Kylian Mbappé suspendió el miércoles en Anfield el examen más importante de cuantos ha afrontado desde que llegó al Real Madrid. En un escenario de tronío, ante un patricio de Europa que vuela a lomos de ese fútbol «loco y sexy» que abandera Arne Slot ... y convertido en jugador franquicia de los blancos tras la lesión de Vinicius, el crack de Bondy agudizó la crisis de confianza por la que atraviesa desde que comenzó la temporada. Errático en la toma de decisiones, sin esa capacidad de desborde que le convirtió en el terror del Viejo Continente y apagado de nuevo en el remate, desaprovechó una ocasión ideal para vencer a los demonios que le persiguen.
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Sigue atrapado Mbappé en un laberinto mental que atenaza su juego, otrora deslumbrante pero gris en líneas generales desde que aterrizó en el Real Madrid después de siete años de guiños, desplantes y un sinfín de turbulencias. Obsesionado con gratificar de inmediato a la parroquia merengue tras tanto tiempo como llevaba suspirando por sus huesos, recompensar al club que preside Florentino Pérez por el descomunal esfuerzo acometido en su fichaje y alcanzar el estatus de mejor futbolista del planeta que se le aventuraba por el potencial que atesora en sus botas, el francés es presa de una ansiedad que le consume. Las expectativas, propias y ajenas, juegan en contra el atacante, que volvió a estrellarse ante el Liverpool y no pudo ayudar a evitar que su equipo sufriese un batacazo que compromete su futuro en la Champions.
El rostro de Mbappé, desolado tras fallar un penalti en el minuto 61 que podría haberle servido al Real Madrid para igualar el duelo ante el Liverpool, exponía el estado de ánimo de un futbolista que se sabe en el centro de todas las miradas. Cuatro meses después de su multitudinaria presentación en el Santiago Bernabéu, aquel nuevo ídolo ante el que se prosternó la parroquia merengue no logra despegar.
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Fue la peor actuación de un delantero que, más allá de aquella prometedora puesta en escena en la Supercopa de Europa disputada ante el Atalanta el pasado 14 de agosto, donde selló el triunfo con el primero de sus goles como madridista, solo ha dejado pequeños atisbos de ese futbolista destinado a dominar el mundo con su poderosa cabalgada y letal disparo.
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Al margen del penalti errado por parte de quien presume de ser un maestro consumado desde el punto de castigo –ha anotado 45 y marrado 11 de los 56 penaltis que ha lanzado desde que se asentó en la élite con el Mónaco-, los datos del pleito librado en Anfield dejan en mal lugar a Mbappé. Perdió 15 balones, solo efectuó dos disparos –el mencionado penalti que detuvo Kelleher y otro tiro que rebotó en un zaguero del Liverpool-, salió derrotado en tres de los seis regates que intentó y solo completó con acierto 18 de los 24 pases que realizó.
Unos guarismos que devuelven al diván al francés, autor de nueve goles en dieciocho apariciones con el Real Madrid, muy lejos de los registros a los que está acostumbrado. «Muchas veces los delanteros tienen momentos en los que les cuesta marcar y están un poco decepcionados. Puede que le falte un poco de confianza y si tienes un momento en el que no te salen las cosas a veces tienes que jugar sencillo y no complicarte más», diseccionó Ancelotti, que recomienda paciencia en «un momento complicado» y aboga por cerrar filas con el astro. «Todo el mundo tiene que apoyarle porque pronto saldrá. Que trabaje y luche porque el momento va a pasar. Está trabajando bien y se ha adaptado bien. Hay que ser pacientes porque es un jugador extraordinario», abundó.
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La confianza del club hacia el futbolista sigue siendo máxima y probablemente tuviese razón Jorge Valdano cuando argumentó que Mbappé es el menor de los problemas que tiene este Real Madrid, pero el runrún es tan inevitable como despiadadas son las críticas que está recibiendo el de Bondy en Francia, especialmente en los medios cercanos al PSG, club con el que el futbolista mantiene un enconado litigio por los 55 millones de euros impagados tras su fuga al Real Madrid.
Arropar a Mbappé se antoja vital para el conjunto de Chamartín, que vuelve a vivir horas bajas en medio de una tormenta de lesiones. El propio Mbappé regresó tocado de Anfield al igual que Bellingham y Brahim. Los servicios médicos calibrarán su estado este viernes mientras Ancelotti cruza los dedos. Este jueves se confirmó que Camavinga sufre una rotura fibrilar en el bíceps femoral de la pierna izquierda, la misma dolencia que aqueja a Vinicius. Con suerte llegarán a la Copa Intercontinental. Hasta entonces deberá componérselas sin ellos una escuadra que tiene en el dique seco a Alaba, Carvajal y Militao, aunque intentará recuperar a Tchouaméni y Rodrygo para el duelo del domingo ante el Getafe.
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Tiene poco margen el Real Madrid en Liga y aún menos en la Champions, competición en la que ha sumado tres derrotas en la fase inicial por primera vez que le abocan a un panorama imprevisto. Salvo milagro, en el mejor de los casos tendrá que pasar por dieciseisavos, lo que le deparará dos duelos extra en medio de un calendario saturadísimo. Todo ello sin contar con el perjuicio económico que acarrean las derrotas en unas cuentas saneadas pero con grietas. Ancelotti, al que cada tropiezo pone en el disparadero, se afana en achicar agua y empieza a estar con la mosca detrás de la oreja.
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