En el instante en que el árbitro pitaba el final, ya en el minuto 93, en el campo de O Vao, Adeva permanecía ajeno a la celebración del Coruxo. Se acercaba con los ojos muy abiertos hacia la grada, buscando con la mirada y un ... gesto significativo a sus compañeros de piso. Javi Borrego y Álex Conde, ambos fuera de la convocatoria, se habían pasado la segunda parte mirando más la pantalla del móvil que el partido que tenían delante. Justo en ese instante, ambos se echaban las manos a la cabeza lamentándose. En ese momento, todos sus compañeros se dieron cuenta de que ellos no habían hecho lo que debían, pero el Navalcarnero tampoco había podido ayudar.
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Mientras Ramsés intentaba comenzar a recuperar a algunos jugadores que se habían quedado tendidos sobre el terreno de juego, el presidente Agustín Cuenca permanecía sentado en la grada, sin hablar con nadie; pertrechado tras las gafas de sol y con la mano derecha en la sien. «Poco se puede decir. En el minutos 93 estamos salvados, en el 94 en promoción. Sí que es verdad que nosotros no hemos hecho lo que teníamos que hacer, pero la sensación que queda es que parece que en este equipo cuesta que caiga la suerte de nuestro lado», acertaba a decir a duras penas, entendiendo plenamente el sentimiento de los jugadores.
Ramsés Gil entraba en la sala de prensa del pequeño estadio vigués acompañado por su ayudante y analista, Alejandro Robles. Lo hacía con una camiseta azul con el año de fundación del club impreso y una sonrisa, como si por dentro ya llegase rumiando ese famoso determinismo histórico que fue el primero en enunciar hace ya un par de semanas. «Después de la Llanera, que fue una catástrofe», reconocía el entrenador, «no hemos sido capaces de enderezar esa flecha ni hemos tenido la suerte que necesitábamos». Se refería al partido del Navalcarnero contra el Marino, con el que le volvía la risa nerviosa, con ciertos tintes de desesperación. «La vida te pega reveses continuamente y, en ese sentido, estamos acostumbrados. Segurísimo que llegamos mejor o con la lección más aprendida que el rival que nos toque, sea cual sea». Antes, reconocía no saber siquiera cuáles eran los rivales que podían caer en el sorteo de esta mañana: Cerdanyola, Don Benito y Águilas.
Asimilando el golpe, los jugadores gimnásticos fueron saliendo, tras ducharse, por un lateral del campo en el que estaba aparcado el autobús del equipo. Allí había pizza para comer antes de arrancar el largo viaje. Una pizza que no entraba bien y que, para algunos, como Dani Arribas y Mano Olmedilla, los últimos en salir del vestuario, se iba a quedar fría.
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Al lado del autobús, algunos eran consolados por familiares, amigos, parejas. Otros llamaban a casa y algunos, como Adrián, simplemente miraban el móvil. El silencio era lo más llamativo, roto solo por la confusión de Nanclares, que por un momento pensó que la amarilla que había visto durante el partido suponía ciclo, sanción y perderse la cita de Alicante. «No te lo sé explicar ni yo», respondía el vallecano preguntado por cómo el equipo se había marchado del partido. «En muchos momentos del partido hemos sido muy superiores al Coruxo, pero el fútbol es meter el balón en la portería y ellos las que han tenido las han metido». Él, tras ser de los mejores del equipo en los peores momentos de la primera parte, vivió el final del mazazo en el banquillo, pendiente de otros resultados. «Ramsés siempre nos lo dice, que la Segoviana no es un club fácil. Parece que el destino nos pone siempre piedras, pero creo que el equipo ha mostrado estar por encima de muchas adversidades y eso es lo que vamos a hacer el fin de semana que viene». En Rafa Llorente también han calado las palabras del entrenador, una suerte de profesor de historia gimnástica en el vestuario: «Es un palo gordo para todos y cuesta asimilarlo, pero si algo nos dijo el míster antes de todo esto es que no iba a ser fácil y no lo está siendo para nada».
El goleador, Diego Gómez, esperaba sin hambre sentado en el césped a que la expedición partiese hacia Segovia. Acababa de jugar por primera vez en la temporada un partido completo y no podía celebrarlo. «Una sensación muy amarga porque era mi primera titularidad desde hace más de trece meses y salimos muy bien la primera parte, meto gol y el equipo está bien ordenado; bien en la presión y demás. Y no pueden pasar estas cosas, que en la primera jugada nos metan el 1-2». Visto desde fuera, la impresión es que, desde el tercer tanto recibido, el equipo miraba más hacia fuera que al propio partido. «Yo hasta el 3-1 o así no sabía ni cómo iban. Tampoco me interesaba. Luego, en los últimos 15 minutos, pues ya preguntas. Pero hasta ese momento estábamos todos concentrados y haciendo un buen partido yo creo». Dentro también de esa idea de recurso histórico, el canterano manda un mensaje: «Parece que se alinean los astros y la Segoviana tiene que descender, pero vamos a ir a Alicante con quien sea, me da igual porque no sé ni qué equipos estarán allí; pero vamos a ir a muerte y vamos a ganar sí o sí, vamos».
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Antes de que salga todo el material que la Gimnástica lleva y trae a cada viaje, recogido por Josito y Javi, también cariacontecidos; Manu Olmedilla abandonaba el vestuario. «Hemos tenido tres oportunidades y no hemos sabido certificar el trabajo de los últimos partidos y nos vemos en una situación muy delicada, muy difícil y es difícil afrontarla a seis o siete días vista después de tenerlo todo en la mano».
Esas eran sus primeras palabras tras haber enfriado las primeras sensaciones. Con un Olmedilla que había recuperado su gesto habitual, ojos que miran de frente y siempre una sonrisa a veces irónica, pero sincera. «Cuando en los 90 minutos no consigues el objetivo, que el del partido y el de la temporada coincidían, lo primero tienes una sensación de rabia por no poder realizar un buen trabajo en el campo». Y es que sí se atrevía a decir que al equipo se le podía haber pedido más en la segunda parte: «Se le puede pedir más al equipo en los últimos tres partidos. Soy un tío positivo y tengo que hacer ese ejercicio de madurez y positividad en los últimos seis, siete días. Y va a empezar en el autobús, así lo haremos todos los compañeros. Tenemos que hacer más en esos 90 minutos que nos quedan». Y termina apostillando que «parece que las cosas difíciles en este club, no es que no existan, es que solo existen las muy difíciles. Y en esa tesitura estamos». No obstante, termina haciendo un llamamiento a los que adolezcan de fe: «Me acuerdo el día del Malagueño, cuando salió el sorteo y ahí, después del 1-0 y ver el equipazo que era pues parecía todo imposible y ganamos 4-0». Se aceptan todas las criticas de las cerca de 2.000 personas que han estado subiendo a La Albuera, «porque la temporada es muy difícil y nosotros nos estamos empeñando en hacerla más difícil». La soga aprieta, pero él cree.
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