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Lorenzo Gómez López empezó a jugar al fútbol porque su padre puso el balón en sus manos. Literalmente. Porque Pedro Gómez era portero y su hijo, lejos de la alergia que tienen muchos niños a ponerse bajo palos, se puso los guantes. Esa lealtad le llevó a dejar un año el fútbol para ayudar en casa cuando Pedro fue diagnosticado con un cáncer. El pastor de la portería cambió de rebaño y ayudó a sostener el negocio familiar. Ahora que el progenitor tiene el alta médica, su hijo vuelve a los terrenos de juego. Y lo hace en Tercera, como titular del Unami, pese a haber estado un año sin tocar balón, una muestra de respeto a su talla, no solo deportiva.
El Unami contactó con Loren en verano, pero las limitaciones laborales le hicieron posponer la decisión, primero hasta octubre y después hasta diciembre. «Me gustaba el proyecto. ¿Por qué no volver al fútbol y tratar de sacar esto adelante?» Trabaja en el retén de incendios de Navafría; en verano es horario de tarde, con apenas dos libranzas a la semana. «No me iba a comprometer a ir dos días a entrenar en un mes. Ahora tenemos horario de mañana y tengo total disponibilidad». Trabajará todo el año en la lucha contra el fuego; ahora, limpiando los montes. Su infancia en La Salceda explica su cariño por la naturaleza. Ahora, cuida su jardín. «Es muy satisfactorio trabajar en mi zona».
Loren ha vivido en La Salceda hasta que se independizó hace apenas tres meses, rumbo a Segovia. Su madre trabajaba en la capital, así que estudio en la Concepcionistas y en el Andrés Laguna. Su padre fue el artífice de sus comienzos deportivos; empezó en la Segoviana con seis años, siempre como portero. Pasó por las categorías inferiores hasta los 18 años, haciendo pretemporadas y entrenamientos con el primer equipo antes de marcharse a La Granja, debutando en Regional con 19 años. Estuvo en el último ascenso a Tercer, donde jugó tres temporadas. Hasta que llegó el parón.
loren
Portero del Unami
«Fue una decisión muy meditada y complicada», resume, tras el diagnóstico de su padre. «Era un cáncer complicado, pero por suerte ha salido todo bien y está perfecto». Pedro es ganadero y autónomo, así que tocó echar una mano en casa mientras estudiaba Magisterio. «No había tiempo para todo y lo primero que había que sacrificar era la afición». Su día a día empezaba pronto, estudiando antes de su jornada laboral como peón de obras en el Ayuntamiento de Torre Val de San Pedro. Después, de vuelta a los libros y a la ganadería, atendiendo a las vacas. Los fines de semana, más tiempo para la ganadería. «La suerte que he tenido es que mi hermana también se dedica a ello. Al final son 140 vacas que hay que cuidar, alimentar y estar con ellas». La tarea implicar recoger hierba, segarla con el tractor. «O lo que fuera».
Su padre recibió el alta hace un mes, el mejor trofeo para Loren, ahora más liberado. Vuelve el portero extrovertido, como él mismo se define. El pastor con su rebaño. «Al final un portero es el que ve todo desde atrás. No tengo ningún problema en gritar a sus compañeros y decirles cuatro cosas». Más valiente con el paso de los años. «Era un chaval y te llega una oportunidad que no quieres desaprovechar. Y quieres hacerlo todo perfecto en cada partido. Tienes miedo a fallar y al final fallas precisamente por ese medio a no hacerlo». Eso se traduce en todos los lances. «Tenía mucho miedo a los balones aéreos. Que si no la voy a coger, que si se me va a escapar... Pero salir a por el balón es la mejor manera de ayudar al equipo».
PEDRO Gómez
Padre de Lorenzo
Es un portero que disfruta jugando con los pies. Tras años en La Granja, vuelve a La Albuera, todo un tapete. Como canterano de la Segoviana, dibujó su futuro allí como azulgrana. «Quería llegar al primer equipo. Esperabas una llamada de los directivos para subir a entrenar». Fue el tercer portero y entrenaba con el primer equipo desde los 16 años. «Nunca he tenido la oportunidad. Es verdad que la Segoviana siempre ha tenido un gran nivel en portería. Al final, te tienes que buscar otras salidas». A él no le han faltado oportunidades.
Tras un año sin jugar –se mantuvo en forma saliendo a correr o en el gimnasio– notó la falta de ritmo en el Unami, sobre todo en la lentitud de piernas. «Se notaba que llevaba mucho sin jugar, pero si das todo y tienes gente que te entrene, lo vuelves a coger rápidamente. Es como montar en bici, nunca se olvida». Una de tantas cosas que aprendió con su padre, que deja a su hijo el protagonismo, pero no esconde su sonrisa. Primero, por el futbolista. «Cuando era chiquitín, intentamos que hiciese deporte. Y no le ha salido mal. Disfruto mucho viéndole». Y después, por la persona que da un paso adelante cuando la familia lo necesita, una pregunta ante la que se emociona: «Es muy jodido cuando te dicen una palabra así: cáncer. Cuando ves que tu hijo se vuelca y deja el fútbol por ti… Hay que sentirlo para entenderlo. Como padre, estoy muy orgulloso de él».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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