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El bache experimentado por el Real Madrid en un mes de enero en el que dilapidó sus opciones en la Supercopa de España y la Copa del Rey, además de ceder más terreno con el Atlético en la Liga, ha agudizado los recelos en Valdebebas ... sobre ciertas decisiones de Zinedine Zidane. El principal motivo de fricción con la directiva es la gestión del talento emergente. El técnico, en la cuerda floja a comienzos de diciembre, volvió a resguardarse en la vieja guardia para enfrentar la crisis, consolidando un once monolítico y huyendo de las rotaciones. Los principales damnificados fueron los jóvenes valores por los que Florentino Pérez viene apostando en los últimos años para competir con los clubes-estado. La salida de Odegaard al Arsenal ha vuelto a poner de manifiesto la disonancia entre la visión del preparador y la hoja de ruta trazada desde las altas esferas.
El noruego, recuperado en verano por petición del marsellés, claudicó en su intento de descabalgar a la dupla conformada por Modric y Kroos. La visita a Kiev del 1 de diciembre terminó por sentenciarle. Desde entonces solo disputó cinco minutos frente al Celta y su ostracismo en la Supercopa de España fue la gota de colmó el vaso de su paciencia.
«Cuando le toca jugar tiene que hacerlo bien, hacer diferencias para mostrar que merece su sitio aquí», afirmó Zidane cuando se le interpeló el pasado 13 de enero por la situación de un pupilo al que ya tuvo a sus órdenes en el Castilla. La decisión de repescarle sorprendió porque el jugador y el Real Madrid veían conveniente que siguiese fogueándose en la Real Sociedad, donde despuntó la campaña anterior, pero la derrota ante el Manchester City en octavos de la Liga de Campeones convenció al técnico de la conveniencia de reforzar la medular. El francés, sin embargo, no supo darle encaje y a Odegaard le faltó determinación para derribar la puerta.
Tampoco ha logrado hacerse un sitio Valverde. El uruguayo apartó a Modric en citas de enjundia el pasado curso, pero en el actual ocupa el undécimo puesto en carga de minutos, lastrado por las lesiones. La falta de continuidad ha frenado a un interior que el club ve como pilar para el nuevo ciclo que se avecina.
Justo detrás del charrúa aparece Vinicius, cuya progresión se ha detenido. Santiago Solari le convirtió en bandera de su proyecto de renovación, pero Zidane le ve tierno. Sus reticencias a la hora de darle vuelo contrastan con la fe de la directiva en sus virtudes, motivo por el que siempre ha rechazado las tentativas del PSG de sacarle de la capital española y no contempla utilizarle para abaratar una hipotética llegada de Kylian Mbappé.
Con mejores ojos parece mirar Zidane a Rodrygo. Baste como muestra que su debut oficial con la camiseta del Real Madrid, derecho al once, se produjo en la visita a Estambul del pasado curso, al que el técnico acudió con la soga al cuello. Brilló en la Champions, aunque también fue objeto de las suspicacias de su jefe, que le hizo jugar un partido con el Castilla a finales de febrero. Volvió a ser titular en el estreno de la presente temporada pero le costó abrirse paso hasta que obtuvo foco en diciembre. Es el máximo asistente del Real Madrid en lo que va de campaña, pese a ser el decimosexto en número de minutos, pero una lesión le mantendrá fuera hasta marzo.
Para entonces Jovic espera haber aumentado su cifra de goles con el Eintracht. Marcó dos en los 32 partidos que disputó con el Real Madrid, pero lleva tres en otras tantas apariciones desde que regresó con las Águilas. El serbio apuntó a las pocas oportunidades de que dispuso como causa de su escaso rendimiento con el Madrid. Zidane asumió la autoría de su fichaje y dijo que era «el futuro», pero le cerró el paso.
Por el camino quedaron otras promesas como Sergio Reguilón, vendido al Tottenham en pleno declive de Marcelo; Marcos Llorente, al que Diego Simeone ha reinventado en el Atlético tras disputar apenas 1.322 minutos con Zidane en temporada y media; o Dani Ceballos, con menos carrete aún que el nieto de Ramón Grosso en el mismo tiempo de convivencia con el marsellés y que cumple su segundo año de préstamo en el Arsenal.
Zidane arguye que la competencia es máxima, pero el club considera que el crecimiento de sus perlas demanda más minutos. Con una espina dorsal entrada en años, apremia un relevo generacional al que Zidane es remiso. Esa tensión pesará en la evaluación sobre la continuidad del técnico si no se ganan títulos.
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