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Seguidores de la selección marroquí desbordan su alegría en la plaza Lola Herrera. Alberto Mingueza

Alegría desbordada en el barrio de las Delicias

Mi querido Mundial ·

Explosión de júbilo en el barrio vallisoletano, con decenas de marroquíes festejando, primero cada córner, y en última instancia el pase a los cuartos de final

Martes, 6 de diciembre 2022

Minuto 104 de partido, ya en la prórroga. Marruecos acaba de tirar por la borda el pase a cuartos tras un mano a mano de Cheddira delante de Unai Simón y la Tetería Elías, enclavada en el corazón del barrio de las Delicias, es un hervidero de fieles seguidores de la selección africana que no para de gritar, saltar e implorar que los octavos se vayan a la tanda de penaltis.

– ¿Firmas jugártela en los once metros?

Cherkaoui, que hoy ha madrugado para ir a trabajar a Peñaflor de Hornija, niega con la cabeza mientras responde con mirada inocente. «Yo solo firmo tener trabajo mañana, me da igual el resultado de hoy. Esto es una ilusión cada cuatro años», asiente sin perder la sonrisa antes de apuntillar... «¡Y si no gana Marruecos, mañana iré con España en este Mundial!».

El mismo Cherkaoui, al igual que El Ghazi –dueño del local que lleva el nombre de su hijo–, lleva un puñado de años en Valladolid aunque no tantos como para recordar la última vez que su país alcanzó los octavos de final en un Campeonato del Mundo. El Ghazi tenía solo 6 años en aquel México'86 y ni pasaba por su cabeza que un buen día de 2010 acabaría en Valladolid al otro lado de una barra, primero en la calle Hornija y ahora en Arca Real suspirando porque haya un Mundial cada dos años para que el negocio salga adelante. Ayer hizo una buena caja gracias a los más de 120 minutos que duró el partido ante España, y la sonrisa le delataba: «Llevamos ya varios llenos con los partidos de la primera fase», apunta sonriente, desbordado por tantas caras conocidas como se arremolinan en torno a la barra para reclamar su té con menta. El colectivo marroquí, el más numeroso en la provincia de Valladolid con cerca de 4.000 miembros, vivió con especial intensidad el que muchos consideraban 'derbi' con su otra patria en los prolegómenos del partido. Faltaban unos minutos para las cuatro en punto y por allí se asomó Hicham Rooraoui con su silla de la mano. El local hubo de despejar el pasillo central para que todos tuvieran su baldosa para vibrar con su selección. Unos sentados, la mayoría de pie, otros entrando y saliendo,... y absolutamente todos saltando cuando Achraf metió el penalti definitivo que daba el billete a cuartos.

Momento en el que finaliza la tanda de penaltis en la Tetería Elías.

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Momento en el que finaliza la tanda de penaltis en la Tetería Elías. A. Mingueza

La explosión de júbilo que sigue al final del partido se traslada, en apenas décimas de segundo, a la calle, a los bancos, a la plaza Lola Herrera,... al barrio de las Delicias.

Para muchos el partido era un 'derbi' con su otra patria: «Si no gana Marruecos, mañana iré con España»

Se acaban de llevar una alegría extra que no esperaban, y los cánticos y el agitar de banderas sorprende a los vecinos de la zona. El propio Hicham, que ha apodado el nombre de Lucas por su pasado italiano, es otro de los que no las tenía todas consigo. Como si de un triunfo se tratara, minutos antes había acompañado con aplausos la celebración del 0-0 final. Su vida, como la de Cherkaoui, como la de El Ghazi, tampoco ha sido nada fácil. Pisó suelo francés, italiano y alemán antes de aterrizar en España hace 36 años, y desde entonces ha vivido en Madrid y Puerto de Santa María hasta desembocar en Valladolid hace ya 22 años. «He trabajado en la Renault, en Audi,...», explica orgulloso, «¡y tengo un diploma de coser!», añade sonriente.

Su pronóstico poco antes del pitido inicial, como el del 99% que se dio cita en la Tetería, era optimista a la vista del buen rendimiento que había dado Marruecos en una fase de grupos exigente que compartió con Bélgica, Croacia y Canadá. Primero celebraron cada regate, cada córner, para acabar frotándose los ojos con el pase a cuartos.

– «Yo veo un 2-1», proclamaba, compartiendo pronóstico con Mohamed.

Muy cerca de ambos, Samir desconfiaba de las preguntas del arriba firmante, libreta en mano, y pedía una garantía para dar su resultado.

– «Enséñame tu tarjeta de periodista», espeta antes de examinarla.

– «¡Ah! Pues 1-0...

Pocos sospechaban por entonces la alegría que les iba a proporcionar su selección. Ni siquiera Pepe y María José, vecinos de Laguna de Duero y los únicos españoles que se dieron cita en el local cien por cien marroquí, intuían un final tan agridulce como el que iba a deparar la tarde. Agria por su condición de españoles y dulce por la atracción que sienten por el país vecino y su cultura, motivo que les llevó a desplazarse hasta el barrio de las Delicias para «vivir de otra manera» un partido del Mundial.

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«España abre el campo y juega a atacar, y Marruecos se ha defendido bien, Ahora ya es cuestión de suerte», apunta con el pitido final el dueño del bar, esbozando una sonrisa y ajeno todavía a la estampida que viviría unos segundos después.

A. Mingueza

Los goles de Abdelhamid Sabiri, Hakim Ziyech y Achraf Hakimi desde los once metros se celebran con ovación, con el estruendo propio de los cohetes que anuncian la navidad, mientras que los fallos de Sarabia, Soler y Sergio Busquets se reciben como campanadas que anuncian un próspero Mundial.

Cherkaoui, Hicham, Mohamed, Samir, y también El Ghazi, como los 4.000 marroquíes que residen en Valladolid, dormirán hoy con la sonrisa en la boca.

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