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Al filo de las ocho de la tarde Valladolid superaba los 30 grados. Grupos de aficionados esperaban ansiosos el comienzo del partido ataviados con camisetas, pulseras y pinturas con la bandera de España frente a las pantallas de los bares. En el ambiente reinaba ... un sentimiento común de confianza. «No nos da miedo Marruecos», afirmó Enrique, que había acudido a una terraza de la Plaza de la Universidad para ver el encuentro de España con cuatro amigos, como hiciera en los dos anteriores. Esa misma frase la repetía unas mesas más allá Javier, un «futbolero» confeso, aunque empezó a tener dudas ante una jugada peligrosa. «Bueno, quizá un poco de miedo sí que tengamos», admitía. Y es que, a pesar de que Marruecos estaba catalogado como un rival relativamente sencillo, no lo fue en absoluto.
En el minuto 13 llegaba el primer gol de Marruecos y, con él, la decepción de los vallisoletanos. Unos negros nubarrones comenzaron a cubrir la ciudad amenazando con descargar una tormenta veraniega, como si fuera señal de un mal presagio. Pero enseguida España otorgaba un respiro a los aficionados con un gol en el minuto 18. Aún así, estaba claro que no iba a ser coser y cantar. Silvia se aferraba a su particular amuleto: La camiseta con los colores de la selección que llevaba su hijo, Martín, de siete meses. «En el anterior partido nos dio suerte así que mi marido ha dicho que se la vuelva a poner. Es como el pulpo Paul», bromeó con sus amigas. El pequeño Martín, ajeno al sufrimiento de los adultos, esbozó una gran sonrisa cuando uno de los camareros le regaló un balón de la selección.
Los hijos de Félix y David también lucían las camisetas de España y aprovecharon el descanso para jugar un 'partidillo' de fútbol en la Plaza Juan Pablo II de Villa de Prado. Eso sí, cuando comenzó la segunda parte, corrieron atentos a sentarse en primera fila ante el televisor. «La primera parte la hemos vivido con sufrimiento pero en un mundial es así. Hemos pasado muchos nervios con el primer gol de Marruecos pero hemos empatado, parece que nos hemos tranquilizado», relataba Félix. «No hay rival pequeño», subrayó su amigo David. «Yo creo que nos hemos confiado con este partido», añadió. Tal vez por eso los bares y terrazas tenían ambiente futbolero pero no registraron un lleno absoluto. Otros lo achacaban al calor sofocante, a pesar de que dio un inesperado respiro en la segunda parte.
El segundo gol de Marruecos hizo temer lo peor: caras tapadas, gritos y suspiros que lo decían todo. Fueron diez minutos de alta tensión, hasta que España consiguió el empate. Valladolid soltó el aliento contenido y posó la mirada en el encuentro del domingo contra Rusia.
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