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La cantera de golf segoviano empezó en torno a 2014 con una avanzadilla que apenas superaba la decena de niños y ahora cuenta con 140, el complemento a una escuela de adultos con 300 alumnos. Un dato que se ha triplicado en el último lustro, según las estimaciones del director de La Faisanera, Gonzalo Ruiz de la Torre. Lo explica la escuela provincial de la Diputación – unos 60 niños que juegan tanto de invierno como de verano– y el auge del segundo deporte con más licencias federativas –unas 300.000– en España, un país con más de 400 campos. «Esperemos que nos salga un Perico Delgado del golf, eso nos ayudaría mucho».
El triunfo de Jon Rahm en Augusta –el cuarto español que logra una chaqueta verde– es una gran oportunidad para el golf. Ruiz de la Torre habla de fortuna y dedicación en la orfebrería del talento. Sergio García, hijo de un profesor, es el ejemplo. «Hay gente que ha practicado más que él y no ha salido. Cuantos más niños jueguen, más posibilidades tienes, pero nunca se sabe. Ha habido fenómenos que han salido de campos pequeños y otros de Madrid con casi 1.000 niños no han dado un fenómeno como él»
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Carlos Álvaro
La Faisanera nació en 2010 porque la Diputación aprovechó una finca de ganado junto al centro psiquiátrico de Quitapesares; tras segregarla, destinó una parte a la construcción de viviendas y otra al campo de golf. El proceso llevó algo menos de un lustro. «Un campo se hace con dinero y con ilusión», subraya Ruiz de la Torre. Lo primero era buscar un buen diseñador: José María Olazábal, ganador del Masters de Augusta en 1994 y 1999. «Un campo en el que la gente se divierta, por eso los 'greens' no son muy difíciles, no tienen esas caídas como en Augusta. Lo que se pretende es que el jugador que viene haga buen resultado y repita». El segundo pilar era la flexibilidad: que haya muchas plataformas de salida para adaptar la dificultad del campo al nivel del jugador. «Jugar con las marcas de salida para que el hoyo sea más corto o más largo en función de lo que quieras poner ese día».
La provincia contaba a principios de siglo con un reducto de jugadores que entrenaba en hoyos de unos 60 o 70 metros en un pequeño campo de Los Ángeles de San Rafael. A ello se sumaron lo que Ruiz de la Torre llama los nómadas: gente que competía en Ávila o Valladolid. El factor diferencial de Segovia es que cuenta con varios campos rústicos como Grajera, El Espinar o Valdemazo –lugares a veces mantenidos por el propio pastoreo de las ovejas–, el germen para el «paraíso», la etiqueta que el director da a La Faisanera, que albergó el año pasado el campeonato de España de profesionales y que celebrará en mayo el campeonato de España universitario con jugadores como Luis Masaveu, que compitió con Jon Rahm en el Open de España y fue la revelación del torneo.
Una década después, el golf segoviano tiene dos colectivos mayoritarios. Por un lado, los mayores de 60 años. «Mucho jubilado, médico, enfermera, gente de la banca. El golf es un deporte perfecto para esa edad». Por otro, niños entre 5 y 13 años; muchos de ellos hijos de aquellos nómadas. El director admite el reto pendiente de conquistar a la franja intermedia. «De los 20 a los 40, nos ha ganado la batalla el pádel porque es un deporte en el que en una hora has sudado y en otra media estás de vuelta al trabajo. En el golf necesitas por lo menos dos horas y media para hacer medio recorrido». La dificultad es otro obstáculo en un deporte que requiere un tiempo –en torno a unos seis meses– para asentar las bases. «El tema económico se está igualando mucho. En cuanto a precios es muy parecido porque aquí los socios del club juegan todo el día por cinco euros».
Los niños proceden de familias de Segovia y los pueblos del alfoz. La escuela provincial cuesta 75 euros al año. El club vende el golf a través del boca a boca, de su actividad en redes sociales y de sus visitas a colegios. «Es un deporte individual que puedes jugar toda la vida. Estar en un entorno al aire libre y ver una montaña como Peñalara mientras pegas una bola que vuela 200 metros y entra en una bandera es una satisfacción que no puedes explicar hasta que no te pasa».
Esa parte sostenible es otro activo del golf. La Faisanera riega con agua residual de la depuradora del Real Sitio de San Ildefonso. Por aquella finca sigue peregrinando una colonia de patos y las carpas adornan esos lagos donde de vez en cuando va a parar una pelota descarriada. El director alaba el respeto de un deporte «de etiqueta» que exige consideración al compañero.
La dedicación es clave para optimizar el talento. También detectarlo. Lo primero es conseguir un buen expediente académico para facilitar su entrada en el alto rendimiento, residencias como la Blume. «Meterle en ese ambiente, con más competencia». Rahm entró allí con 15 años y continuó su formación en el golf universitario estadounidense. «Que compita desde pequeñito. Y que no se pierda por el camino». Porque una chaqueta verde luce bien en cualquier armario.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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