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Un hexacampeón del mundo, un segoviano muy lejos del estereotipo de brasileño musculoso y un búlgaro son los referentes de la capoeira segoviana. Recién llegados de Curitiba –sede del último Mundial– y con 2.600 euros menos en el bolsillo tras haber costeado su ... viaje de tres semanas por Brasil –con las playas de Río de Janeiro o las cataratas de Iguazú– representan a las tres generaciones de la capoeira. El mentor, el primer alumno y el canterano.
Flavio Oliveira Da Silva Dhein volvió con la plata en la categoría de maestros y contramaestros. A sus 34 años, esgrime un palmarés excelso. Su primera competición fue en 1997; su primer mundial, en 2000: ha participado en 11 y ha ganado seis. «Es decepcionante estar tan cerca y no llegar al éxito», subraya tras superar muchas circunstancias para ser subcampeón en la categoría de élite, que exige más de dos décadas de experiencia y tener menos de 40 años.
Este brasileño tuvo una rotura de fibras mientras entrenaba a dos días de viajar. «Estaba con la pierna arrastrando». Por si fuera poco, los árbitros cometieron un error de bulto. Cada ronda exige dos juegos, pero en la semifinal declararon ganador a su rival tras el primero. Su verdugo disputó después la final, pero los jueces revisaron el combate con Flavio y mandaron repetir la penúltima ronda. Flavio ganó, pero pagó el peaje. «Estaba con un desgaste físico tremendo, no me dieron tiempo para recuperarme. Siento mucho no haber hecho una final en condiciones; si hubiera estado bien físicamente, lo tenía ganado. Veía el momento para hacer el punto, pero mi cuerpo no respondía».
José Luis Martín, de 29 años, fue uno de los primeros alumnos de Flavio cuando empezó a dar clase en Segovia, en 2005. Admite que los inicios fueron complicados. En esta primera hornada había gente con experiencia en otras artes marciales; él había probado kárate, taewkondo y judo, pero la capoeira no tenía mucho que ver. «Al principio, te van a chocar muchísimas cosas. De hecho, la única forma es abrazarla en tu día a día, aceptando el sacrificio en los entrenamientos y normas que no son habituales en kárate o taekwondo, que son más estrictos. La capoeira es cómo la vive cada uno y cuesta entender que esto no va solo de ponerse un uniforme y mostrar respeto».
El segoviano compite en la categoría instructor-profesor, un título para el que ha tenido que derribar barreras. «No creo que mucha gente acepte que la capoeira se haya expandido por todo el mundo y haya profesores no brasileños. Tengo un gran grupo, pero sí he vivido momentos de decir: 'Si tú no eres de color, no llevas rastas ni eres súper musculoso'. Ese es el estereotipo, pero la capoeira es de todos».
Para José Luis y Yordan fue el primer viaje a Brasil, todo un descubrimiento. «Llevando tanto tiempo en la capoeira te haces una idea de cómo funcionan las cosas, es su forma de expresarse a través de la cultura. Fuimos emocionados porque por fin íbamos a ver en directo lo que nos contaban». ¿Qué dice la capoeira de Brasil? «Es alegría. Aunque pueda parecer violento, es un baile. Es fiesta, es diversión. Y se traslada a cómo va la gente por la calle. Lo mejor es la convivencia», resumen.
Yordan se impuso en una de las categorías avanzadas, con unos 30 rivales. En un torneo de eliminación, ganó sus cinco combates. Tras el cansancio del viaje, recuerda el primer juego como algo puramente mecánico. «Él estaba muy impactado en las exhibiciones previas, no parecía el chico que yo estaba entrenando. Y pegó un cambio tremendo», valora Flavio. A partir de ahí, fue para arriba. Los juegos eran de 45 segundos y se dividían en tres partes: desarrollar los movimientos, tirar al compañero y cerrarse atrás. «Como en un partido de fútbol, metes un gol y te pones a la defensiva», resume Yordan. «Estoy en una nube. En estos meses he enfocado mi vida al campeonato. Llegar y que salga tan bien... Es una maravilla».
La categoría de José Luis, con 70 competidores, era de las más exigentes. Cayó derrotado en primera ronda por un brasileño. «Era bastante más habilidoso de lo que pensaba, a lo mejor pagué la inexperiencia y no calmar un poco los nervios». Aun así, recalca sin duda alguna, la experiencia valió la pena.
Yordan Ivanov, 18 años, se llevó el oro en la categoría de séptima y octava graduación, para alumnos avanzados. Toda una vanguardia: un búlgaro proclamándose campeón del mundo en Brasil representando a España, su país adoptivo, en el que lleva viviendo desde hace 15 años. «Para mi familia también es un choque», reconoce sonriente. Empezó a los 10 por la recomendación de una amiga. «Cambió completamente mi vida. Ahora gira en torno a la capoeira».
La delegación española para el Mundial estaba integrada por seis competidores, en un torneo con más medio millar de atletas. Repartidos en categorías según su experiencia y graduación, había representación de 25 países y los cinco continentes. «Hace 10 años los basileños decían que era imposible que un extranjero desarrollara la capoeira como se hace allí. Pero con la emigración –en España lleva ya tres décadas– es normal que haya atletas con la misma capacidad. Es como el taekwondo cuando salió de Corea. Hoy es difícil identificar a alguien que haga capoeira por su nacionalidad», subraya Flavio.
Hay quien destaca por acrobacias, patadas, el ritmo. «Por eso atrae bastante gente, es una multitud de actividades». Para Flavio, lo más complicado es la preparación física; para José Luis, mantener la motivación, y Yordan incide en la parte psicológica, «esos nervios que te pones tú solo». El grupo de Flavio en Segovia tiene unos 80 alumnos, entre adultos y niños.
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