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José Miguel Ortega
Miércoles, 3 de mayo 2017, 20:56
La tragedia se consumó el 3 de mayo de 1927, al día siguiente de que se disputara el segundo de los partidos amistosos entre la Real Unión Deportiva, campeón regional de Castilla y León, y el Colo Colo, campeón chileno, que se encontraba de gira por España y Portugal, después de de haberse enfrentado anteriormente a varios equipos de Ecuador, Cuba y Méjico. En realidad, la tournée de los futbolistas chilenos duró siete meses, en los que disputaron 42 partidos, con 25 victorias, 4 empates y 13 derrotas.
Al frente del Colo Colo, su máxima figura y capitán, David Arellano Moraga, un interior izquierdo de gran calidad técnica y capacidad goleadora. De hecho, en el Sudamericano de 1926, fue el máximo realizador del torneo y los seis tantos que marcó resultaron decisivos para que Chile se proclamase subcampeón. La expectación generada por su presencia en Valladolid no se vio defraudada, porque abrió el marcador en el primero de aquellos dos encuentros, celebrado el 1 de mayo de 1927 y saldado con la contundente victoria de los sudamericanos por 2-6.
Al día siguiente, viendo la superioridad mostrada por su equipo, David Arellano no pensaba jugar porque tenía molestias en un tobillo a consecuencia de un golpe sufrido en el primer partido, pero sus compañeros le convencieron para que se vistiera de corto y liderase, como era habitual, al Colo Colo que él mismo había fundado.
Sin embargo, la Real Unión Deportiva, dolida por la humillante derrota en el choque anterior, afrontó éste con una actitud muy diferente, más agresiva y ambiciosa. De hecho, los jugadores locales cobraron ventaja con goles de Perico San Miguel y 'Pipi' Pombo, e hicieron trabajar de lo lindo a los chilenos para concluir con un equilibrado 3-3.
En la crónica de El Norte de Castilla se vertían encendidos elogios al juego del conjunto local y, solo de pasada, se hacía una breve mención al hecho de que Arellano tuvo que retirarse del campo lesionado a consecuencia de un choque fortuito con un rival. No se conocía en el momento de redactar la noticia, la tragedia que se estaba gestando en una habitación del hotel Inglaterra, cuartel general del equipo chileno en nuestra ciudad.
Arellano padecía una hernia umbilical y para disputar los partidos usaba un protector que aquel 2 de mayo no llevó al campo porque no iba a jugar. El capitán chileno no podía imaginar que tratándose de un partido amistoso, el riesgo pudiera ser tan alto, pero en un lance del juego, el delantero del Colo Colo y el jugador vallisoletano David Hornia paradójicamente el más bajito del conjunto local-, saltaron para disputar un balón, con tan mala fortuna que éste cayó de rodillas sobre el abdomen de su adversario, provocándole un dolor tan intenso que hubo de abandonar el campo en brazos de sus compañeros.
En vista de que las molestias no remitían, decidió trasladase al hotel y meterse en la cama con la esperanza de que pasara la crisis, pero no fue así y la preocupación de la delegación chilena era tal que los directivos decidieron llamar a un médico para que pusiera remedio. El doctor Morales, se trasladó desde el Hospital Provincial al hotel y tras reconocer al paciente, comunicó al presidente del Colo Colo se terrible diagnóstico: Sufre una peritonitis traumática que no tiene solución. Su muerte es cuestión de horas.
Al jugador, no obstante, le dijeron que iba a ser operado y que le anestesiarían para que no tuvieses dolores, pero Arellano, que era maestro de enseñanza primaria, sabía de la gravedad de su estado. Sus compañeros, entre los que estaban sus dos hermanos, Francisco y Alberto, le estuvieron acompañando y trataron de animarle, hasta que las seis y media de la tarde del día 3, veinticuatro horas después de haber sufrido el percance, dejaba de existir.
La noticia de la muerte del capitán chileno, recogida en primera plana por El Norte de Castilla en su número del día 4 de mayo, conmocionó a la ciudad entera. Tras la autopsia realizada en el Instituto Anatómico Forense, en la que se comprobó que tenía el intestino desgarrado, se celebró el sepelio con asistencia del arzobispo Gandásegui y autoridades civiles, militares, académicas y deportivas, además de los jugadores del Colo Colo y la Real Unión Deportiva, y una conmovida muchedumbre de más de 6.000 personas que, como era costumbre en la época, despidieron el duelo en la iglesia de San Pedro Apóstol.
