Javi Guerra, cuádruple campeón de España de maratón
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Javi Guerra, cuádruple campeón de España de maratón
«En diciembre hubo momentos en los que pensé que ya era el final»Javi Guerra (10 de noviembre de 1983) promete vencerse con las zapatillas puestas, honrando a Filípides, la leyenda que convirtió a la maratón y sus 42.195 metros en objeto de culto. La resaca de aquella maratón olímpica de Sapporo en agosto de 2021 ha ... sido aciaga: el mejor maratoniano español de la década salió de las convocatorias. Por eso fue a Zaragoza, para ganar su cuarto campeonato de España. Su píldora de autoestima para «quemar la última bala» el año que viene en Sevilla en pos de su tercer billete olímpico. Para ello deberá acercarse a su mejor versión –la mínima es 2h08m10s y su marca personal es 2h07m27s–, algo que buscará con su nueva filosofía: entrenar menos para competir mejor.
–¿Qué significa el título?
–Significa mucho. Es una reivindicación a nivel personal, reinventarme. Necesitaba reencontrarme con la maratón después de tres actuaciones muy discretas. Que fuera un revulsivo. Más que la marca, quería otro aliciente. Qué mejor motivo que volver a ser campeón de España diez años después del primer título. Quitarme esa mala espina.
–Decía que su ritmo de salida fue kamikaze.
–Tenía que aprovecharme de la presencia de atletas africanos para ir con ellos el máximo tiempo posible. Las sensaciones acompañaban, yo iba muy sorprendido por lo bien que estaba yendo en esa orografía. Me quedé en solitario en el 27 y el circuito del 30 al 35 era subir un muro con el viento en contra; ahí se me fue muchísimo el tiempo.
–¿Cómo se prepara un atleta para luchar contra el viento?
–Entrenando muchos días en Segovia, en la carretera de Garcillán, Martín Miguel y Abades. Está muy abierta, allí se sufre mucho. No es el viento de Zaragoza; lo que viví el domingo no lo había vivido en ningún sitio. Y la pista de Segovia es muy ventosa; sale de la manera más espontánea.
–¿Qué sintió en los últimos kilómetros?
–Se juntaron muchas emociones, se me vinieron a la cabeza todos estos momentos que he pasado en este año y medio. Mucha gente que me ha dejado un poco de lado, que se ha borrado del mapa. Era decir: «Aquí estoy yo, voy a conseguirlo». Y acordándome de la gente que sí ha estado, que son los más importantes. Pensando en cómo me he tenido que reinventar, que me ha tocado picar piedra en la sombra. Sabía que la alegría iba a ser inmensa.
–¿Todavía le tiene uno miedo al muro con 39 años?
–Sí. Igual que llevo 16 maratones y sigo sin conseguir dormir en condiciones la noche de antes. Apenas duermo tres o cuatro horas por los nervios. Siempre estás en alerta porque la maratón no perdona; como te pegue el muro, olvídate. Lo he vivido en estas tres últimas, iba con cautela, sabía que cualquier desfallecimiento podía hacer que se fuese todo al traste.
–¿Ha llegado a odiar la maratón?
–Odiar no, porque la maratón me lo ha dado todo, soy lo que soy gracias a ella. Pero sí a desencantarme, a cogerla cierto miedo. La última preparación de Valencia fue muy bien y luego no conseguí el resultado que yo pensaba. A raíz de ahí, analicé errores y tuve que partir de cero. Diseñar entrenamientos que no fueran tan intensos, sino más acordes a mi edad. Sin escuchar a los que saben, hubiera seguido estrellándome una y otra vez.
–¿Pedía mucho a su cuerpo?
–Le pedía que corriera como cuando tenía 29 años. A lo mejor podía hacerlo, pero no me recuperaba y llegaba cansado a las competiciones. Era una frustración grande y no sabía muy bien por qué, los entrenamientos estaban ahí. Llegaba fatigado porque lo estaba dejando todo en los entrenamientos. Me costó mucho cambiar el chip, pero he visto que funciona. Todas las competiciones desde enero han sido de un 8 para arriba.
–¿Qué tenía que demostrar?
–Cuando las cosas van bien, todo el mundo está ahí; cuando empiezas a fallar, muchos se borran enseguida del mapa. Estamos en una sociedad en la que cuando no funcionas, te largan. Hay que dar un voto de confianza. Sobre todo, fue una reivindicación para mí: «Tienes 39 años, pero todavía eres capaz de correr rápido». Que se puede seguir al alto nivel y que la edad no es limitante.
–¿A qué se refiere con picar piedra en la sombra?
–Tras la maratón de Valencia no sabía muy bien qué hacer, qué motivación buscar. Me tocó diseñar un plan de entrenamientos, cambiar el trabajo de gimnasio, caer muy abajo y partir de cero.
–¿Pensó en dejarlo?
–Hubo momentos que sí. Hablé con mi masajista: «Lo mismo ha llegado ya el momento, mi cuerpo ha dicho basta». Me dijo que me diera una oportunidad, que lo hablara con mi gente: «Prueba otra maratón». Lo hice porque estaba entrenando muy bien. Reseteé y vi que todavía me acompañaban las piernas. En cuanto empecé en el campo a través, ese pensamiento se me borró, pero sí, en diciembre, tras el maratón de Valencia y el cross de Venta de Baños, hubo momentos en los que pensé que ya era el final.
–¿Por qué seguir sufriendo con 39 años?
–Es lo que llevo haciendo desde que era un crío. Son motivaciones, retos, ilusiones. Es por lo que me muevo, porque el dinero se me ha ido al traste cuando me he quedado sin ninguna ayuda. Ahora ya están llegado, pero por dinero no sigo. Es superación personal. Luchar por ser olímpico de nuevo; soy consciente de que hay posibilidades escasas, pero hay posibilidades. Lo que no voy a hacer es descartarme. Me he demostrado que puedo estar en esas marcas, se puede pelear en Sevilla el año que viene. Pasa por ahí; yo sé que por criterios técnicos lo tengo difícil por parte de la Federación.
–¿Será su última batalla?
–Posiblemente. Si mi cuerpo me sigue acompañando y puedo correr a un alto nivel en otras maratones comerciales como Nueva York, seguiré. Pero a nivel internacional, puede ser el broche.
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