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La Segoviana se ha dejado dos puntos en la misma portería en la que en 2017 perdió un partido en el descuento. Y de la misma forma: desde los once metros. Acuña ha fallado el penalti que habría situado a su equipo en el segundo puesto, pero según la filosofía de su entrenador, Ramsés Gil –nada de dramas– ha valido un empate en un campo complicado. El cuadro azulgrana ha mantenido la compostura tras el disgusto y Oliva, el juvenil de 18 años que ha repetido este domingo titularidad ante la lesión de Carmona, ha vuelto a estar a la altura y ha firmado su primera portería a cero en su debut a domicilio.
Ambos equipos dejaron su tarjeta de visita en los primeros compases. El Navalcarnero sacó de centro y puso un balón largo buscando la espalda de la defensa; en apenas ocho segundos, córner local, el primer test para Oliva, asistido por Hugo Díaz, que despejó sin complicaciones. Segundos después, la Segoviana ya desplegaba sus piezas en campo rival buscando la presión; le faltó tiempo a Diego Gómez para hacer su primer esprín de fe. Era la forma de ahogar el juego directo de los madrileños: obligarles a operar lejos del área azulgrana. La fórmula funcionaba y obligaba al rival a rifar el balón. Mientras, el cuadro local demostraba su peligro con transiciones como la de Luis Lara.
Ramsés Gil
Entrenador de la Segoviana
Con las armas sobre la mesa, la Segoviana tuvo la primera ocasión del encuentro en un envío en largo que Borrego controló con maestría, orientándoselo para disparar de primeras una acción sin apenas tiempo para pensar por la presión de la defensa. El salmantino resolvió con nota, pero su tiro se marchó alto. Eran minutos complicados para Sergio Valero, el portero del Navalcarnero, que poco después utilizaba la mano para evitar que el sol le cegara en un centro del propio Borrego. No aprovechó la circunstancia la Segoviana, que apenas puso a prueba su agudeza visual.
El paso de los minutos acomodó al Navalcarnero, que disfrutó de su primera ocasión en un balón en el que la pelea infatigable de Acuña jugó una mala pasada a sus compañeros. El paraguayo persiguió un balón por alto y evitó que saliera por la banda derecha; lo dejó en el campo, pero se la llevó el rival. Segundos después, Álex Gil disfrutaba de un tiro propicio desde el balcón del área que no cogió portería.
Fue un aviso, pero los locales mostraban esa chispa en la transición que amenazaba con prender en cualquier momento. Óscar de Frutos cortó el envío que olía a pase de la muerte de Jesús Ocaña, que había protagonizado un esprín portentoso por el carril izquierdo. David López cortó una transición peligrosa de Lara. El partido estaba en esos duelos: cualquier décima contaba. En apenas diez segundos la Segoviana pasaba de disparar a puerta rival –un tiro escorado de Acuña que repelió sin apuros Sergio Valero– a agradecer que Lara no encontrase a Ian en un dos contra uno que solo exigía un pase horizontal para crear el mano a mano.
Un partido que se juega en las trincheras, en esa sucesión de duelos en el centro del campo, es un escenario cómodo para un portero. Oliva detuvo sin apuros el primero tiro local, obra de Lara, y no sufría a balón parado ante un equipo que solo botó bien uno de sus cuatro primeros córners, en el que se molestaron Fratelli e Ian. El peligro llegó en el área madrileña, con un proyectil de cabeza de Acuña que casi rompe el larguero. Lejos de lamentarse, el paraguayo corría a línea de fondo propia para ayudar en la cobertura. Repitió acción pasado el minuto 80. Todo compromiso.
El partido iba acumulando presión y tenía que explotar por algún lado. Casi lo hace en la jugada tonta del día: Valero salió a atrapar el balón y se tropezó con su compañero fuera del área chica. El rechace, que debía ser un balón libre, lo embocó Gómez, pero el colegiado pitó falta, más por lo surrealista de la acción que por un contacto evidente. Fue el aperitivo al nudo gordiano, un claro penalti de Fratelli, que arrolló a Hugo Díaz. Las protestas locales se saldaron con tres amarillas y el consiguiente parón mientras Acuña sujetaba el balón.
El paraguayo, que había transformado en Cerdanyola el otro penalti azulgrana del curso, apenas cogió carrerilla, respiró y lanzó a su izquierda, un tiro fuerte pero centrado y a media altura. Valero detuvo la pena máxima y un duelo que transcurría en lo anodino ya tenía héroe. Los locales arengaban al público en su marcha a vestuario, era un empate con sabor a triunfo.
No hubo salida en tromba del Navalcarnero ni debacle azulgrana en un partido que bajó el ritmo y en el que la posesión era visitante, con la ayuda inestimable de Juan de la Mata a los centrales para dominar la salida de balón.
La acción se desarrollaba en campo madrileño, pero el riesgo era limitado por ambos bandos. Con todo, la Segoviana estaba era netamente superior y estaba a un centro preciso de desbloquear la contraseña. Y lo estaba buscando. Mientras, la grada local, también ambiciosa, afeaba la sucesión de pases en corto entre Martín Pérez y David Rodríguez. Quería más.
Ramsés Gil
Entrenador de la Segoviana
Cuando Ramsés movió el banquillo, lo hizo sin revoluciones: quitó a Gómez, metió a Ivo y sorprendió manteniendo a Acuña en la derecha y colocando a Borrego como falso nueve. El mensaje era claro: buscar la victoria sin poner en peligro el empate. En esas, el salmantino cazó un balón suelto en el área que repelió la defensa. En la contra posterior al córner, Hugo Esteban se plantó ante Oliva, que mantuvo la posición y se agrandó para la parada más importante de su incipiente carrera.
Borao se rompió en el repliegue y Ramsés confió en Hugo Marcos ante la baja de Adrián por el fallecimiento de su padre. Sin miedo, el portero mantuvo la calma ante la presión local y, lejos de rifar el balón, la sacó a la derecha al recién incorporado lateral. Jóvenes con desparpajo.
Ramsés tiró de los jóvenes y la Segoviana sufrió, sobre todo a balón parado, con un corte providencial de Rubén con su portero superado y un balón suelto tras una falta lateral que no embolsó un jugador local en área chica. El Navalcarnero terminó con uno menos tras dos amarillas consecutivas a Lara y se aseguró de que se jugara lo justo, así que el desenlace estaba escrito. No para Acuña, que cabeceó al larguero en una acción que el árbitro paró por supuesta falta del paraguayo. Hiló fino. Mientras la afición del Navalcarnero masticaba una segunda parte sin luces, la afición azulgrana coreaba el nombre de Oliva, un apellido que pocos conocían ocho días atrás.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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