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JON AGIRIANO
Jueves, 11 de agosto 2016, 18:47
Han pasado los primeros días olímpicos y todavía no ha se ha disparado ninguna nueva alarma relacionada con el dopaje. Es cierto que todavía sigue coleando la polémica por el veto a los atletas rusos, pero cada vez tiene menos relevancia y todo apunta a que pronto se difuminará hasta desaparecer. Básicamente, porque los dirigentes de Rusia, comenzando por el propio Putin, son perfectamente conscientes de que esta vez les han pillado con el carrito del helado y que lo de los Juegos de Sochi, se mire como se mire, no hay por dónde cogerlo. Su airada indignación de las últimas semanas no es más que un pose para desviar la atención y hacerse la víctimas. Una táctica muy vieja para salir del paso.
La buena noticia de la ausencia momentánea de positivos o de sus sucesos extraños como el famoso accidente de moto de Kenteris y Thanou en Atenas cuando se dirigían a pasar un control, no ha impedido, sin embargo, que la cuestión de dopaje siga estando en candelero en estos Juegos. Lo está por la aparición de lo que algunos ya han bautizado como dopaje cerebral. Dicho así, da un poco de miedo. Sin quererlo, uno comienza a pensar en cosas terribles. Expliquémoslo, por tanto. Se trata de un sistema de estimulación de las neuronas a través de las descargas eléctricas que emiten unos auriculares especiales que los deportistas usan durante sus entrenamientos. Esta técnica, a la que los neurólogos conocen como Estimulación Transcraneal por Corriente Directa (tDCS), mejora el rendimiento. Entre otros efectos positivos, ayuda a prolongar el esfuerzo inhibiendo la señal de fatiga que los músculos envían al cerebro, mejora el equilibrio y aumenta la capacidad de concentración. De hecho, el ejército de Estados Unidos ya lo emplea en los entrenamientos de sus tiradores de élite.
El éxito de la tDCS ha sido rápido y a él ha contribuido una leyenda como Michael Johnson, triple campeón olímpico de 400 metros y uno de los grandes promotores de los auriculares Halo Sport, cada vez más populares entre los deportistas de la delegación de Estados Unidos. Johnson habla maravillas de esta técnica, a la que no ve ningún efecto nocivo y, por supuesto, no la considera dopaje. Los científicos tienen más dudas sobre la idoneidad del empleo masivo del tDCS y ya debaten sobre el tema. La AMA no se ha pronunciado al respecto, pero es de suponer que lo hará en los próximos meses.
Al cronista le ha dejado pensativo esto del dopaje cerebral. Como es fácilmente sugestionable, desde hace unos días cada que ve a alguien haciendo footing con unos auriculares vanguardistas por los alrededores del anillo olímpico se pregunta si serán de la marca Halo Sport y el tipo estará disfrutando en ese momento de una estimulación neuronal más potente incluso que la que provocaba el orgasmotrón de Woody Allen. Lo que hay que dar por seguro es su éxito universal, salvo que la AMA los prohiba, una posibilidad que no debe descartarse. Al fin y al cabo, las neuronas son las neuronas. Material muy sensible. Y ya sólo faltaría que, aparte de ver atletas rompiendo récords imposibles gracias a los tradicionales productos dopantes, ahora los veamos también sonados y haciendo cosas muy raras debido a una exagerada dosis de estimulación cerebral.
Uno, por si acaso, ya se prepara mentalmente para su legalización y uso masivo entre los grandes deportistas, los tronados de gimnasio y quién sabe qué colectivos más. De hecho, ya estoy viendo a las estrellas del fútbol sustituyendo sus actuales auriculares supersónicos con los que parecen pasarse la vida escuchando música por otros de la marca Halo Sport. Será un espectáculo verles salir del autobús y entrar a los hoteles o a los estadios, estimulados cerebralmente al máximo. Aunque también en esto, digo yo, habrá que calibrar los factores de riesgo y tomar algunas precauciones, como la que tomó Panorámix impidiendo a Obélix beber más poción mágica desde que se cayó de niño en el caldero, no sé si me entienden. Pienso en gente como Dani Alves o Cristiano Ronaldo.
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