Marta San Miguel
Enviada especial París
Martes, 6 de agosto 2024, 00:24
Cuando Ana Carvajal realiza su último salto en París y aún no se ha evaporado la espuma que abre su entrada en el agua, su entrenador Arturo Miranda levanta los brazos y grita de alegría. Están a cien puntos de las chinas -anfibias voladoras, de ... otra liga, o de otro planeta, porque Quan Hongchan (421.05) y Chen Yuxi (403.05) son una especie con alas y branquias que disimulan bajo sus bañadores rojos, tanto que ganaron el oro en simétrico hace seis días-, pero lo que celebra Miranda con el salto de Carvajal es que hay algo más al otro lado de la piscina. Cuando la madrileña de 17 años sale del agua y recoge su toalla para decir adiós a la piscina del Centro Acuático de Saint Denis, España está dando la bienvenida a un nuevo tiempo en la disciplina tras de años en el dique seco.
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Ana Carvajal debutó en 2023 en un Mundial (Fukuoka, Japón) con 16 años y logró su pase directo a los Juegos, y ayer, a un mes de cumplir la mayoría de edad, llegó hasta la semifinal en plataforma de 10 metros para sumar 276.90 puntos y obtener el puesto 14 de 18 semifinalistas, tras superar la fase preliminar por la mañana. «No estaba muy preparada para entrar a la final y estoy muy contenta con lo que he hecho y cómo he saltado», dijo en zona mixta con el pelo aún empapado, sin frío ni calor, sin ganas de hablar y sin cortarse al hacerlo. Estudiante de Bachiller, campeona de Europa en Belgrado el pasado junio, se sintió «un poco peor» saltando por la tarde porque «estaba más cansada, pero este deporte es así, tienes que ser súper constante para hacerlo siempre igual y es complicado. Mi objetivo era competir y no sé si era para mí estar en una final, tal y como estaba entrenando».
Con una carrera meteórica, la calidad de sus saltos está más que sabida, pero a competir a este nivel también se aprende, y así se toma su paso por la semifinal de los Juegos: «Aquí he aprendido que tengo que estar tranquila en las competiciones, a tomármelo con calma y que no tengo nada que demostrar a la gente». Mientras crece en la vida y en la élite, Carvajal ha pasado de estar en clase en el instituto a subir los casi 50 escalones de la plataforma entre las figuras más grandes de este deporte, y aunque se había visto con ellas en las pruebas del circuito mundial, «al final las chinas son las chinas y entrenar con ellas es increíble». El lunes las tuvo más cerca porque saltaban justo por delante de ellas en las preliminares: «De ver a la gente saltar se aprende muchísimo, te fijas porque, por así decirlo, tienes que imitar lo que hacen. Cuando hago un salto mal, intento guardarme en el móvil un salto bueno y lo miro para ver cómo lo he hecho y copiarlo».
Profesionalización
Lejos de ser una travesía triste, su despedida tiene los aires de un movimiento anticipatorio, un aviso. El salto en nuestro país vive un cambio, y del secarral estamos empezando a ver en la cumbre de los trampolines algo así como nieve blanca, algo nuevo que cae en silencio, y que con el tiempo se traduce aquí abajo en ríos llenos y riberas prósperas. El fichaje del italiano y exsaltador olímpico Domenico Rinaldi como director técnico y de Arturo Miranda como entrenador de alto rendimiento después de Tokio parece haber abierto un nuevo tiempo. Lo apuntaron los propios saltadores Nicolás García Boissier y Adrián Abadía al término de su participación en los Juegos. «Hemos superado el mejor resultado de la historia», dijo García Boissier tras lograr un diploma olímpico en trampolín simétrico de 3 metros, y enseguida relacionó este hito con «el cambio que ha supuesto para la disciplina la profesionalización de los entrenamientos».
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Esa profesionalización tiene que ver con la creación de un complejo en Madrid donde han centralizado los saltos, así como la llegada de psicólogos o preparadores físicos y demás especialistas deportivos que permiten a los técnicos centrarse solo en eso, en la técnica del salto. Y a la vista están los resultados: antes de París, España se había colgado un bronce histórico en simétrico en los Mundiales de Doha, más tres oros y otras tantas platas en los Europeos de Belgrado. Más y mejor es el resumen de la disciplina: más porque en París había el doble de saltadores que en Tokio (cuando acudieron Alberto Arévalo y Nicolás García en trampolín 3 metros individual,) después de no haber enviado a ningún saltador a Río en 2016; y mejor porque al diploma en simétrico se suma la semifinal de Ana Carvajal en plataforma, lo que anticipa un futuro competitivo a la disciplina. Y eso que aún falta por saltar Valeria Antolino (mañana, a las 15.00 horas) en trampolín 3 metros.
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