sergio perela
Segovia
Sábado, 15 de mayo 2021, 12:21
Ahora lo recuerda con la energía positiva que desprende siempre que se le localiza por teléfono en su cuartel general en la Seu D´Urgell, porque el segoviano David Llorente es básicamente así, siempre mirando el lado bueno de las cosas. Pero si pasarse doce días ... postrado en la cama de un hospital ya es en sí mismo una pesadilla para cualquier, cabe imaginar lo que supone para un atleta que lleva dos años luchando por vivir su sueño olímpico. «Sólo podía ponerme de pie media hora al día antes de que empezasen de nuevo los dolores de cabeza. Y yo decía, ¿pero qué me está pasando? Los médicos me comentaban que aquello podía durar hasta un mes y no me lo podía creer. Lo hablé con mi psicóloga para intentar saber llevarlo», comenta ahora, que es cuando se ha permitido contarlo buscando que su historia sea tomada quizá como inspiración, para que la gente busque extraer mensajes positivos.
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Fue durante esta semana cuando, a través de sus redes sociales, en las que habitualmente David publica sobre todo entrenamientos y mensajes puramente deportivos, apenas nada de su vida, se lanzó a contar su experiencia. Una meningitis que le hizo temer, pero que tras sus resultados en el Campeonato de Europa disputado en Italia el fin de semana pasado, ha comprobado que no le ha afectado a su estado de forma. Un proceso que ha tenido, como él mismo cuenta, dos fases. Tras estar unos días en la isla de Reunión entrenando, tuvo cinco días de descanso y, al reincorporarse a los entrenamientos, tres o cuatro días después (concretamente el 3 de marzo, porque Llorente lo tiene todo documentado), comenzó a sentir dolor por todo el cuerpo y la fiebre comenzó también a subirle hasta el punto de alcanzar los 40 grados. «En un principio pensé que podría ser covid, pero en realidad podía ser en aquel momento cualquier cosa», cuenta, aunque acudió al hospital y le dieron antibióticos. «Me dijeron que los tomase durante una semana y, justo al día siguiente de empezar con ellos, ya no tenía fiebre, volví a entrenar y hasta me fui a Segovia» a atender compromisos con ciertos patrocinadores institucionales. Diez días después, empezó a sentirse de nuevo mal y con unos dolores localizados en la cabeza. De nuevo al hospital, pero esta vez ya con la mochila porque, aunque en un principio pensó que podría ser una contractura en el cuello o algo parecido, en el fondo sentía que las cosas no iban bien. Punción lumbar e ingresado porque ni siquiera los médicos tenían claro qué era exactamente. Hasta doce días después, no volvería a salir de la habitación y por su cabeza iban a pasar muchas cosas.
«Tú imagínate llevar ocho o diez días en cama, con mucha medicación, intentar incorporarte y ver que no puedes, que te mareas, que te duele la cabeza. Yo pensaba que se acababan los Juegos, pero sobre todo que se acababa hasta hacer vida normal, porque en un momento determinado pensaron que incluso podría ser hidrocefalia». La suerte para él es que, en aquellas fechas, en la Seu estaba teniendo lugar la Copa de España y su hermano iba a competir, con lo que sus padres también se habían acercado. Nada les iba a quitar la preocupación y no podían entrar en el hopital por todos los protocolos, pero se acercaban hacia donde daba la ventana de David, que acercaba la cama y los veía. Los tenía cerca. Igual que a su entrenador, su psicóloga y sus compañeros de entrenamiento, que le llevaban fruta o cualquier cosa que necesitara. Ni estuvo solo, ni dejó de aprovechar el tiempo: «en esos días me saqué un curso de genética, otro de inversiones y me leí dos libros».
Lo mejor de toda la experiencia, porque en eso se ha convertido ya esta historia para David, es que no ha tenido mayores repercusiones de ningún tipo. El día 27 de abril le dieron el alta, pero antes ya había podido empezar a trabajar con su entrenador. «Fue espectacular porque, aunque perdí como kilo y medio, no se notaba; no sé si es genética o qué. Perdí un poco de volumen, pero nada más. Los médicos me dijeron que tenía que ir yendo poco a poco, que escuchase al cuerpo. Empezamos remando treinta minutos y luego me tumbaba en la hierba una hora o media hora para que bajase el dolor de cabeza y después volvía», explica sobre la recuperación de la rutina de trabajo. «Fuimos muy despacito. A las tres semanas estaba ya entrenando».
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Y muy poco después, al Europeo de Italia, una prueba que le iba a dar realmente los baremos de cómo se encontraba. De hecho, la prueba que le ha hecho estar ahora con más fuerza mental que nunca y una ilusión tremenda, porque su cuerpo le ha dicho que todo está bien. «Sé de lo que soy capaz, pero a nivel físico me llevé una sorpresa tremenda en el Europeo. No habíamos entrenado a nivel de competición. De verdad que me sorprendí a nivel físico, porque con la adrenalina de competir y la base que llevaba de trabajo, vi que estaba bien», afirma casi exultante.
Recuperado, feliz y progresando de cara a Tokio, David Llorente tiene la agenda muy ocupada en los próximos meses. En una semana estará en París, para trabajar en el canal olímpico; después deberá enfrentarse a dos campeonatos del Mundo. El primero, entre el 11 y el 13 de julio en Praga donde buscará sensaciones, porque el recorrido no tiene nada que ver con Tokio. En Leipzig, entre el 18 y el 20, igual. Después de lo vivido, las sensaciones seguro que son buenas.
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