno buscaba su espacio tras la línea, lo más práctico era irse cerrando hasta la calle 1. Entre los voluntarios y organizadores se encargaron de hacérselo ver. Igual que, tras detectar que en alguna carrera la salida había tenido un exceso de adrenalina y luego a los protagonistas les había costado mucho terminar, por la dificultad de medir las distancias en una pista nueva para muchos de ellos, se empezó a avisar de que convenía salir midiendo y guardar fuerzas. Seguramente porque ese detalle lo tienen mucho más controlado, conforme avanzaban las categorías se veía más claro el dominio de niños y niñas pertenecientes a clubes de atletismo, sobre todo al Sporting.

Todos los participantes dieron una lección de orden y deportividad maravillosa. Los tres primeros clasificados pasaban enseguida a la zona de premiación, donde recibían sus medallas de manos de las autoridades. Mientras, el resto cogía su botella de agua y tomaba directamente el camino de las gradas, donde esperaban los familiares. Todos los participantes, fueran en el puesto que fueran, terminaban cruzando la línea de meta, sin abandonos. Incluido un muchacho que, por un problema de flato, tuvo que terminar buena parte del recorrido andando. Hasta que no cruzó la línea, aplaudido por todos los asistentes, no fue atendido por los sanitarios.

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El colofón a la prueba lo puso el sentido homenaje que recibió Juan José Fuentes, un segoviano siempre vinculado al atletismo y al deporte que fuera juez en los Juegos de Barcelona 92. Su familia recibió una placa y el afecto hacia una persona inolvidable, siempre con su gorro negro bien calado para evitar el frío.

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