En la Costa de la Muerte; en un polígono industrial y en un campo de césped artificial de esos que tanto le gustan a la Gimnástica Segoviana. Quizá por eso, por rumiar todas las circunstancias antes de entrar en el terreno de juego, el equipo decidió que si en esta Segunda Federación los detalles van a definir partidos, mejor descuidarse de entrada que de salida. Con una defensa lenta en los centrales y ofensiva y barbilampiña en los laterales, expuso todas sus vergüenzas en el primer ataque con sentido del Bergantiños. Oliendo la sangre en la espalda de los laterales, José Luis Lemos introdujo dos flechas como Boedo por la derecha y Cano por la izquierda. Fue el primero el que ganó el espacio en la espalda de Rahim y, desde la línea de fondo, ante la lentitud errática de Rui, metió el pase de la muerte para que Carlos López anotase a placer.
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Bergantiños
Santi Canedo, Blas (Yelcot min 69), Hugo, Chapu, Brais Martínez (Christian min 79), Boedo (Martín Lamelas min 69), Uzal, Remeseiro, Cano, Carlos López (Parga min 79) y Escobar.
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Gimnástica Segoviana
Carmona, Borao, Mansour, Rui, Rahim, Manu, Rafa Llorente (Diego Gómez min 82), Nanclares (Nogueira min 69), Álex Conde (Cidoncha min 82), Dani Arribas (Szymanowski (min 69), Javi Borrego (Juan de la Mata min 93).
GOLES: 1-0, Carlos López (min. 4); 1-1, Rafa Llorente (min. 46); 1-2, Diego Gómez (min. 89)
ÁRBITRO: Francisco Crespo Puente. Amonestó a Carmona, Mansour, Rahim y Diego Gómez por parte de la Gimnástica Segoviana.
INCIDENCIAS: Campo Municipal de as Eiroas, Carballo. 600 espectadores
Una vez que todo lo que podía salir mal, había salido mal; porque justo a Manu le había dado por salirse del campo para ajustar algo en las botas antes de la jugada del gol; cabía esperar si en la Gimnástica había señales de vida. El electrocardiograma comenzó a marcar sus primeros picos con el ejercicio de corazón de Dani Arribas en la presión. Eso hizo que el resto del equipo se conectara de nuevo al lema de la intensidad que enarbola Ramsés Gil. Con eso y empezar a aparecer entre líneas Conde y Nanclares, la cosa tomó otro cariz.
Un disparo escorado de Conde fácil a las manos de Santi Canedo fue el primer aviso. En el segundo, el empate debió llegar. Agobiados desde el córner los azulgrana, ayer de celeste, lograron cazar un rechazo para la carrera de Rafa Llorente, que cuando levantó la vista llevaba al lado a Rahim, Conde, Borrego y Nanclares frente a dos únicos defensores gallegos. El pase fue al medio, le cayó franco a Conde a la izquierda y su violento golpeo lo sacó a bocajarro, como con chaleco antibalas, Santi Canedo.
Esas dos acciones convirtieron el encuentro en una ida y vuelta constante. Con los dos púgiles de nuevo mirándose frente a frente en el centro de la lona, devolviendo bofetada por bofetada, cualquier directo a la mandíbula podía quebrar a cualquiera de los dos.
Cuatro minutos después de la gran oportunidad de Conde, otra vez la espalda de los laterales, esta vez la de Borao, abría el espacio para un balón maravilloso de Carlos López desde la izquierda al centro del área. Un delantero de la calidad en los movimientos y en la finalización como Escobar, envió por encima cuando lo más fácil era meterlo. Dejar viva a la Sego no es la mejor idea que puede tener cualquier rival. La primera parte terminaba con la barca gimnástica sobre la playa del área gallega. Sin premio, sin empate, pero con la advertencia de que habría desembarco y quizá saqueo.
