A Vilagarcía de Arousa se viajaba con la ilusión de conseguir la primera victoria fuera de casa. En la madrugada entre el sábado y el domingo, sobre las cinco de la mañana, cuando el autobús llegó a Segovia de regreso, el dolor por la cruel derrota ... no estaba mitigado; pero el equipo al completo había empezado a analizar las perspectivas futuras. Porque jugadores, sobre todo algunos de los más veteranos y con más peso, y Manu González ya habían intercambiado opiniones. La conclusión, clara: cuando la moneda siempre termina cayendo del lado contrario, es que algo no se está haciendo bien. Y no caben ya excusas ni arbitrales, ni circunstanciales, ni errores puntuales.
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La situación es la más complicada a la que se ha enfrentado González en su carrera como entrenador. Hay que levantar la moral de ciertos jugadores como Borao, al que se le vino el mundo encima cuando su tremendo error permitió que un juvenil que debutaba con el Arosa anotase el gol del triunfo. Hay que pedir más rendimiento a los jugadores que se piensa que todavía no han dado lo suficiente o que pueden dar todavía más. Y, sobre todo, hay que evitar que la tensión que ahora se va a hacer notar todavía más, bloquee a los jugadores.
Al término del último partido todas las miradas apuntaban hacia Manu González como principal responsable de la situación del equipo en la tabla. Ya tras la famosa racha de siete partidos consecutivos sin ganar de la primera vuelta, el técnico era consciente de que en cualquier otro club seguramente hubiera sido despedido. En aquel momento, Agustín Cuenca como presidente se encargó de respaldar su trabajo. Y no fue únicamente de palabra. Como no lo es en estos momentos, los más duros de la temporada. Agustín Cuenca mantiene intacta su confianza, así como todos y cada uno de los miembros de la junta. «Con este entrenador ganamos 16 ó 17 partidos seguidos con una plantilla inferior a la que tenemos», recuerda uno de sus miembros.
Se trata, por tanto, de la segunda vez en la temporada que queda ratificado Manu González. Es más, pase lo que pase, el de Villalba va a ser el entrenador hasta final de temporada. Ha planificado la plantilla, ha conseguido traer jugadores de superiores aspiraciones económicas y mantenerlos unidos en este vestuario. De hecho, en diciembre abrió la puerta a todos sabedor de que alguno era posible que tuviera ofertas de carácter superior. Y no se fue nadie.
El juicio del público, con el que en ningún momento ha tenido gran sintonía, llegará el domingo ante el Langreo. A él no le preocupa en exceso y siempre ha asumido que hará lo que sea necesario y ejercerá de protector de sus jugadores tantas veces como sea necesario antes de que ellos sientan una excesiva presión. Aunque nunca ha estado ante una situación como esta; situaciones que forjan carácter y determinan mucho la carrera de un entrenador joven.
En el vestuario, jugadores y cuerpo técnico permanecen unidos, buscando como bloque el objetivo. Es cierto que empiezan a aparecer situaciones concretas, como la de Rahim. El lateral zurdo volvía a la convocatoria precisamente contra el Arosa y, al quedarse fuera del once inicial tras haber sido expulsado de manera tremendamente inocente en Navalcarnero, reaccionó con un enfado evidente y con gestos incluso poco amistosos para con los compañeros que intentaron sacarle una sonrisa. Es el único verso suelto hasta el momento.
El objetivo la semana anterior era obtener al menos siete puntos en los partidos contra Arosa, Langreo y Ceares. Con el tropiezo serio del sábado, hay un nuevo objetivo: ganar a Langreo, Ceares y Salamanca. Porque pensar en sacar puntos ante Pontevedra y Compostela es ahora mismo una quimera. Si llegan, llegaron. Se piensa que la gran mayoría de los rivales directos en la lucha, ya sí, por no descender, tienen ese trago por pasar. Pontevedra y Compostela van a ser jueces en esa pelea, como lo van a ser el gran número de enfrentamientos directos que va a haber, en los que se va a frenar necesariamente esa suma de puntos que ahora ciertos equipos están logrando.
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Es el momento de permanecer unidos y, tras esta derrota, se ha intentado de nuevo hacer piña. Pero preocupa el domingo porque el partido es en casa. Está claro que en esta primera temporada tras la pandemia, porque la baja asistencia de las temporadas previas se explica con eso, el equipo no ha enganchado al público. Tras la derrota en Vilagarcía, las redes y los círculos habituales de intercambio de opiniones de los gimnásticos ardían. El equipo lo lleva notando tiempo; no entiende que en momentos en que tiene que echarse atrás a defender, ya se note el malestar del público. Y sienten algo de envidia por lo que se encontraron precisamente el sábado, en 'A Lomba', una afición numerosa, animosa y que no desfalleció ni criticó a su equipo hasta el gol final. Un cisma así, preocupa.
Desde las iniciativas y los esfuerzos hechos en diciembre con motivo del partido de Copa del Rey frente al Mallorca, la directiva de la Gimnástica no había vuelto a poner sobre la mesa ninguna iniciativa específica para atraer más público, toda vez que la campaña de abonos para la segunda vuelta tampoco ha traído más gente al campo. Por eso en este momento crítico ha querido poner en los puntos de venta habituales y en la sede entradas a un euro para presenciar el partido frente al Langreo. Se podrán adquirir hasta el viernes. Hay que llenar el campo.
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