Richarlison se acomoda el borceguí durante el partido ante Corea del Sur

Ronaldo, el espejo de Richarlison

Mi querido Mundial ·

El delantero brasileño, que dona parte de su sueldo a la lucha contra el cáncer y causas sociales, idolatra al presidente del Real Valladolid

Juan Ángel Méndez

Viernes, 9 de diciembre 2022, 16:52

Ronaldo, el bueno, el nuestro, es un icono del fútbol mundial. La mejor carta del FIFA. En Brasil, pronunciar su nombre es algo parecido a invocar a Dios. El presidente del Real Valladolid está en Qatar y ha montado un set de entrevistas por el ... que pasan las estrellas de la selección amarilla. El último en sentarse en el sillón de Ronaldo fue Richarlison. El delantero de la canarinha se emocionó al entrar en la sala y ver a su ídolo. Le abrazó como un fan que tiene la memoria del móvil petada con las virguerías del fenómeno y terminó enseñándole el baile que dibuja sobre el césped cada vez que marca. Ronaldo hizo la Paloma al compás de Richarlison, que se despidió sobando las piernas del astro para trasladar la magia a las suyas. Rodrygo hizo el mismo gesto cuando pasó revista.

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En Brasil, todos quieren ser Ronaldo, pero regreso a la historia de Richarlison. El futbolista de Nova Venécia (10 de mayo de 1997) nació en las galeras de la vida y ahora disfruta de un ático con vistas al mar, pero no olvida las apreturas ni la penumbra que representan los cimientos del humilde barrio donde nació. Allí, las armas y la droga eran parte habitual del decorado. Todo en contra para cumplir el sueño de ser futbolista profesional, aunque en el diccionario de Richarlison no existe el verbo abandonar. Todo lo contrario. Cuando lo fácil era mimetizarse con el entorno, el delantero del Tottenham se aferró a un balón para salir adelante. De hecho, una pelota le salvó la vida, como ha contado en alguna entrevista. Cuando era niño y volvía a casa, un atracador le apuntó con una pistola. Richarlison levantó los brazos y le ofreció su única pertenencia, el balón. El delincuente huyó.

Richarlison vivía en una familia desestructurada y compartía habitación en casa de su tía con sus cinco hermanos. La historia de su vida le ha convertido en un futbolista que se encuentra en las antípodas de compañeros de la selección como Neymar. Sobre el césped, ambos aman el espectáculo y son dos virtuosos, pero cuando cruzan la puerta del vestuario uno es frívolo y el otro, un emblema de la solidaridad. Richarlison no borra de su disco duro todas las penurias que han forjado su espíritu más comprometido. Más cercano a Lula que a Bolsonaro, el ariete de la canarinha dona parte de su sueldo a la lucha contra el cáncer, se posiciona enfrente del racismo, muestra sensibilidad con el colectivo LGTBI y durante la pandemia traspasó algunos ceros de su cuenta corriente para comprar vacunas y ayudar a la investigación contra el COVID.

La leyenda de Richarlison se forja más allá de sus goles y la coreo de la paloma. Sabe lo difícil que es abandonar el sótano para ver la luz de la esperanza. Por eso, no escatima un céntimo en ayudar a las personas que lo necesitan. Es un ejemplo. Cuando salta al césped se convierte en un depredador sin piedad, pero cuando abandona el terreno de juego es un ángel. Las lágrimas de emoción y el gesto de admiración cuando vio a Ronaldo expresan los rasgos de su personalidad, la humildad de una astro que brilla con luz propia fuera del verde. «¿Todo bien?», preguntó el dueño del Pucela. «Sin palabras», contestó.

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Richarlison es el máximo anotador de la selección brasileña en el Mundial, pero sus mejores goles seguirán siendo sus obras sociales. El delantero ha convertido el trauma en virtud. Las favelas han cincelado su versión más solidaria. Ahora saborea el éxito. Antes de hacer cima ha sufrido como pocos. De niño trabajó como heladero, limpiando coches y vendiendo chuches. Ya no vive con agonía cuando mira a su bolsillo. Por eso, no tiene reparos en compartir su riqueza para iluminar la sonrisa de los niños que sueñan con salir del barro abrazados a un balón. Como él.

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