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Un grupo de jóvenes en su primer viaje largo fuera de sus fronteras, de esos que cambian la vida de algunos afortunados. Henchidos de ilusión mientras lo preparan, todo son risas. En el camino previo, antes de salir de casa, se les suman efectivos que ... enseguida se sienten en ese vehículo que comparten como en casa. Conocen el camino, saben dónde está la primera curva fuerte, cómo es y con qué precauciones deben tomarla. Y se salen. Ese grupo de ilusionados jóvenes era la Gimnástica Segoviana y la dichosa curva estaba en Madrid, a las primeras de cambio. Una curva en la que ya se habían salido una vez.
Unión Adarve
Parra; Gallardo, Ramos, Salama, Bruno; Maganto (Tellechea, min. 75), Calleja (Iker, min. 89), Julio Cidoncha (Mayorga, min. 75), Nouman (Silvano, min. 80); Albur y Montejo (Quique, min. 89)
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Gimnástica Segoviana
Carmona; Adrián Pérez, Javi Marcos, Mansour, Rubén; Nogueira (Juan de la Mata, min. 71), Manu, Nanclares; Dani Arribas (Rafa Llorente, min. 65), Adeva (Álex Conde, min. 71) y Szymanowski (Borrego, min. 65)
Goles. 1-0, min. 23, Montejo; 1-1, min. 39, Mansour; 2-1, min. 58, Maganto; 3-1, min. 70, Nouman; 4-1, min. 83, Montejo de penalti
Árbitro. fsafaJesús Delfa Ramos. Amonestó a Julio Cidoncha y Maganto por parte del Unión Adarve y a Adeva por la Gimnástica.
Incidencias. Instalaciones Municipales Vicente del Bosque. 200 espectadores
A la 'Sego', desde mucho antes de que Manu González llegase al banquillo, le ha gustado siempre el fútbol como concebía el boxeo Muhammad Ali, aquello de moverse como una mariposa y picar como una abeja. El aficionado gimnástico gusta de ese fútbol que conduce de lado a lado la pelota con frescura y calidad, pero que finaliza con rotundidad cada vez que puede. La duda llega en un campo de césped artificial de esos en los que gusta quedar con los amigos a jugar fútbol 7. Si Ali saliera a un ring enlodado, ¿podría moverse como una mariposa? Esa misma duda tenía el entrenador de una Gimnástica que salió con un once que pretendía adaptarse al terreno. Con Adeva arriba peleando, Nanclares ejerciendo de correo entre el medio y los de arriba y precisamente Dani Arribas en la derecha de salida para intentar plantear un cuerpo a cuerpo por cada balón dividido y cada disputa, que se sabía que iba a haber muchas.
No se ganó ninguna. El equipo tremía como un junco ante un viento que, de entrada, tampoco era huracanado. Las dudas asaltaban cada paso y cada pase. La curva estaba ante ellos y, extraño, en vez de pasarse de largo, entraron demasiado despacio. El resultado fue el mismo. Aunque la primera ocasión fue gimnástica, con quizá la única jugada que salió como estaba planeado. Adeva de espaldas, como pivote, devolvió una pared a Szymanowski y el golpeo del argentino lo amarró fácil en el primer palo Parra. Treinta segundos después empezaban las turbulencias con un gol anulado a Bruno por fuera de juego en el saque de una falta lateral a pierna cambiada de un zurdo como Calleja, un director de orquesta en balones parados excepcional. No subía al marcador, pero alertaba de que la defensa no estaba encajando en el puzzle segoviano.
Entre Javi Marcos y Mansour había dudas. A la espalda de los laterales gimnásticos se abrían espacios por los que entraban centros que, a poco precisos que fueran una vez, iban a hacer daño. En la espalda de Manu se podía plantar del espacio que había entre él y los centrales. Nanclares quería estirar al equipo ejerciendo presión sobre la salida de balón rival, pero parecía ser el único que se había aprendido el guión y lo estaba ejecutando. El equipo se hacía paulatinamente más y más largo y al capitán Olmedilla todas las circunstancias del juego iban abrumándole, inmerso en una soledad desgarradora vista a través de sus gestos.
Todo eso lo supo ver Montejo con clarividencia. En los primeros minutos, quizá alejado de la zona de Mansour por el físico del senegalés, se marchó a cuerpear contra Javi Marcos. Con el de San Lorenzo más o menos igualando duelos, porque en la anticipación estaba yendo bien, el delantero decidió que terminaba con ese tipo de guerra y eligió otra. Se agazapó entre los defensores y a la espalda de Manu e iba apareciendo inteligentemente. La primera vez cazó un balón largo entre los centrales y se plantó solo ante un Carmona que se hizo enorme para mandarla a córner con los pies. La segunda que le llegó acabó dentro con maestría, bajándola con el pecho a la derecha del área y colocándola con potencia y precisión al lado contrario por abajo. En ese gol se juntaron todos los males: una pérdida de balón que provoca un saque de banda; un Calleja al que se deja centrar al segundo palo con su pierna buena; un rechace flojo a por el que nadie sale y que le cae a Montejo. Circunstancias que se veían venir y que, con esa inercia, tarde o temprano iban a llegar.
Minutos después, el Adarve ensayaría una jugada que iba a terminar en la cruceta para frustración de Maganto, pero que les saldría dos veces en la segunda parte. Y, antes del descanso, Montejo iba a volver a probar la estirada de Carmona hacia un palo con un disparo que iba para otro golazo. Al menos previamente la 'Sego' había marcado gracias a Mansour. Y hay que escribir que gracias a él y que quizá no por él mismo, porque recogió un centro maravilloso de Nanclares en el segundo palo y se llevó por delante a dos defensores para hundir la pelota en la portería. Si no fue él y el gol fue en propia puerta, hay que dárselo como una especie de homicidio involuntario.
Tras el descanso cabía presuponer que los segovianos se habrían sacudido el susto de haber podido recibir cuatro goles y estar en la caseta saboreando un empate. Pero no fue así. Hubo un espejismo que apenas duró y después comenzaba el recital. Mansour se escoró a la izquierda en busca de una pelota que botaba delante de él y hacia la que tenía ventaja. Quizá dudó entre pegar el zapatazo o sacarla jugada; quizá en aquel césped impredecible la pelota le hizo un extraño. El caso es que apareció oliendo la sangre de nuevo Montejo, le quitó la bola al senegalés que intentó perseguir al delantero como el que persigue un coche corriendo. Desde una línea de fondo ganada, le regaló a Maganto en segunda línea el gol que se le había negado en la primera mitad. Doce minutos después, con Manu González queriendo meter a De la Mata y a Conde para pegar un volantazo en plena curva y tener más balón, otra pérdida. Cuatro toques de lado a lado y otro gol desde segunda línea. Mismo guión para el cuarto, un penalti de Rubén que llegaba de una manera muy parecida. Así se estrelló esta Gimnástica, aunque el vehículo tiene arreglo.
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