![Escuela de Boxeo La Campiña: disciplina, autoestima y desconexión](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202302/06/media/cortadas/escuela-boxeo-k8ND-U190551595200MYC-1968x1216@El%20Norte.jpg)
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El campeón de España de boxeo, Salvi Jiménez, y su entrenador, Domingo Rodríguez, decidieron hace cinco años embarcarse en la creación de una escuela destinada a los niños interesados en este deporte de la zona noroeste de Valladolid, especialmente de los barrios San Pedro Regalado y España. El punto de partida fue el Club de Boxeo La Campiña, gimnasio donde entrena el reconocido boxeador vallisoletano.
La escuela comenzó con apenas diez o doce menores, pero, tras los dos años de restricciones por la pandemia de covid-19, la cifra de interesados subió como la espuma hasta situarse en unos 45 niños entrenando a las órdenes de Salvi Jiménez y Chuchi, un compañero del fundador. Las clases de boxeo engloban a menores entre ocho y catorce años, tanto niños como niñas. «Cada vez entrenan con nosotros más chicas, el boxeo no es solo de hombres. Casi la mitad son niñas», recalca Salvi. Aunque actualmente el cupo está cubierto y tiran de lista de espera para cubrir las plazas vacantes.
Al actual referente del boxeo vallisoletano le encantaría aumentar los grupos de niños y poder dedicar más tiempo a ellos para que la escuela creciese y estuviese a disposición de aquellos que se encuentran en lista de espera, pero «para mi es imposible, porque significaría perder tiempo de mi preparación como boxeador profesional y, a día de hoy, eso es mi trabajo. No tengo tiempo para dar más clases», lamenta Jiménez.
La principal causa que llevó al entrenador y al boxeador a dar el paso de organizar entrenamientos para niños era sacarlos de las calles durante unas horas semanales, ya que «están mejor en el gimnasio que en un parque fumando, bebiendo o haciendo gamberradas», apunta. Además, la relación con los otros compañeros fortalece su desarrollo, tanto a nivel personal como de salud.
Muchos jóvenes que empezaron a interesarse por el boxeo y se apuntaron a este gimnasio eran problemáticos, habían sufrido bullying en los centros escolares o padecían problemas personales y familiares, por lo que «aquí intentamos ayudarles a evidarse durante unas horas, su autoestima aumenta y están obligados a seguir una serie de normas de comportamiento», añade el entrenador. El respeto a los demás y el compañerismo son los protagonistas de las sesiones de boxeo con Salvi y Chuchi, por lo que las reglas que tienen que acatar durante las clases son sencillas, «nadie es más que nadie. Si alguien se burla de su compañero, se le expulsa y no vuelve a entrenar esa semana», explica.
La disciplina es una de las claves para que los deportistas consigan llegar lejos en sus carreras profesionales y los niños dirigidos por el boxeador vallisoletano van por el buen camino. «Ellos saben que tienen que llegar a casa pronto para cenar y dormir, porque tienen entrenamiento al día siguiente. Son muy estrictos con sus horarios y eso les ayuda a mejorar en el deporte y como personas», comenta Salvi.
Uno de los secretos del éxito entre los jóvenes de esta escuela vallisoletana es la presentación de un campeón de España como entrenador de la misma, «para muchos de los niños que comienzan a boxear, yo soy su ídolo. Tienen la suerte de poder aprender de un profesional de este deporte, pero yo también aprendo un montón de ellos», concluye el aspirante al título de la Unión Europea.
Los entrenamientos dirigidos por Salvi y Chuchi solamente incluyen juegos de coordinación, comba y sombra; los menores no tienen contacto entre sí, ni siquiera cuando acuden a algún campeonato autonómico. «Cuando vemos que tienen las cualidades físicas y el interés adecuado, pasan al grupo de adultos, que entrenan con Domingo Rodríguez y comienzan a tener contacto», aclara el técnico. El objetivo es que los aficionados al boxeo puedan continuar su carrera en el Club La Campiña y quién sabe si llegar a dar el salto a las competiciones profesionales, al igual que hizo Salvi Jiménez hace casi cinco años.
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David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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