La inconformista búsqueda de Cleto tras los pasos de su padre Diego, el piloto que surcó los dos polos y falleció un 23 de abril al precipitarse al vacío, ha servido para que el deporte de la aerostación vuelva a Valladolid con renovada pujanza pese a tener que abrir heridas casi cerradas. Cosa de los genes.
El tiempo pasa, aunque también se detiene de vez en cuando para reclamar algo de pausa a través de la cual el periodista intenta contar una historia. Una como la que hoy nos ocupa. Un relato con 'pingaratas' de tristeza en una botella impregnada por ... la felicidad, no siempre duradera, ni plena, pero felicidad al fin y al cabo. Un relato entre libros. Ahora les diré por qué.
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El periodista en cuestión entrevistó a Diego Criado del Rey en 2004 para un libro que editó la Fundación Municipal de Deportes en 2005 y en el que cincuenta de los imprescindibles impulsores del deporte vallisoletano desfilaban contando sus aportaciones necesarias. Allí estaba Diego Criado del Rey, el primer vallisoletano en sobrevolar en globo los dos polos. El periodista realizó la entrevista en un café que ya no existe, el Café España (qué dura coincidencia), y el tintineo de una máquina que parecía contar monedas dificultaba la labor de de la grabadora antigua de casete. Diego mostraba una vida diferente, apasionante, alejada de lo convencional. Trasmitía seguridad en lo que hacía, hablaba de su ahora negocio que a la vez era su pasión; de cómo había involucrado a toda su familia desde su esposa, hasta sus padres, pasando por hermanos e hijos. Todo había aparecido en la mente de Diego un día, dejando volar en este caso la imaginación en la ventana de un undécimo piso: «Pensé que volar en globo debía ser una aventura y me fui 'autoconvenciendo' de ello». Después acompañó el negocio, una empresa y una meta: que se pudiera recuperar la tradición de los globos de finales del XIX. Valladolid, decía Diego, «es un sitio perfecto para volar en globo. Podría pelear por ser la ciudad española de los globos».
Antes de que el libro saliera a la luz, un desdichado 23 de abril de 2004 y en Santiago de Compostela, Diego Criado del Rey, ya un experto con más de 500 horas de vuelo y en puestos de relevancia de la Real Federación Española de Aeronáutica, se precipitaba al vacío desde su globo aerostático de nombre Mateo. Perdía así la vida y, parecía, todas estas ilusiones creadas, no sin antes haber traído a la ciudad el Campeonato de España de globos y por empuje de la FMD y de Borja Lara, iniciar tras su fallecimiento, un memorial que lleva su nombre.
Sin embargo, y aquí entra el otro libro, o al menos otro episodio, el de su hijo mayor, Cleto Criado del Rey, cuando el sueño de Diego estaba en entredicho. El entonces niño se hizo adulto y comenzó a intentar buscar y entender a su padre. Probó con sus aficiones: el coro, la tuna, la radio… pero finalmente se decantó por los globos. «Era lícito pensar que en la familia no quisiéramos saber nada de globos. A mí, aparte de que me recuerda a mi padre, es que me gusta mucho», dice Cleto quien destaca que los globos «han reordenado mis prioridades». Salieron los genes. La vida alternativa de amaneceres, atardeceres, todoterrenos y estar a merced del viento terminaron por enganchar a Cleto que hace cuatro años se sacó el carné de piloto.
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Diego Criado del Rey.
M. A.
Abría así Cleto una herida no suficientemente cerrada y el lograr el respaldo o al menos el entendimiento de su familia conllevó el correspondiente proceso iniciado, claro, en las dudas. «¿Era una locura? Al principio, como a mi padre me imagino, me hicieron poco caso».
Pero Cleto había marcado el camino. Mitad herencia, mitad reafirmación personal. «Yo todas las regatas estaba detrás de Anulfo (el compañero y amigo de Diego) pidiéndole trabajo como equipo de tierra. Quería meter la cabeza, pero con el tiempo también deseaba volar. Me puse muy pesado. Anulfo ha sido un padre en este mundo de los globos para mí».
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Con el apoyo del hermano de Diego, y tío de Cleto, Rodrigo, los globos volvían a Valladolid tres días al año con la regata-memorial de septiembre, pero eso a Cleto le parecía muy, muy poco. A través de su empuje, ha logrado que su hermano pequeño, Sancho, y un amigo estén a punto de convertirse en pilotos. Y hay un grupo de gente, una escuela detrás, que les siguen, les gusta y terminarán volando, pese a que quizás por la mente de Cleto pasa más tener un globo profesional y competir las grandes pruebas europeas que generar una empresa como modo de vida.
Hasta la fecha Cleto ha sumado tres victorias. La primera, en Segovia, donde empezó; la segunda en la XVII edición del Memorial Diego Criado en Valladolid y la última, reciente, en Aranjuez. Al presidente del club Mesetarios, que fundó su padre, no parece que se le dé mal, aunque literalmente con los pies en el suelo, dice: «El globo te enseña que no somos nada. Es una metáfora de la vida. Vas donde va el viento. A veces me emociono en plena regata. Siento que es una pena no poder compartir esto con mi padre. Sé que habríamos peleado, pero nos hubiéramos llevado bien». Y es que, como él dice, ser parecidos «es una bendición y a vez una condena».
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