Antonio Corbillón
Lunes, 4 de abril 2016, 19:20
Cuando cambió de ritmo, encaró la recta final del 1.500 y le enseñó los talones de sus zapatillas a Celia Antón, la única que intento seguirle el ritmo, Nuria Fernández, no fue consciente de hasta qué punto se había rebelado contra la biología. «Es fuerte, ¡si podía ser mi hija!», reconoce después al pensar en su rival, a la que saca 20 años. Ocurrió en el último Campeonato de España y a sus 39 tacos, la mediofondista madrileña sumó hace unas semanas un nuevo título, 18 años después de que se estrenara en lo más alto del podio con un oro en los 800 metros lisos. Por aquella fecha, Celia Antón, la única que ahora trata de arrebatarle su reinado, era apenas un bebé que corría a gatas. No es de extrañar que en su Twitter, Nuria Fernández se anuncie como Mamá a la carrera de familia numerosa. Aspira a ser la primera española de 40 años (los cumplirá el 16 de agosto en plenas Olimpiadas de Río) y con tres hijas que logre participar en alguna de las pruebas reina del medio fondo en unos Juegos. Son esas distancias (1.500 metros o 5.000) que exigen una combinación de lo mejor de un deportista: una mezcla de velocidad y resistencia. Incompatible en apariencia para un organismo de su edad y su sexo. Los especialistas en medicina deportiva recuerdan que, a partir de los 25 años, el cuerpo pierde el 10% de capacidades por década. Un proceso que se agudiza aún más en las mujeres. Y ella quiere explotar su fibra juvenil en la prueba reina: el 1.500. En 5.000 «están las africanas que, cuando te das cuenta, te han doblado ya siete veces en la pista», exagera.
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Para mantener ese pulso con la biología, Nuria tiene que multiplicarse además en los juegos olímpicos de la vida diaria, «una competición con tantos desafíos como los que me esperan en el estadio». Cuando atiende a este periódico es un día cualquiera de la semana y son casi las diez de la noche. «Oclock»...quarter.. atenta que ese verbo es en pasado, Candela». Tras otra jornada intensa, la atleta repasa las clases de inglés de su hija mayor Candela (8 años). Antes ha dado la cena a Valentina (2 años) y el potito a María (va camino de su primer año). «Me levanto a las siete y acabo a las 10 de la noche. ¡Me acuesto derrotada»!», reconoce.
Pero el desgaste del día a día es un poco menos duro cuando tienes en casa a tu entrenador (su marido, Aser Pernil) y una familia dispuesta a empujar este esprint final de su carrera. «Sin ellos sería imposible. Mi suegra, mis padres, mi hermana.. no dejan de repetir las preguntas clave ¿quieres que te cuide a las niñas? ¿necesitas algo? Que el entorno te de buen rollo y energía ayuda mucho», reconoce.
Por eso nada la quita de la cabeza su gran objetivo: sus cuartos juegos olímpicos después de estrenarse en Sídney 2000 (no pudo acudir a Pekín 2008 tras su primer embarazo). Dice que se pasa el día «escuchando al cuerpo». Y, de momento, este le informa de que funciona con el esprint de una juvenil y la experiencia de una jubilada. «Es un atletismo de regalo. Antes corría 70 veces la noche antes de la prueba. Era un torbellino. Ahora celebro las cosas como si no hubiera un mañana».
Un día a día que ha enterrado los malos tiempos, como la aparición de su nombre en el caso de dopaje de la Operación Galgo en 2010, justo su mejor año cuando fue campeona de Europa de la prueba reina (1.500) y elegida Atleta del Año. Fernández nunca negó que compró «unas ampollas que luego nunca me tomé». Durante un tiempo, muchos compañeros la evitaban y situaron en la lista negra.
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¿Estados de ánimo y triunfos como los de ahora le hacen olvidar aquellos malos ratos?
Todo aquello se sobreseyó. Ahora vivo otra época y otro atletismo. Trato de que vean que hay mil mujeres mejor que yo. Pero también que aprecien que aquí estoy con tres hijos y eso no impide que una mujer intente ser la número uno en lo que quiera, no solo en el deporte.
Dice que no piensa en el mañana pero no le gusta que le pregunten por ese futuro que intuye muy próximo: el retiro. «Siempre me hacéis esa pregunta y sienta como un pedrolo. No sé qué voy a hacer. Voy a día a día», replica.
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Pero en realidad, sí sabe lo que va a hacer. Muy activa, en las redes sociales, hace una semana desvelaba en su perfil las «sensaciones nuevas» de sus entrenamientos para su primera media maratón (21.097 metros).
Entre dos siglos
También día a día transita la carrera de un longevo aún mayor que Nuria. Y pasito a pasito, no en vano su especialidad deportiva es la marcha y la profesional la podología. Hace una eternidad que España alcanzó la mayoría de edad organizando unos juegos olímpicos. Fue en Barcelona 1992 y ya estaba en la pista Jesús Ángel García Bragado. Siete vidas deportivas después y otras tantas olimpiadas, Chuso, como le conocen en el atletismo español, se despedirá en Río en los 50 kilómetros marcha. Ya es el atleta del mundo con más participaciones en los mundiales (12) y será el primero en la historia de la gran cita deportiva que alcanza siete participaciones. A sus 46 años, quiere ir a Brasil «para disfrutar, lo que no quita que quiera hacer un buen resultado». Y, al igual que su colega Nuria Fernández, su Twitter ofrece su mejor tarjeta de presentación: atleta de finales del siglo XX y principios del XXI.
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Hijo de aquel Plan ADO 92 que llevó a España a superar por primera vez las 20 medallas olímpicas, García Bragado estira su longevidad gracias a una metodología de trabajo aprendida en los tiempos de la abundancia económica y que combina «intensas jornadas de mañana y tarde» zancada a zancada. Las nuevas técnicas quirúrgicas y la cirugía ortopédica salvaron por tres veces un cuerpo entregado al asfalto. «Veo a los chicos de ahora que podrían ser el relevo, miro sus kilometrajes y son muy discretos para afrontar ese relevo con garantías», lamenta.
Le duele porque l gustaría dar el relevo tras ser el último de una generación de oro de la marcha española. García Bragado es el español con más medallas en un mundial (cuatro, incluido un oro en un lejano Stuttgart 1993). Camino de sus bodas de plata en la élite, también para él la presión por los logros ha pasado a un segundo plano. «Ya he vivido las dos cosas:he ganado medallas que no esperaba y he fracasado cuando más ilusión tenía. Ahora puedo decir que, quien no sabe controlarla, se quedará en el camino».
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El futuro del ciudadano García Bragado, parece aún un libro por escribir. Es un «culo inquieto» y hombre «comprometido». Un señor que también es concejal del PP en el Ayuntamiento de San Adriá de Besos (Barcelona). De orígenes zamoranos, pero criado y forjado como deportista en Madrid, la política le tentó en su tierra catalana de adopción «para defender mi sentimiento de españolidad».
Separado de la exgimnasta Carmen Acedo, sus dos hijas casi adolescentes le han cogido gusto a volver a la tierra de sus abuelos paternos en Toro (Zamora).
Sus chicas le reclaman parte del tiempo que dio al deporte profesional. ¿Cómo lo gestiona?
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Como se puede. Yo he contado mucho con mis padres que han suplido mis ausencias. Pero las hijas se hacen mayores y los padres también. Todos te reclaman atención así que te encuentras como en un bocadillo.
En todo caso, Bragado se muestra dispuesto a ayudar cuando le llegue el día después. «No me imagino en otra actividad que no sea el atletismo, como entrenador».
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