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Maica García es agarrada por una jugadora de Estados Unidos.
El trabajo más duro de la piscina
Waterpolo

El trabajo más duro de la piscina

«Debajo del agua hay todo lo que te puedas imaginar: golpes, arañazos, patadas... A veces tienes que contar hasta tres y aguantar», asegura Mati Ortiz, campeona del mundo.

Javier Bragado

Lunes, 23 de marzo 2015, 19:35

Mati y Maica se sumergen hasta ocho horas diarias en una piscina. Pero cuando se secan, los mensajes de alerta que les envía el cuerpo no son ojos rojos por el cloro o yemas arrugadas como pasas. «No hay ninguna parte del cuerpo que no te duela. Es que sales y parece que te hayan metido diez palizas. Es horroroso», confiesa Maica García, mejor jugadora europea de waterpolo en 2014. Simplemente se trata de una consecuencia de su trabajo, puesto que Maica juega en la posición de boya y Matilde 'Mati' Ortiz en la de defensora de su posición. «Para mí jugar de boya es lo más complicado en el waterpolo. Tener una jugadora encima toda la posesión, tenerte que mover, la gente que te baja, tener cerca a la portera, no tienes campo de visión... es totalmente diferente al juego exterior», describe García. «Cada uno tiene su dificultad, pero hay mucho contacto», añade Ortiz.

Pueden compararse con los protagonistas de una película de artes marciales cuando desembocan en un callejón sin salida: todo aquel que se acerque empleará la fuerza y cualquier herramienta que tenga a mano para detenerlas. Sin embargo, existe una gran diferencia entre ambas. Maica García es el foco de luz en el ataque, la referencia a la que todas las compañeras miran porque frente a ellas está el camino más cercano al gol y uno de los puntales de las subcampeonas olímpicas. Sus casi 190 centímetros de altura imponen fuera y dentro del agua, aunque sirven también de excusa para ser el saco de los golpes. «Noto que conmigo son más permisivos con las defensoras. A mí me dicen: 'Como tú eres tan grande...'. Si me marca alguna que mide menos lo permiten mucho más. No lo veo justo porque si te están dando, te están dando igual. En cambio, a la hora de que me mueva no me dejan. En lugar de dejar jugar, pitan en contra o lo que sea», reivindica Maica García.

En cambio, Mati Ortiz es la destructora, aquella que debe hundir al portaviones rival, el penúltimo ladrillo de la muralla. «Esto de defender, poder robar una pelota, es como... '¡Jódete!, la he puteado a la otra'», exclama sin esconder la sonrisa Mati Ortiz, quien empezó en la portería cuando probó el waterpolo cuando su familia se mudó desde México a Cataluña. «Para mí es la segunda posición peor. La que se lleva las primeras hostias es la boya y la siguiente es la defensora porque es la que está encima. Si te meten un gol se va a cabrear el entrenador, la bronca se la va a llevar la defensora y la responsabilidad es complicada porque el ataque al final por alguien va saliendo, los goles se pueden meter por otro lado, pero en defensa te los meten a ti y en defensa es más complicado», reconoce al otro lado García.

Tráfico pesado

Una bestia y una exigente

  • Cada una conoce los trucos, puntos débiles y fuertes de la otra. Se enfrentan con asiduidad, ya que ambas forman parte del CN Sabadell durante la temporada, y repiten emparejamiento en fases de preparación como la que en estos días llevan a cabo la Residencia Blume de Madrid para ensayar sus partidos de la Liga Mundial -se enfrentarán a Países Bajos este martes (19.00 h) en el centro centro M-86 de Madrid-. «Maica es una bestia. Disfrutas al verla jugar porque hay momentos que dices 'De ahí no sale y no va sacar la pelota'. Pero se revuelca, gira a tres tías y al final sale la pelota y te preguntas

Sabe que los golpes no se suavizan por nadar por detrás en el cruce de tráfico pesado. «A veces tienes que contar hasta tres y aguantar: 'Ahora no te la doy porque me está mirando el árbitro pero luego te la voy a devolver en algún momento'. Al final es: defiendes y sabes que vas a recibir cinco patadas. Vale, levanto manos, recibo esas cinco y luego cuando pueda te las devuelvo. Tampoco eres tonta, si te dan, das, pero tienes que estar preparada para eso psicológicamente», reconoce abiertamente Ortiz. «¿Devolverlas? Intento siempre que puedo», suma García, en una muestra más de por qué las apodan las 'guerreras del agua'. De hecho, ambas confiesan que la picaresca caldea los ánimos en la piscina porque los jueces apenas atisban lo que ocurre en las zonas de inmersión. «Debajo del agua hay todo lo que te puedas imaginar: golpes, arañazos, patadas... Obviamente por eso tienes que ser un poco inteligente y decir: 'No le voy a dar fuera del agua porque es al final es peor para mí'. Pero dentro del agua, mientras no lo vea el árbitro hay libertad. Y hay cada una...», revela Mati Ortiz.

Sin embargo, ante las palizas sufridas por el juego sumergido cuentan con opiniones diferentes. «Hay partidos en los que puedes hacer de todo y no te van a pitar expulsión y hay otras en que a la mínima te echan. Yo, como defensora, prefiero que permitan casi todo y no tener que estar con tres expulsiones al principio. También es verdad que, por contra, para las boyas como Maica es una putada», expone Ortiz. En el otro lado del espejo su compañera ofrece una solución para que el trabajo más difícil de la piscina sea menos duro: «A lo mejor había que tener algunos buzos por ahí abajo».

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