FERNANDO MIÑANA
Domingo, 8 de marzo 2015, 17:18
Desde los tiempos del mítico Antonio Peñalver, el murciano que salió de los Juegos de Barcelona abrazado a una medalla de plata, y del plusmarquista Francisco Javier Benet, España añoraba la irrupción de un decatleta de 8.000 puntos. Ningún español ha traspasado este linde en el siglo XXI, pero esta temporada ha irrumpido un joven de Onil, en el interior de Alicante, que está llamado a entrar en la línea de sucesión.
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Es Jorge Ureña, que este invierno ha amenazado el récord nacional del héptatlon, en poder de Peñalver desde 1992, antes de que él naciera. En Antequera se quedó a 11 puntos y en Praga pudo triturarlo, pero patinó en uno de sus fuertes, la longitud, y eso le lastró hasta acabar séptimo con 5.941 puntos.
Ureña es hijo de su padre también como atleta. José Antonio Ureña, decatleta de los tiempos de Peñalver, precisamente, que aún sigue medio en activo (4.173 puntos hace unas semanas), ha ido puliendo, con su exagerada pasión por las pruebas combinadas, a un deportista que desde su corta estatura -no llega al 1,80- y con 21 años se ha atrevido a desafiar a los gigantes europeos. Eso me motiva, mirarles y pensar: voy a intentar meteros caña, cuenta, con su risa sincera, la de un tipo humilde que se ha criado en las pistas de su pueblo, a la sombra de un talento como Eusebio Cáceres, quien, como todos allí, siempre alentados por Ureña padre, se inició en las combinadas.
Objetivo, 8.000 puntos
Jorge sufrió de adolescente. No crecía a la velocidad de sus amigos, de sus compañeros, de sus rivales. Pero a los 17 años dio el estirón. Desde entonces no ha dejado de progresar y eso le permite tener grandes aspiraciones. Este verano espero llegar a los 8.000 puntos y si no es posible, al siguiente. En el Europeo ha exhibido carácter. Y tras su traspié en la longitud se rehizo y elevó su marca en salto de altura hasta unos sobresalientes 2,04. Ayer se despertó con la décima mejor marca española de todos los tiempos en 60 m vallas (7.81). Y también renovó la de pértiga (4,80), ya con los cinco metros en el punto de mira.
Cada día entrena varias pruebas de seis a nueve de la noche. El resto lo dedica a estudiar el módulo superior de FP en Educación Física. Y cuando se aburre se desahoga con la batería o la percusión para ir de bolos de vez en cuando con sus amigos. Pero este invierno le ha confirmado como uno de los referentes de los próximos años. Aunque aún tiene retos pendientes, mejorar el lanzamiento de disco, la misma debilidad que su progenitor, y mejorar las pocas marcas en las que aún le aventaja. Porque José Antonio es su padre y su entrenador, pero también su rival y su primer seguidor.
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