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Kike Royo captura un balón colgado rodeado de jugadores del Tudelano.
El Guijuelo en casa sigue sin funcionar
SEGUNDA B GRUPO I

El Guijuelo en casa sigue sin funcionar

El Tudelano fue mejor y ganó, ante un equipo salmantino inoperante que sigue sin saber si va o si viene

DAMIÁN MARTÍN / WORD

Lunes, 29 de febrero 2016, 13:06

Lo del Guijuelo en el Municipal en todo lo que va de año es para olvidar. Si fuera de casa parece haber encontrado la fórmula para parecer un equipo y sacar resultados positivos, en casa queda claro que las probaturas continúan sin dar el fruto esperado. Fuera el equipo ni quiere jugar ni lo hace, mete mucha gente atrás para defender, se limita a destruir, a quitarse de encima el balón enviándolo lo más lejos y lo más rápidamente posible, esperando a que los tres de arriba encuentren un resquicio y si aciertan se limitan a esperar la contra que le cierre los partidos, si es que estos no lo están.

Pero en casa el equipo no se sabe si va o viene, no sabe si limitarse a defender y a que suene la flauta o a llevar la batuta de la orquesta futbolística para que la música la ponga el balón. Pero ni apuesta por atacar, ni se defiende como si le fuera la vida en ello. Es decir, un sí pero no, que no le ha servido en ninguno de los partidos en el Municipal donde ni juega, ni gana. De los cinco encuentros que se han disputado en lo que va de año en casa, en cuatro ha perdido, ante Sporting B, Pontevedra, Valladolid B y Tudelano, mientras que sólo en uno ganó, el día del Burgos y lo hizo sin tirar a puerta, de rebote.

Si ya nos lo decían de jóvenes, «mezclar no es bueno» y en casa el Guijuelo sale con un sistema para no jugar, pero lo hace queriendo llevar el balón tocado hasta el ataque. Una fórmula que no les ha servido en toda la Liga. Puesto que si el rival acierta en algún momento y marca o bien si el equipo local falla y encaja, el partido se acabó. Lo que pasa es que si no sabes qué tienes que hacer o cómo lo tienes que hacer, no hay reacción. El equipo mentalmente es excesivamente endeble y si el rival se adelanta ya no hay nada que hacer.

En el Municipal el equipo sólo ha ganado cuando optaba por dominar, ha mantenido alejados los fantasmas que le atrofian las tareas defensivas o cuando no jugó a nada, pero aprovechó un rebote en una presión adelantada de un jugador, para acabar marcando sin ni siquiera tirar a puerta. Lo de la falta de identidad en casa está lastrando a un equipo que antes se atrevía, era valiente, confiaba en sí mismo, sabía lo que quería, creaba, jugaba, pero últimamente en el Municipal tiene la consistencia de un terrón de azúcar, que con el primer gol visitante se diluye y desaparece para acabar perdiendo, dando una sensación de falta de todo muy preocupante. Un equipo que ni con balón, ni sin él; ni atrás, ni delante; ni sube, ni baja; es que ni de estrategia es capaz de mostrar algo positivo.

El Guijuelo nada más encajar deja de ser solidario, deja de correr, deja de presionar, deja de defender, deja de atacar, deja de ofrecerse, se va del partido para no volver. Claro que visto lo visto, ¿no será mejor no emperrarse? Es decir, ¿no será mejor insistir en mantener el sistema defensivo de mucha gente atrás para los partidos de fuera y en casa tratar de volver a lo de antes? Lo que parece claro es que en el Municipal lo de meter muchos atrás no funciona, es más, aleja al equipo de las opciones en área rival. Ya que la fórmula no funciona, ¿no sería mejor perder jugando como se supone que este equipo sabía, que hacerlo sin ofrecer nada a los valientes que se acercan al Municipal para ver a su equipo? La respuesta es fácil, puestos a perder que al menos sea viendo fútbol y no este desastre que domingo tras domingo se han empeñado en ofrecernos, con jugadores fuera de su sitio para estorbar al que tiene al dado, todos más pendientes de no pifiarla que de hacer algo, donde los miedos se acaban imponiendo a cualquier otra circunstancia, donde para no perder el sitio el que lleva el balón tiene un problema, que no es otro que los demás le miran.

Muy mal juego

Nadie da soluciones, todos miran y esperan que no le pasen el balón, porque entonces el problema pasa a ser suyo y no del otro. En definitiva, un desastre futbolístico, que se disimula con el error personal, con la pifia clamorosa del último o con la falta de fuerza mental, cuando en realidad se debe a un plan mal diseñado en el que casi nadie está a gusto con el rol que se le ha asignado y donde los cambios que se suponen llegan para revolucionar las cosas lo único que provocan es nada.

A falta de notas en positivo de los locales, ayer en el Municipal, los que quisieron verlo pudieron disfrutar de una verdadera lección de fútbol, la que dio Manix Mandiola, el entrenador del Tudelano, con un planteamiento sencillo, acomodado a la necesidad del choque, equilibrado, atendiendo a las posibilidades reales de su equipo y corrigiendo cualquier tipo de vía de agua que surgía antes de que pudiera ocasionar un mal mayor.

Que le llegaban muchos balones a Pino, se cierra por dentro y le secan. Que se queda De la Nava de referencia, adelantan la presión y todo lo que peina se lo llevan a la vuelta. Que el Guijuelo mete más peso por dentro, se equilibra aumentando la intensidad y la cercanía en las marcas. Que aparece un interior más arriba y más rápido, Domenech, se intercambian posiciones el interior y el lateral y asunto resuelto. Sin aspavientos, sin complicaciones extras. Con un plan fácil, sencillo y para toda la familia. Simple y eficaz. Como el juego del Guijuelo fuera del Municipal, pero con un matiz, en el Tudelano todos saben qué tienen que hacer, no dudan y lo hacen, todos y a la vez, en bloque.

Por cierto, ayer los de Rubén de la Barrera jugaron un partido que les duró 18 minutos, en los que cinco primeros dominó el rival y una vez equilibrado, en la primera llegada visitante resolvió Valero con su gol. Todo lo que vino después: el gol de Jonathan, la expulsión de Ayub, la lesión de Pazaluelos, fue para aumentar el tamaño de la herida en los locales, que un día más se pincharon con una aguja y acabaron desangrándose sin que nada ni nadie pudiera remediarlo, dejando escapar otros tres puntos más, que les hace seguir sin saber si suben o si bajan.

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