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Jon Agiriano
Miércoles, 11 de diciembre 2024, 20:35
Las gradas del Sucru Saracoglu bufando indignadas y tristes contra el presidente Ali Kok y contra José Mourinho, un buen número de jugadores del Fenerbahçe rendidos ante la dura evidencia de un rival muy superior, algunos de ellos directamente desquiciados, casi exigiendo una camisa de ... fuerza, como Amrabat... Este fue el paisaje devastador que dejó el Athletic a su paso por la bella Estambul, donde el equipo de Ernesto Valverde volvió a demostrar su gran nivel competitivo. Son ya seis victorias consecutivas, la de este miércoles casi definitiva para lograr el pase directo a los octavos de la Europa League, donde los rojiblancos son líderes y, desde luego, visto lo visto, unos serios candidatos al título.
Lo que está consiguiendo el equipo de Valverde, sin embargo, no se explica aludiendo sólo a la gran racha que atraviesa. Hay que referirse a otras cuestiones, fuera de la aritmética. Por ejemplo, a la autoridad y prestancia que muestra en sus partidos. El del Fenerbahçe se antojaba un duelo a cara de perro en un estadio muy caliente ante un rival duro y dirigido por Mourinho, que ya no es el que era, pero al que todavía le queda la fama del temible pistolero que fue. Se antojaba, en fin, una pelea complicada en la que el Athletic, tal y como marchaba en la tabla, podía dar por bueno el empate sin demasiados escrúpulos. Pues bien, los rojiblancos acabaron desfigurando a los turcos y ganando con comodidad. Y lo hicieron no con una faena antológica. No la necesitaron. Lo hicieron con sencillez, recitando su guion de costumbre, demostrando lo que son: un equipo atractivo, serio, abnegado y con una piel de rinoceronte.
Viendo a este Athletic, que dictó sentencia con dos goles de Iñaki Williams, el primero en el minuto 5 y el segundo, espectacular, en el 44, es natural que entre los aficionados rojiblancos ya se hable no solo del debate en la portería -Unai Simón sigue en el banquillo- sino de la dimensión de este equipo dentro de la historia del club. Y es que muy pocas veces se ha visto a los leones metidos en una inercia competitiva tan espectacular como la que se le ha visto esta última semana ante el Real Madrid, el Villarreal y el Fenerbahçe. La convicción con la que juegan desarma al más pintado, sobre todo a rivales que no saben lo que quieren ser, como es el caso del Fenerbahçe de Mou, que por cierto no pudo quedar más desfavorecido en el retrato que le hizo Valverde, como se sabe un buen fotógrafo.
Fenerbahçe
Livakovic, Osayi-Samuel, Samet (Soyuncu, min. 46), Djiku, Mert, Amrabat, Ismail, Szymanski (Dzeko, min. 61), Tadic (Under, min. 73), En-Nesyri y Saint-Maximin (Kahveci, min. 73).
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Athletic
Agirrezabala, Gorosabel, Yeray (Vivian, min. 46), Paredes, Yuri, Galarreta, Jauregizar (Prados, min. 67), Iñaki Williams (Vesga, min. 85), Sancet, Nico Williams (Berenguer, min. 38) y Guruzeta (Unai Gómez, min. 67).
Goles: 0-1: min. 5, Iñaki Williams. 0-2: min. 45, Iñaki Williams.
Árbitro: Irfan Peljto (Bosnia y Herzegovina). Expulsó al local Mert, y amonestó Amrabat, Yeray, Sancet y Unai Gómez.
Incidencias: Partido correspondiente a la sexta jornada de la Europa League, disputado en el estadio Sükrü Saracoglu ante 39.800 espectadores.
El partido se le empezó a encarrilar al Athletic a las primeras de cambio. Cuando los dos equipos se estaban todavía examinando, los locales cometieron uno de esos errores capaces de congelar el infierno. Akaydin, vaya usted a saber por qué, creyó que tenía a Livakovic al borde del área y le cedió mansamente la pelota. El portero croata, sin embargo, estaba en su portería, de manera que Guruzeta pudo apropiarse del balón y, con mucha calma, avanzar y cedérselo a Iñaki Williams para que lo empujara a la red. Era el minuto 5, pero aunque quedaba tanto tiempo por delante se produjo una decantación inmediata muy clara a favor de los visitantes. La diferencia saltaba a la vista. Todo lo que en el Athletic era seguridad y confianza en el Fenerbahçe era agobio y recelo. Con decir que el primer y único remate puerta entre los tres palos de los turcos fue en el minuto 68 -un cabezazo flojo de Dzeko, que había entrado poco antes por Szymanski-, está dicho todo.
La maquinaria rojiblanca funcionaba con la fiabilidad de costumbre. Descontando algunos errores sacando la pelota, sobre todo de Yeray, y alguna que otra pérdida evitable en la medular, el Athletic no sufría para tener el dominio del juego. Hubo momentos en la primera parte, de hecho, en lo que todo parecía tan fácil que los rojiblancos llegaron a bajar sus revoluciones y a jugar incluso un poco relajados. En otras situaciones, esto puede resultar muy peligroso, pero el Fenerbahçe nunca estuvo cerca de reaccionar. Solo cuando Maximin entraba en acción por la izquierda podía intuirse algo de peligro. Lo demás era pura impotencia, un fútbol destartalado y teñido con errores de bulto. Uno parecido al que supuso el primer gol pudo provocar el 0-2 en el minuto 28. Guruzeta, sin embargo, desaprovechó la ocasión. Solo ante Livakovic, le pegó al muñeco.
Quien no perdonó fue Iñaki Williams. Su hermano se había lesionado por un golpe en la rodilla y en el minuto 37 le había sustituido Berenguer, pero él no se lesiona nunca. Y nunca deja de intentarlo. En sus muchas entradas al área suele ocurrir con frecuencia algo curioso que ya podría considerarse un sello personal. Cuanto menos piensa, mejor. Iñaki parece agobiarse cuando tiene muchas opciones. Le pasa algo parecido que a esos conductores que tardan en aparcar más si tienen muchas plazas libres que si tienen pocas y, por tanto, no pueden perder tiempo en elegir. Tras una cabalgada de Paredes, un buen pase de Sancet, el segundo capitán llegó a una posición complicada y se sacó un disparo perfecto, brutal, por el único ángulo que le quedaba.
Ahí se acabó el partido. La segunda parte se jugó a beneficio de inventario. Y más tras la expulsión de Muldur en el minuto 69. El Athletic, dirigido por Galarreta, pudo ampliar el marcador en varias jugadas. Mereció conseguirlo un fenomenal Gorosabel, que se pegó una paliza tremenda. Hubo algo en la hiperactividad del lateral de Mondragón que solo se podía explicar aludiendo a su alegría por jugar en este Athletic impresionante.
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