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Enric Bonet
Corresponsal
Domingo, 11 de agosto 2024, 20:55
Una segunda luna iluminó el cielo de París durante las dos últimas semanas. La brillante idea de convertir el pebetero en un globo aerostático en medio de las Tullerías ha sido uno de los fenómenos de masas durante estos Juegos Olímpicos, que concluyeron este domingo. ... La joven parisina Gaëlle y su madre aprovecharon el fin de semana de clausura para ver en directo el momento mágico en que se eleva hacia el cielo. Era una de las últimas posibilidades para hacerlo antes de los Paralímpicos y lo hicieron para festejar el final de una fiesta deportiva que superó sus expectativas.
«Antes de que empezaran, éramos muy pesimistas y al final todo ha ido muy bien. Los transportes públicos, el ambiente, las calles limpias…», asegura Gaëlle, de 30 años y que trabaja como contable. Su testimonio refleja un estado de ánimo compartido por muchos de los habitantes de la capital. Su percepción ha pasado de un extremo al otro. Antes de la ceremonia inaugural en el Sena, que gustó a la gran mayoría de los franceses, predominaban los testimonios negativos o escépticos respecto a los Juegos. Ahora cuesta encontrar aquellos con un matiz negativo.
Tras unos últimos meses de crispación y crisis política en Francia, donde hay un Gobierno interino y cuesta vislumbrar las mayorías en la Asamblea Nacional desde las elecciones anticipadas del 7 de julio, la cita olímpica ha representado un oasis veraniego. Según el rotativo galo Libération, los franceses han descubierto un nuevo alimento: «La sorpresa de la felicidad».
Es el caso de Elodie, de 30 años, una fotógrafa que ha asistido a todas las pruebas gratuitas, como el ciclismo, la natación en aguas abiertas o los maratones de este fin de semana. «Hemos visto París como no la veíamos nunca. Todo el mundo estaba de buen humor y hubo imágenes grandiosas» con las pruebas celebradas en lugares icónicos de la monumental ciudad, como el vóley playa al lado de la Torre Eiffel o el baloncesto 3x3 en la Plaza Concordia. «Es realmente triste que se terminen, pero al mismo tiempo resulta normal. Han sido dos semanas fantásticas», aseguraba Elodie el sábado por la noche desde una de las barreras cerca del Museo del Louvre donde se habían concentrado centenares de espectadores del maratón popular.
Esa prueba para corredores no profesionales representó uno de los últimos momentos de fiesta popular vividos desde el 26 de julio. El fervor no se ha limitado solo al buen aspecto de las gradas, sino también se ha vivido en bares y zonas de fans. Ha contribuido a ello el éxito deportivo de Francia. Ha aprovechado su condición de anfitriona para batir su récord de metales y terminar quinta en el medallero: con 16 oros y un total de 64 medallas. «Espero que esta alegría colectiva perdure unas cuantas semanas más», afirmaba Valentine, de 46 años, una profesora de Bretaña que asistió con su tía al maratón popular.
«Tenemos que hacer pervivir el espíritu de los Juegos», dijo Tony Estanguet en una entrevista para Le Figaro. Pese a esta voluntad del presidente del comité organizador —y el sentimiento compartido por la mayoría de que el acontecimiento ha resultado un éxito—, muchos parisinos se muestran escépticos ante el legado que dejarán, más allá de un bonito recuerdo y quizás un ligero repunte del número de visitantes en la ciudad más turística del mundo. «Volverá a ser el caos, esto solo ha sido una tregua veraniega», sostenía con una sonrisa resignada Elodie sobre la posibilidad de que la delicada situación política acapare de nuevo los focos mediáticos.
La «tregua política» pedida por el presidente Emmanuel Macron se termina, en principio, este lunes. El jefe de Estado galo podría nombrar a un nuevo primer ministro este mismo mes. Esa decisión probablemente dejará descontentos a millones de franceses teniendo en cuenta la división del país en tres bloques (izquierda, ultraderecha y centroderecha macronista) prácticamente irreconciliables.
«El deporte ha unido a los franceses, pero la política volverá a dividirlos», pronostica Manon, de 26 años, quien está terminando la carrera en ortofonía. Habían pasado las nueve de la noche y faltaban pocos minutos para que el pebetero aerostático se elevara ante la atenta mirada de centenares de curiosos, equipados con sus teléfonos móviles. Aunque la llama se apagó este domingo, ese momento icónico se reproducirá a partir del 28 de agosto con el inicio de los Juegos Paralímpicos. Muchos franceses ven ahora con mejores ojos ese acontecimiento tras el éxito de los Juegos Olímpicos.
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