Ya en el cementerio, jugadores de ambos equipos llevaron a hombros el féretro hasta la tumba en que fue enterrado, trago doloroso tras el cual uno de los compañeros del fallecido, Bravo, pronunció unas palabras de agradecimiento, recogidas en la reseña del periódico: «Ahora nuestro capitán queda aquí, en un suelo acogedor y hermano, aunque muy lejos de donde nació. Allá, en aquella tierra nuestra, se encuentra una madre atribulada, anciana venerable que despidió a tres hijos y solo podrá abrazar a dos al regreso, porque el otro queda aquí para siempre».
Esta última frase de su desgarrador discurso no se cumplió, porque Arellano era ya un patrimonio tanto de su club como de su país, y el 2 de agosto de 1929, el cadáver fue exhumado y trasladado hasta Vigo, donde en barco viajó al puerto de Valparaíso y después hasta la capital, Santiago, donde reposa en el panteón de ilustres del Colo Colo.
Pero tras la conmoción que supuso la muerte del capitán del conjunto chileno, se produjeron dos reacciones contradictorias que sí conviene recordar. El día 4 de mayo de 1927, tras el entierro, los dos hermanos de Arellano y uno de los directivos decidieron regresar a su país, cosa muy lógica, pero el resto del equipo resolvió continuar la gira y cumplir los compromisos contraídos, jugando 9 partidos más contra el Valencia, Selección Valenciana, Castellón, Puerto de Sagunto, Madrid, Murcia, Elche, Barcelona y Mallorca, algo que fue duramente criticado por los medios informativos chilenos.
La reacción de los vallisoletanos, en cambio, mereció unánimes elogios, ya que se organizó una suscripción popular y un partido entre la Selección Vallisoletana y la Selección Madrileña, a beneficio de la madre del infortunado David Arellano, viuda de avanzada edad y en situación económica muy precaria.
Así era David Arellano
David Arellano Moraga había nacido en Santiago de Chile el 29 de junio de 1902 en el seno de una familia de deportistas, que apoyó su pasión por el fútbol, siempre compaginada con los estudios de Magisterio.
Debutó en primera división, en las filas del Magallanes, con 17 años, y con 22 llegó a la selección. Ya era un ídolo en su país cuando unas discrepancias con los dirigentes de su club le hicieron abandonar el mismo y fundar en 1925 el que acabaría siendo el equipo más glorioso, popular y laureado de Chile, que lamó Colo Colo, en memoria de un famoso cacique araucano cuya imagen fue incorporada al escudo del club, años después de la muerte de Arellano.
Su calidad futbolística y capacidad de liderazgo, fue determinante para que un equipo inexperto se convirtiera en campeón de su país y para que la selección chilena se proclamase subcampeona en el Sudamericano de 1926, donde además popularizó la chilena, espectacular remate que aún hoy causa admiración.
También influyó él en celebrar la gira con el propósito de recaudar fondos que garantizasen la subsistencia de un club del que, tras su muerte, iba a convertirse en un icono, una referencia que ha perdurado en el tiempo. El estadio del Colo Colo lleva el nombre de David Arellano y actualmente, con motivo del 90 aniversario de su muerte, se ha lanzado una camiseta igual a la que el equipo lució en aquella desdichada fecha del 2 de mayo de 1927 en el campo anejo a la plaza de toros vallisoletana.
En 1984, cuando el Colo Colo fue invitado a participar en el Torneo 'Ciudad de Valladolid', los directivos chilenos quisieron perpetuar la memoria de su fundador y capitán, con una placa que fue colocada en la zona mixta del Nuevo Estadio José Zorrilla. El Real Valladolid y el club albo siempre han mantenido una buena relación y varios históricos jugadores han militado en ambos equipos: 'Pato' Yáñez, Oscar Wirth, Leonel Álvarez y Justo Villar, actual guardameta del conjunto colocolista.
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