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Diego y Sergio Alcubilla, antes de une ntrenamiento con el Unami en La Albuera. Antonio de Torre
Los hermanos del callejón llegan a La Albuera

Los hermanos del callejón llegan a La Albuera

Sergio y Diego Alcubilla, que jugaban al fútbol en cualquier esquina, comparten vestuario en el Unami por primera vez

Jueves, 8 de diciembre 2022, 11:28

El Mundial de los Alcubilla se jugaba en un callejón, con una botella vacía y porterías improvisadas con piedras. Un duelo al sol entre el mayor, Sergio, y el pequeño, Diego, mientras su padre tomaba la cerveza reglamentaria tras sus partidos de fútbol sala. Así se curtieron sus hijos, que odiaban perder. Como hacían los sábados en un pequeño gimnasio del Claret con dos porterías pequeñas en el que echaban dos horas sin mirar el reloj. Años después, ambos coinciden por primera vez en el mismo equipo. El vestuario del Unami y su lucha por seguir en Tercera División no se entienden sin ese apellido.

Sergio, de 26 años, volvió esta temporada a Segovia tras tres años al otro lado del Atlántico: uno en Estados Unidos y dos en México. El plan inicial era aprender inglés; tras seis meses, volvió a España para ahorrar y marcharse de nuevo. Eso hizo este licenciado en Magisterio que quería trabajar en un colegio estadounidense. La pandemia frustró sus planes y apareció un plan B: probar suerte futbolística en México.

El fútbol que Sergio jugó en México es un equivalente a los torneos de fútbol sala de verano: un equipo va, se lleva el premio y esas ganancias valen de sueldo. «Se juega durante todo el año y la gente invierte mucho dinero, no solo para conseguir el premio, sino que te pagan por partido jugado». Fútbol amateur con un «toquecito» profesional. «Podía tener un sueldo a partir del fútbol, aunque fuese jugando torneos todas las semanas. Disfruté un par de años de lo que me gusta». Tuvo la opción de jugar con un equipo profesional, pero las dificultades de visado impidieron su inscripción en la liga. Así que cruzó el charco. Habla de volver a la rutina, a la familia, a los amigos. «Encima el Unami vuelve a Tercera y mi hermano y yo podíamos coincidir en un equipo por primera vez».

La trayectoria de Sergio está vinculada al Quintanar, desde los 4 a los 18 años. Jugó dos años en Preferente con La Granja, una temporada en la misma categoría con el Unami y unos meses en Tercera con el club granjeño en 2019. Ahí llegó la primera oportunidad de reencuentro familiar, pues Diego Yepes, entrenador de aquel equipo, llamó a Diego, que mantuvo su compromiso con el Unami. «Yo le dije que lo pensara bien, que era su primer año fuera de juveniles. Al final hay que seguir un proceso y lo mismo dar un paso agigantado no es bueno». El mensaje entre ambos fue paciente: «Quedan muchos años de fútbol. Y si no es aquí, será en fútbol sala dentro de diez años. Juntos vamos a jugar».

La edad no implica necesariamente jerarquía. «Hay veces que hago de hermano mayor, pero en otras es él quien te aconseja dentro del vestuario», subraya Sergio, que admite una realidad: entre ellos son más duros que con cualquier otro compañero. «Existe esa confianza para decirnos las cosas». Diego asume orgulloso el papel de hermano pequeño. «Yo con él sentía admiración, quería ser como él. Cuando la gente me preguntaba quién era mejor, siempre decía que mi hermano. Nada de envidias, ha sido siempre una relación muy sana, nos hemos ayudado mutuamente».

Para Sergio, la palabra que le define es trabajo. Y la que define a su hermano es talento. Diego coincide. «Él es más físico, se cuida mucho más. Yo siempre he sido más vago; si me tenía que comer una pizza, me la comía. Yo era más rápido, como que he nacido con ello, que tampoco me lo he trabajado mucho». El mayor define al pequeño: «Mi hermano es un alma libre». Y Diego vuelve a coincidir. «Voy más a mi bola, la vedad es que sí».

El ego de Tercera

Jugar juntos fue un objetivo cumplido. «Y mira que las circunstancias no han sido las más adecuadas, ha habido muchos problemas, pero seguimos luchando para que este sueño no se vea empañado por haber descendido», explica Diego, de 23 años. Los segovianos son colistas con seis puntos tras las primeras 12 jornadas, pero la victoria ante el Becerril del sábado, la primera del curso, ha cambiado los ánimos. «Va a dar tranquilidad no jugar con esa presión». El domingo, otro duelo directo en casa del Numancia B. «La gente ya va con otra cara. Que hemos ganado, no somos el equipo que solo pierde y empata».

Su análisis es que el equipo empezó con mal pie y la dinámica, con partidos «que se te escapan por milésimas», hizo el resto. Tras dos puntos de 27 posibles, Gonzalo del Valle perdió el puesto y Juan Folgado llegó al banquillo. «Pienso que teníamos equipo para mucho más. Pero el maleficio viene derivado de la inexperiencia, yo el primero, y de no saber gestionar los partidos, querer ganar siempre. Los veteranos saben que los primeros diez minutos no se juega nada; no puedes ponerte a hacer tiki-taca contra gente de 35 años que tiene las ideas muy claras». Para la falta de gol –un tanto cada 120 minutos- no encuentra explicación. «Generamos ocasiones, pero a la hora de meterla, no se nos da. Al palo, al defensa o a las nubes. ¿Por qué fallamos tanto si luego llega un entrenamiento y metemos 200 goles?».

Diego tiene claras sus prioridades: su trabajo, relacionado con el turismo. Tras años desenado dar el salto a Tercera, reconoce una cierta decepción. «Creo que está un poco sobrevalorada. Puede ser más escaparate, pero el fútbol para mí es un 'hobbie' y veo a la gente con demasiado ego. Esta es la quinta división española, no estás en Primera o en Segunda. Hay que tomárselo con una mentalidad más tranquila y contribuir al equipo en vez de buscar tu logro personal».

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