![50 años de amor por la naturaleza y el deporte](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/05/24/exposicion-montanna-kIDH-U200388260262EZF-1200x840@El%20Norte.jpg)
![50 años de amor por la naturaleza y el deporte](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/05/24/exposicion-montanna-kIDH-U200388260262EZF-1200x840@El%20Norte.jpg)
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El sonido que sale de la nieve recién caída cuando se pisa por primera vez en invierno, un placer auditivo para cualquier ser humano. El color que pinta los campos en primavera, una satisfacción visual. Tumbarse sobre el césped en verano a más de mil metros de desnivel, sentir la hierba en las palmas de las manos y disfrutar de la noche estrellada, un deleite dactilar. La caída de las hojas en otoño y el olor a tierra mojada que dejan las primeras lluvias, un sentimiento agradable para el olfato. Así es la naturaleza, cambiante.
Eso que comenzó en los años 70 como un grupo de amigos que admiraba la montaña y deseaba salir al campo para disfrutar del contacto con la naturaleza y de los pequeños placeres de la vida se ha convertido en una realidad que celebra ya sus bodas de oro. Apoyados por la Universidad de Valladolid, el Grupo Universitario de Montaña (GUM) comenzó en 1972 a organizar salidas semanales a diferentes picos del territorio nacional y, en ocasiones, internacional.
Gredos, Torre Friero, Collado Jermos, Aneto, Naranjo de Bulnes, Cabaña Verónica, la Bermeja, Espigüete, Curavacas, Peñalara, Pico Tesorero, Mulhacén, Teide, Mont Blanc, Denali, Aconcagua, Gasherbrum… estas son algunas de las montañas que han escrito una aventura en la larga historia del GUM Valladolid, la mayoría de ellas con una anécdota entrañable que contar. La del Aneto, José Antonio Fernández -uno de los veteranos del grupo- la recuerda más que entrañable... «trágica, aunque por suerte tuvo final feliz». El grupo de jóvenes de 1976 comenzó la salida, como siempre, en la plaza de la Universidad; tras varias horas de viaje, descendieron del autobús en los Pirineos y emprendieron el camino hacia la cima más alta de la cordillera. Llegando al glaciar visualizaron dos figuras masculinas caminando, que se volatilizaron de repente y desaparecieron.
Sobresaltados a la par que preocupados se apresuraron hasta el lugar y... ¡sorpresa! Una grieta se había tragado a los dos hermanos catalanes, con la buena suerte de que quedaron sostenidos en un saliente. José Antonio, el más mayor de la expedición vallisoletana, tomó partido en el asunto y con ayuda de las cuerdas consiguió rescatar a los dos accidentados, uno de ellos en perfecto estado. Sin embargo, el rostro de su hermano estaba cubierto de sangre por el fuerte golpe de la caída. La única opción de sacarlo de ahí con vida era arrastrarlo por la nieve, pero apareció un nuevo contratiempo: un pedregal. Dos estudiantes de medicina del GUM se negaron a atravesarlo con el joven arrastras, 'en caso de sufrir una lesión cervical, moverlo por ahí sería el fin'. Las opciones se agotaban hasta que a uno de ellos se le iluminó la bombilla y propuso llamar al helicóptero de emergencias, pero claro… en esa época no existían los móviles. El más hábil bajó hasta el pueblo, unos diez kilómetros, y contactó con los servicios de emergencia; cuando pensaban que se habían acabado los problemas, apareció el papeleo de siempre. Las autoridades españolas debían permitir a los servicios de emergencia franceses realizar un rescate en territorio español… una vez dado el OK, el catalán salió del Aneto vía aérea y el grupo vallisoletano pudo continuar su aventura. Días después se reencontraron en el pueblo, «¡semejante chichón… y el moretón lucía de todos los colores!».
Pequeños inconvenientes en el camino que, gracias a dios, nunca terminaron en una desgracia. El veterano y Federico Mendoza, actual responsable del GUM, recuerdan «algún incidente» relacionado con problemas mecánicos y meteorológicos con los autobuses, desorientaciones en mitad de la ruta o lesiones de los integrantes. «Hay gente que se apunta a las salidas y no es consciente de la dificultad y de sus limitaciones, entonces le surgen problemas físicos en el desarrollo y retrasan a todo el grupo. Más de una vez, los más experimentados hemos tenido que cargar con compañeros, porque no podían moverse. ¡Estaban tiesos!», lamenta Mendoza. La montaña puede ser imprevisible, «hay que tenerle respeto, miedo tampoco». Por ello, el grupo universitario combina en todas sus salidas integrantes con una amplia experiencia y jóvenes con ganas de adentrarse en el mundillo. No obstante, los ascensos que han realizado a los picos más altos (Mulhacén, 3.479 metros; Mont Blanc, 4.808 metros; Denali, 6.190 metros; Aconcagua, 6.961 metros; Gasherbrum, 8.035 metros) eran en grupos reducidos, «no más de seis personas».
El compañerismo y el sacrificio son las virtudes que destacan los dos experimentados montañeros de los integrantes del grupo; cualidades imprescindibles a la hora de afrontar las imprevisibles trabas que surgen en la naturaleza. En los pasos complicados y en las aristas de los picos, se amarran con cuerdas en grupos de dos o tres personas, «si tu compañero cae, tienes que hacer lo posible por salvarle la vida; en ocasiones, poniendo en riesgo la tuya». De este grupo han surgido amistades que perduran en el tiempo, por lo que actualmente siguen convocando salidas y reuniones con los primeros caminantes «para que no se les olvide el sacrificio que hacían hace cincuenta años» (el sábado 3 de junio, la XXIV Marcha de Veteranos del GUM en Palencia). Los estudiantes Erasmus ocupan gran parte de las plazas con el objetivo de conocer gente con sus mismos gustos y descubrir la España menos accesible y desconocida. «Cuando nos sobra tiempo, visitamos los monumentos y los pueblos que están en los alrededores de la ruta; intentamos enlazar el deporte y la cultura».
Con el paso de los años, las salidas a la montaña se han reducido. El GUM Valladolid organiza unas 20 excursiones durante cada curso universitario, es decir, aproximadamente cada dos semanas. Esta temporada finaliza el próximo domingo 11 de junio con la ruta de los acantilados de San Vicente en Cantabria. Además, esa misma jornada disputarán un concurso de pinchos entre los inscritos. Los interesados pueden inscribirse todos los miércoles y jueves en horario de 20:30 a 21:30 horas en las instalaciones deportivas de la Universidad de Valladolid, donde recibirán toda la información necesaria sobre material, horarios, fechas y precios.
Además, la exposición, que recoge todas las aventuras de estos cincuenta años de historia, permanecerá abierta hasta el 30 de junio en el Museo de la Universidad. Las visitas se podrán realizar, de manera gratuita, de lunes a viernes en horario de 11:00 a 14:00 horas y de 17:30 a 20:30 horas.
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