![El gen rojiblanco de Barbolla, una afición que llega al callejero](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/04/28/barbolla-kE9G-U2001708657758UF-1200x840@ElNorte.jpg)
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El presidente de la Peña Rojiblanca de Barbolla, Juan Estebaranz habla de la afición por el Athletic Club como una droga. «Es distinto a ser de cualquier otro club, es una familia. Somos 11 de la casa y jugamos cada domingo contra el mundo». Así resume la pertenencia, esa política del club de solo alinear a jugadores formados en su tierra. Una religión que siguen 55 vecinos del pueblo –incluido su alcalde, Basilio del Olmo– y que ha llegado al callejero. Athletic Kalea, la segunda calle con la que cuenta el club fuera de Euskadi –hay otra en Madrid–, una muestra de cariño a sus colores y un reclamo para sus aficionados, obligados a peregrinar por ese modesto pueblo segoviano.
El primer culpable de que Barbolla tenga una kalea (calle en euskera) fue Ricardo 'Richi' Alonso, el embajador del pueblo en Bilbao, el que trasladó en los 50 la afición a su primo Joselín Alonso, que hubiera sido presidente de la peña de no haber fallecido por un cáncer poco antes de su fundación. «Fue el que me hizo a mí del Athletic», resume Juan, que recuerda con cariño a aquel vecino, doce años mayor que él, con el que intercambió los primeros cromos y seguía por la radio los partidos. A los 14 años, se escapó con Richi a Bilbao a ver su primer encuentro en San Mamés: un viaje feliz con victoria por 2-1 ante el Real Madrid. Hablamos de los años 60, de un viaje de cuatro horas. Su compañero de viaje le trajo su primera camiseta, que pagó con sus ahorros. «Intentaba currar en las tareas de casa para poder tenerla».
La infancia de Juan, que ahora tiene 63 años, sucedió en una época en la que Barbolla superaba los 700 habitantes –ahora sobrepasa a duras penas el centenar– y no faltaban niños en las calles. Aquello era un no parar de partidos: los de arriba contra los de abajo, los del Athletic contra los del Madrid. O Bilbao, una denominación que chirría a todo aficionado rojiblanco y que se mantiene. «En los pueblos no dicen Athletic. Pero te lo dicen con tanta ilusión que no les vas a estar corrigiendo».
Como Barbolla no tenía peña, aquellos adolescentes se hicieron socios de la peña sepulvedana. Porque aquello ya no era una afición, sino una religión. «En cuanto tuve el carné de conducir a los 18 años ya iba siempre que podía». Su cariño por aquella peña era tal que fue socio de ambas cuando fundó la de su pueblo en 2002. Organizaban un par de viajes por temporada a Bilbao en un autobús que congregaba a unos 20 o 30 aficionados. Y los viajes individuales: «Siempre que podía iba con alguno». Los años dorados de Juan como aficionado del Athletic fueron aquellas ligas de principios de los 80. No esconde la nostalgia hacia ilustres como Koldo Aguirre, fallecido en 2019 y amigo de la peña segoviana.
Sus viajes a Bilbao no son solo deportivos. Cuando va bien de tiempo, pasa por Orduña, el pueblo del que se enamoró su mujer y donde están sus cenizas. La conoció en Madrid mientras se recuperaba de un accidente de tráfico que le afectó a las vértebras y le obligó a cambiar de profesión: de ganadero a operario de una cooperativa local de cereal en la que desarrolla labores de oficina y conduce maquinaria. Aquella toledana se marchó a vivir a Barbolla y se hizo del Athletic. «El amor es lo que tiene». Estaba en la lista de socias para el nuevo San Mamés, pero falleció antes. Incluso en medio del tratamiento de quimioterapia, viajó con él a Bilbao con la misma directriz: «Tira por el puerto». Allí pararon una última vez.
La peña de Barbolla es literalmente la casa de Juan, pues ocupa una antigua vaquería de 300 metros cuadrados suya que reconvirtió en un par de viviendas, garajes y la sede de la agrupación. Tras la muerte de Joselín, aceptó el cargo de presidente. «Me tuve que quedar al mando y aquí sigo». Aún tuvieron que pasar unos años para que un amigo de Bilbao le hiciera la pregunta de sus sueños: ¿Quieres ser socio del Athletic? «No quiero, lo estoy deseando». La oportunidad llegó en 2008, con un desembolso inicial de más de 1.000 euros más la cuota anual.
Sigue viajando a San Mamés siempre que puede. El día de la semifinal de Copa ante Osasuna pidió la tarde en el trabajo y volvió a casa a las cuatro de la mañana, con el disgusto de la derrota y trabajando al día siguiente. «A las nueve de la mañana ahí están las cargas; somos del Athletic para todo». La peña prepara en junio su XX aniversario, desde jubilados a niños, porque la afición es transversal. De ahí que la calle se haya inaugurado antes de cubrir los trámites burocráticos preceptivos. Y sigue las celebraciones en Barbolla, que acogerá el año que viene el congreso internacional de las peñas junto a Segovia y Navas de San Antonio: un peregrianaje de 130 peñas y más de 500 personas.
Llevar a una institución como el Athletic, que trasciende el deporte, es una forma de revitalizar a la España Vaciada. «Por desgracia, se va la gente de los pueblos. Llevamos 20 años moviendo mucha gente». La familia rojiblanca, los que se enfrentan cada semana al mundo.
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