La realidad golea a la ficción

La maldición de los campos de hierba artificial, el gran incordio del grupo V, diezmó de nuevo las esperanzas azulgranas. Un condicionante que puede generar dos extremos: que no pase nada y que pase de todo. Ocurrió lo segundo, pese a lo plano del arranque, 20 minutos que pudieron devolver al sueño a más de un aficionado trasnochado. Apenas un córner pasado de Fer Llorente y un remate alto de Chavales. En un campo tan pequeño es tan importante aprovechar los errores como no permitiros, de ahí la sapiencia para alejar un saque de banda rival o lanzar raudo el propio.

Ramsés salió de nuevo con sus cuatro piezas más ofensivas: Plomer, Borrego, Acuña y Gómez. Ese ha sido el traje de gala para pelear el ascenso para un técnico que rota como pocos. Poner el partido en manos de los jugadores diferenciales para hacer valer su calidad, un mensaje que refrendó Borrego con su primera internada en área rival. Su arrancada en distancias cortas en todo un jaque a la defensa y la respuesta cacereña fue el derribo. Penalti claro a la media hora de juego. La cita con los 11 metros era para Acuña, el primer lanzador en el escalafón. Su disparo fue al mismo sitio que otearía Pliego más de una hora después, pero salió algo más centrado y a media altura. Así que Jiménez hizo bingo y el Diocesano celebró su intervención como lo que era, un gol. El paraguayo tuvo que lamentar su segunda pena máxima errada de tres intentadas tras fallar en Navalcarnero, un duelo que también terminó en tablas.

El Diocesano aprovechó el alivio y Reyco rozó el gol en un remate con la chepa que superó la estirada de Pagola y se estrelló en el larguero. Margallo, el jugador con más criterio de los locales, caracoleaba cuando podía, pero Manu no permite alegrías, aunque exponga a su equipo a balón parado. Porque ese era el método para generar peligro, desde cualquier punto. Solo en un recinto así es posible lanzar a portería desde la línea de cal de la banda. Lo intentó Acuña, capaz de todo.

El duelo volvió del descanso con una mano de Pagola fuera del área. Así lo vio el colegiado, que mostró una amarilla que entonces parecía irrelevante. No tranquilizaba que dos de los tres centrales gimnásticos –Javi Marcos y De Frutos– tuvieran amarilla, pero supieron gestionarla sin apuros todo el encuentro. En el juego corrido, la Segoviana tenía más presencia en campo rival, pero necesitó del balón parado para abrir la lata.

Fue en una falta frontal y lejana de Fer Llorente, no muy distinta a la que abrió el marcador en La Palma ante el Atlético Paso. El segoviano sirvió un envío frontal al punto de penalti y el portero fue a su encuentro con mucha timidez, justo lo que necesitaba el irredento Acuña, el que siempre se levanta, para agachar la cabeza y abrir el marcador. Su quinto gol llegaba en el momento justo. El tiempo dirá si fue su último servicio como azulgrana, pues tuvo que dejar el campo cinco minutos después apoyándose en sus compañeros.

Era un buen marcador a favor para gestionar y la Segoviana lo hizo con madurez. Sin conservadurismos, pues Dani Arribas estuvo cerca de resolver la contienda en medio de la confusión de la zaga cacereña, que no acertaba a despejar uno de tantos centros laterales, el mínimo común múltiplo del partido. Plomer fue el culpable de muchos; el balear siempre tiene una arrancada en la recámara.

Pagola recibía tráfico en su portería, pero lo gestionaba sin apuros. Desvió un disparo potente pero centrado de Rayco y tapó bien desde el primer palo una internada demasiado escorada de Javi Bernal. La Segoviana, inocente en otras ocasiones, sabía parar el partido cuando tocaba, como hizo David López, recuperándose sin prisa tras un duro golpe en un balón dividido. En la inercia de un equipo que está a los mandos, Ramsés agotó su última ventana de cambios relevando a Manu y Plomer por De la Mata y Arranz; hombre por hombre, no hacía falta tocar más.

Pero el fútbol se empeña en refrendar el lema de Ramsés: ser de la Segoviana es muy difícil. El penalti de Pagola propicio un final inédito, de esos en los que la realidad golea a la ficción. Al pitido arbitral siguieron dos minutos caóticos y un Dani Arribas que vio dos amarillas en 20 segundos por trasladar al árbitro unas impresiones que llegaban demasiado tarde. De la Mata se puso la camiseta negra y asumió el papel de portero eventual mientras sus compañeros le deseaban suerte. No estuvo lejos de encontrarla, pero era demasiado para ser de la Sego.

Tras el gol local, los de Ramsés tuvieron que digerir el disgusto del empate durante cinco minutos de descuento con dos jugadores menos. Una oportunidad de oro para el colista, necesitado de los tres puntos. A De la Mata le subieron las pulsaciones cuando hizo la estatua ante un balón cabeceado por Sahuquillo que no encontró rematador. El de Garcillán hacía lo que podía, con un saque de centro que no superó campo propio –y hablamos de un recinto en miniatura–, porque a un portero solo se le echa en falta cuando falla, cuando no está. Bien los sabe la Segoviana, chafada por la roja a Carmona siete días atrás. El 'play-off' sigue a tiro a falta de nueve puntos por jugar, pero el Estepona les arrebata la sexta plaza, el último billete copero.