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Aterrizaba el segundo día del mes de julio en Japón con gran parte del equipo de piragüismo. Desde ese momento, fiel a su estilo siempre desenfadado, David Llorente ha ido contando casi a diario en sus redes sociales todas sus pequeñas aventuras en el que ... va a ser el gran momento de su carrera. El viaje ya comenzó siendo un tanto atropellado desde antes de despegar el avión, porque había que subir las piraguas: «Miden más de tres metros y es complicado con lo estrictas que son las aerolíneas. Al final, pudimos facturarlas», comenta desde Japón el segoviano.
«Una vez llegamos a Japón, en principio en este país te exigen una cuarentena de dos semanas», sigue narrando, «en nuestro caso al ser olímpicos podemos saltarla para ir a entrenar. Pero teníamos que rellenar un montón de papeles, dos aplicaciones en el móvil, pasar por un montón de controles y en cada parada te piden una cosa distinta». Tras toda la burocracia de tres horas y una prueba PCR antes de salir del aeropuerto, ya pudieron salir a recoger las piraguas y las maletas. Casi cinco horas.
Al día siguiente, todo el equipo cogió un tren, «un vagón reservado solo para nosotros, para no estar en contacto con nadie de Japón» y viajaron hasta Oshu, hacia el norte del país. «Tienen un canal muy bueno y decidimos ir allí ocho días antes de que los entrenamientos en el canal oficial empezasen, para aclimatarnos, estar ya preparados al cien por cien». Hasta ahí, yendo únicamente al canal, apenas han podido cruzarse con nadie; pero para David Llorente ha sido ya muy especial. Les hicieron una recepción oficial en el pueblo y en cada entrenamiento tenían gente observándoles y animándoles.
En el regreso a Tokio, también todo muy estricto para no tener contacto con la población local. No en vano, ese retorno llegaba cuando se acababa de confirmar que tampoco habría público local en los Juegos por un repunte del virus que preocupa a las autoridades del país nipón. «Estamos en un hotel gigante solo para los deportistas de nuestra modalidad, con entrenadores y fisios. Con unas restricciones bastante altas. Estamos divididos en tres grupos y con ese grupo es con el que vamos a comer, desayunar y cenar y luego a entrenamientos». Pasan los días encerrados en la habitación exceptuando las horas de las comidas, momento en el que han de coger guantes para servirse; se sientan en mesas separadas por vitrinas de plástico. «No se han dejado nada para que, si alguien pilla el virus, no se pueda transmitir», comenta Llorente. Además, cada día se les hacen pruebas de saliva.
Hasta el día 20 no van a comenzar los entrenamientos oficiales, pero ya las rutinas van a ir cambiando tras esta primera toma de contacto para aclimatarse. Hay excepciones y, en este caso, David está ante una de ellas: «Mi deporte como es necesario que conozcamos mucho el canal y eso, el COI ha conseguido hacer una especie de pre 'training camp' que empieza el día 8 y termina el 19 de julio». En esas fechas ya estarán todos los contendientes de la prueba para empezar a remar en serio y a aprenderse las condiciones del canal olímpico.
Para ir al canal a entrenar, autobús privado. Y en el canal ya van haciendo todo el resto de la vida: «Comemos allí, hacemos dos sesiones de entrenamiento por día, con una separación de tres horas entre cada sesión». Una hora después de la segunda sesión, que tiene lugar a las cinco, vuelta al hotel, cena a las ocho y a dormir. Todo muy estructurado, muy cuidado y con poco margen. Pero el olímpico segoviano no ha perdido un ápice de la ilusión que le llevó hasta Tokio. Más bien, al contrario.
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