![Valladolid, ciudad ciclista](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/pre2017/multimedia/noticias/201504/29/media/cortadas/angelmariadepablos-ciclismo--575x323.jpg)
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M. E. García
Miércoles, 29 de abril 2015, 18:44
80 años han pasado desde que en septiembre de 1935 llegara a Valladolid la primera etapa de la primera Vuelta a España de la historia. Ángel María de Pablos, periodista y escritor califica esta primera experiencia con el gran ciclismo como un «éxito rotundo» con un paseo Central de El Campo Grande «hasta los topes de gente». De Pablos destaca la importancia de ser el primer destino de un final de etapa de la competición ciclista más importante del país. El Tour y el Giro llevaban años instaurados en sus países y en España «después de no pocos intentos» puso en marcha su Vuelta a España con salida desde Madrid y llegada a Valladolid.
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En esa primera meta Valladolid «sirvió de ejemplo a las demás llegadas: Santander, Bilbao, San Sebastián. Valladolid fue el espejo en el que se miraron muchos», concluye de Pablos. Así se instauraron costumbres que hoy se mantienen: que las «madrinas» se vistan con el traje regional del lugar y el puesto de bebidas gratis para que los ciclistas repusieran fuerzas son dos buenos ejemplos. En aquella ocasión San Miguel, como patrocinador, fue quién puso el material. Beber cerveza en la actualidad sería algo impensable.
Hace 80 años ya existía el podio «aunque más discreto que el de ahora» donde el ganador recibía los honores. «Ahora la organización lleva todo el material necesario para el final de etapa pero entonces lo ponía la organización local».
La cita también tuvo su repercusión económica. «La Vuelta a España siempre arrastra consigo una posibilidad de dinero para el lugar que lo acoge.» Y añade: «en aquella época a parte de los equipos con los corredores, directores, masajistas, etc., se movía un número reducido de prensa, pero ahora todo eso se ha ido multiplicando con los años y en la actualidad La Vuelta a España traslada de forma itinerante una ciudad de más 1.500 personas.»
El ciclismo en 1935 era muy diferente al actual. Los ciclistas debían arreglar sus pinchazos y circulaban en vías que no se encontraban en perfecto estado para rodar. Ángel María de Pablos se refiere, también a aquellas bicis que «pesaban 30 kilos, algunas 25 y eran duras para meterse por esas carreteras.»
La cobertura de los medios de comunicación también ha cambiado. Los periodistas acudían a la salida de la etapa y después bien en coche o en tren se trasladaban a la meta porque no podían seguir al pelotón. «A veces el tren fallaba o uno de los periodistas en Francia cuenta que el tren llegó a un paso a nivel que tuvieron que abrir para que pasaran los corredores. Al final, los ciclistas llegaron antes que el redactor, que tuvo que preguntar a los directores de los equipos y a los corredores sobre el desarrollo y conclusión de la etapa.»
En cuanto a nacionalidades en los años treinta mandaban los belgas que eran «auténticas locomotoras» y así lo demostraron en aquella primera etapa tal y como relata de Pablos: «Llegaban escapados Aaton Dignef y el español Antonio Cañardo y aquí se impuso Dignef que era más rápido. Mariano era un corredor más de fondo» y concluye: «en Valladolid se cumplieron los pronósticos».
El escritor recuerda sus tardes de colegio, cuando les dejaban libres en el centro educativo de Lourdes para que acudieran a ver el final de etapa de la Vuelta a España. «Yo aquí he visto duelos espectaculares entre aquella locomotora belga era Eric Van Steinberger y el español Miguel Poblete. En el primer duelo ganó el belga y en los otros dos venció el español. Aquellos días Valladolid fue una fiesta porque el sentido de los equipos nacionales era mucho más acusado de lo que existe hoy en día con los equipos comerciales».
Retos y carreras en Recoletos
Según relata De Pablos en Valladolid la pasión por el ciclismo era una cuestión familiar. Los primeros grandes campeones fueron los Gómez Sigler, fundadores del Café de El Norte donde también se situó la Unión Velocipédica Española, «la primera gran sociedad ciclista de este país que llegó a Valladolid de la mano de Narciso Alonso Cortés».
Estos precursores del ciclismo en Valladolid y más se retaban entre ellos ya que no había competiciones oficiales. Esta situación dio lugar a algunas anécdotas como la de Luis Tena. Tena retó a José María Gómez Sigler como campeón de Castilla y León. El recorrido marcado era ValladolidVenta de Baños, Venta de BañosValladolid, «que le ganaba con una pierna», asegura De Pablos. Estos retos se preparaban con un mes de anticipación en el que los corredores dejaban 50 pesetas, «una cantidad importante en aquel entonces».
El día acordado acudían con unos jueces para la competición. Sin embargo, cuando llegó el momento Gómez Sigler no se presentó, con lo cual perdió las 50 pesetas. «A Luis Tena no le hizo mucha gracia ya que le hubiera gustado ganarle en la carretera y en unas declaraciones hechas a El Norte de Castilla un tiempo después, Tena afirmaba que le había asustado su gran forma física.» Y continúa: «Después se descubrió que Gómez Sigler se había marchado al aeropuerto militar de Sevilla, Tablada, para conseguir la licencia de piloto y participar en la Guerra de Marruecos.» Gómez Sigler es todo un ejemplo de aventurero ya que cuando volvió de África fue el primer piloto en pasar bajo el Puente Colgante con su avioneta. «Así eran de arriesgados los ciclistas», comenta De Pablos.
Las carreras de carácter provincial y regional se disputaban en Recoletos donde usaban las farolas del centro para correr en torno a ellas. Las competiciones tenían lugar sobre todo, durante las ferias de septiembre.
Delibes y las bicicletas
Otra de las familias que destaca el periodista en el mundo del ciclismo vallisoletano son los Delibes. «Debido a su ascendencia francesa tenían una enorme afición. Los que más destacaron fueron Adolfo Delibes y Julián Delibes que, además de subirse sobre dos ruedas, organizaron sociedades y retos».
El padre de Miguel Delibes era un gran aficionado y, aunque nunca compitió, sí que brindó un gran apoyo a sus hermanos. «Por eso Miguel tenía una gran afición a la bicicleta», comenta. Ángel María de Pablos trabajó junto a Delibes en El Norte de Castilla y recuerda sus conversaciones con el que fue director del diario. «Cuando volvía de una gran carrera como el Touro el Giro o la Vuelta me llamaba a su despacho, me sentaba en el sofá de las visitas y me decía: ahora cuéntame todo lo que no has podido contar en la televisión y ha ocurrido en los hoteles. Yo le contaba algunas cosillas y él disfrutaba enormemente». Y añade, «Yo creo que su libro y esto es una suposición mía, Mi pequeña bicicleta parte de aquellas conversaciones.»
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