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Si entrar mal al partido había supuesto que el primer detalle cayera en contra, entrar bien debía suponer, al menos, la opción de que alguno cayera de cara. Primer minuto de la segunda parte, balón a la derecha y fantástica internada, como un cuchillo, de Borao al pico del área. El centro le caía a un Rafa Llorente que pegaba ajustando con la izquierda. Santi Canedo podía detener el primer asalto, pero no el segundo, que el extremo madrileño mandaba manso al fondo de la red ante la extrañeza de una defensa del Bergantiños que se miraba entre sí como pensando que había algún detalle que se habían perdido. Con el empate, esos dos púgiles iban a convertirse en titanes, en toros entrando al trapo rojo y pensando únicamente en embestir. Eso iba a suponer espacios en las espaldas de las dos defensas y ahí iba a estar a la postre el partido.
En el momento en que las piernas gimnásticas temblaron, el Bergantiños se echó encima de la presa, colmillo abierto y a morder. Y con nada lo conseguían, porque jugadores como Remeseiro, Escobar o Boedo mostraban su calidad aprovechando cualquier resquicio. El capitán Remeseiro hizo que Carmona se estirase con un golpeo desde fuera del área. Y un mal balón de Manu, que decidió descargar la bola hacia Borao cuando toda la defensa estaba presionada, supuso que Escobar anotara una vaselina magnífica que no subiría al marcador por un fuera de juego tremendamente ajustado. Otro detalle que caía del lado de la Segoviana.
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RAMSÉS GIL
Entrenador de la Gimnástica Segoviana
Dos ocasiones más, una para cada equipo, quedaban por glosar antes de que todo se metiera en una centrifugadora ejerciendo al 200%. Álex Conde, otrora salvador, pasó su calvario de Domingo de Ramos particular con Santi Canedo. La primera que tuvo acabó en el cuerpo del portero y la segunda, en el 75 de partido, debió ser definitiva y casi resultó al contrario. Un Borrego incansable en su trabajo oscuro, filtró una pelota que dejaba al mediapunta solo ante el portero local. El golpeo con la izquierda, que quiso ser fino, se quedó en brocha gorda y de nuevo en el cuerpo del meta. Nueve minutos después, un Yelco que había salido como lateral zurdo para tapar las internadas de Szymanowski por su banda, se lanzó al ataque como un misil. Partió de su banda, se fue zigzageando en diagonal hacia su pierna izquierda y su golpeo dentro del área iba a terminar en el poste contrario. Tercer detalle favorable. Al partido le tenía que quedar algún final con póker de ases o escalera de color. Y quedaba.
Con el Bergantiños volcado completamente, pues contaba con los puntos de casa para salir adelante hacia el play off, los espacios eran infinitos y las reacciones sobre la bocina de sus defensas no podían ser eternas. Con la amenaza de Szymanowski, Ramsés quitó a Conde y a Llorente para dar paso a Cidoncha y a Diego Gómez, al que colocó a la derecha. Buscaba su frescura, su carrera, su desgaste defensivo y su brega para jugar con él a atacar esos espacios.
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Un córner bien defendido terminaba en el centro del campo, en los diestros pies de un Borrego que volvió a poner una mina en la muralla gallega. Filtró el balón a la derecha y quedó por los suelos, noqueado. Gómez controló, atacó el espacio. Miró a la izquierda la llegada de Nogueira al punto de penalti. Estaba solo. Al segundo palo llegaba Szymanowski, también sin oposición. Miró el balón, se acomodó el cuerpo y decidió golpear al primer palo y a media altura. Un gol en el minuto 89 que supondría la sentencia, con la misma crueldad se hundía el cuchillo en la carne del Bergantiños como ocurrió en La Albuera, con un gol de córner en el descuento. El lema del Bergantiños dice «Dalle Lume», que en gallego quiere decir «Prende fuego». Y el fuego vestía de celeste, llevaba el nueve a la espalda y lleva un año difícil tras lesión y problemas físicos. El fuego es de casa, es delantero; quizá no sea el mejor técnicamente, pero siente la casa. Diego Gómez firmaba tres puntos y un estallido brutal.
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