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Escribo esto querido amigo en hora de partido de domingo, como cabía esperar, y muchísimo más triste ante esta derrota amarga e inesperada. Te veo en el Viejo estadio Zorrilla con aquel Real Valladolid Promesas de los 80 o hasta hace apenas una año en ... los campos de Canterac con los chavales del Betis.
En aquel estadio casi destartalado te observo surtiéndoles del material, justito el que poseíamos, y ordenando el vestuario con sus equipaciones perfectamente alineadas, con el dorsal de la camiseta bien visible en el banco mientras un servidor, tiza en mano, coloca flechas de posiciones ideales para jugadas que siempre acaban en gol.
Y ahora en Canterac, con el material más moderno, pero igual de justito, preguntándome donde se sienta Diego Torres para colocarle lo suyo, ¡bien puesto lo del Capi por Dios! que luego tiene que meternos el gol de la victoria.
Jerónimo González Solano, utilero en el Real Valladolid Promesas de los años 80 y 90 –entró en el club en abril de 1981– y también en el Betis de Aficionados en Regional Preferente, ha fallecido en Valladolid a los 68 años.
Posiblemente hayan transcurrido más años de los que creíamos y menos de los necesarios para que tu nos digas adiós. Habíamos quedado este verano que subiríamos a ver al Betis una vez superada la cosa y me va a costar mucho, aunque lo haga, subir y no verte.
Has dejado un recuerdo bárbaro por tu forma de ser y hacer entre las gentes de ese fútbol joven que persigue la gloria y de esa otro que busca la diversión y el compromiso con los colores del club y del barrio; de un fútbol de verdad sin dobleces, salvo los de las viejas camisetas que con mimo colocabas.
De esa foto que guardo en la pared de casa con Eusebio, Patri, Edesa, Torrecilla, Martín Sáez -los de la temporada 1981/82- todos recuerdan hoy con tanto disgusto por tu marcha como cariño y admiración por lo que les entregaste.
Y de tus chicos del Betis he recibido mensajes emocionantes recordándote, con el Capi a la cabeza, como una persona buena y entrañable.
El otro equipo, el íntimo, con Estefanía y Hugo a la cabeza siempre con tu hermano Tasio al quite, hoy te llora, como lo hacemos nosotros porque es necesario, pero en el fondo y con el tiempo de aliado, el recuerdo de una buena persona y un grandísimo amigo, hablo en primera persona, podrá con todo, dolor incluido.
Y allá arriba, hazme un favor: ¡estate tranquilo en el banquillo y sin decirle nada al árbitro!
Un abrazo eterno.
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