La última gran historia de fútbol sala en Segovia

Fue en Valdepeñas, un sábado. El vestuario, que venía de cuatro meses en los que habían sufrido de todo, desde ver a compañeros durmiendo en colchones hasta bajas forzadas porque la situación de impagos se convirtió en insostenible, todavía se agarraba a una idea: ganando se mantendrían en Primera y quizá se podría soñar con que las cosas hubieran sido de otra manera. «Quizá el club hubiera desaparecido igual, pero a mí se me ha quedado esa espinita clavada», recuerda el entonces entrenador Diego Gacimartín. Antes del partido, en lugar del habitual vídeo táctico, quiso poner uno motivador para tocar el corazón de su vestuario. En él los familiares, el principal apoyo en los momentos más duros, les animaban para buscar aquella quimera. No pudo ser y el partido ha quedado en la historia como el último encuentro grande de un proyecto de fútbol sala en Segovia. «Un grupo de valientes conseguimos aguantar hasta el final con muchísimo esfuerzo. Es que si no hubiéramos sido una familia...», se reafirma Gacimartín en el ejercicio de echar la vista atrás.

«La afición de Valdepeñas se portó con los jugadores de Naturpellet Segovia espectacular», recuerda Mordi, portero de aquel equipo; «nuestra despedida de la cancha nunca se me olvidará. Los jugadores de Valdepeñas haciéndonos un pasillo, con toda la afición coreando el nombre de cada jugador y el nombre del club, y ese recuerdo siempre quedará en la mente».

Sobre las cenizas del exitoso e histórico Caja Segovia nacía este club, en un intento de dar continuidad al fútbol sala en una ciudad que durante muchos años había latido al ritmo de los toques de balón en el Pedro Delgado. «Yo lo tenía hecho con Melilla, porque me habían dicho que no contaban en principio conmigo, que buscaban a alguien más joven. A última hora me sonó el teléfono y yo preferí quedarme en casa, con mejores condiciones. Recuerdo que un directivo tuvo que ir a última hora a inscribirme porque si no, no iba a poder jugar», cuenta Mordi de los inicios.

En la historia anterior y en esta reedición, la afición fue una pieza muy importante. Los componentes de la peña 'Bendita Lokura' recuerdan que, en un principio, eran algo reacios porque lo ocurrido con Caja Segovia les había dejado muy tocados. «De haber visto en muchos partidos 3.000 espectadores, a venir y contarnos cien o ciento cincuenta», recuerda Luis Antonio Rubio, uno de sus componentes más longevos. «Los inicios fueron duros, había que asentarse. Luego ya, con ese trabajo, fue todo más fácil y hasta querían venir jugadores de otros lugares», puntualiza Mordi.

«Hay dos tramos dentro de esa historia de Segovia Futsal», analiza Diego Gacimartín. «Ese primer año de desaparición de Caja Segovia en el que, evidentemente, el golpe económico es importante en el club y no se puede hacer un proyecto con miras a estar muy arriba. No había un objetivo a largo plazo, sino de ir creciendo poco a poco». Luego la historia crece y cambia gracias a la entrada de un patrocinador como Naturpellet, «que se implicó mucho con el proyecto y con las peñas», confirma Ricardo Beltrán, otro de los miembros fundadores de Bendita Lokura.

Ese crecimiento económico ayudó a cimentar un proyecto deportivo que iba a alcanzar la gloria ascendiendo a Primera División a principios de otro mes de abril, del que han pasado ya cuatro años. Aquel partido en Rivas es otro de los grandes recuerdos de fútbol sala en Segovia, quizá el último. Se había tenido en la mano más veces, pero en aquella ocasión todo fue diferente.

Cuando se indaga sobre los recuerdos del día del ascenso, todas las fuentes se van al partido anterior, a la visita de Narón al Pedro Delgado. Si se ganaba y el resultado de Antequera era favorable, el ascenso podía confirmarse en ese mismo momento. Jorge Cárdaba, portero hoy se Segosala y ex de Segovia Futsal, no estaba todavía en la plantilla, sino en la grada. «Según iban cayendo los goles aquí, te olvidabas completamente de este partido, cogías al móvil y solo pensabas en el partido de Antequera. Todo el mundo lo mismo. Mirabas a un lado, uno con el móvil; mirabas a otro lado, otro con el móvil; mirabas enfrente, a la otra punta de la grada, y allí estaban con el móvil también». Ese día en concreto, Gacimartín fue consciente de lo que mueve el fútbol sala, de lo que había alrededor en Segovia. Edgar Arranz, muy joven entonces y ya dentro de la Peña Bendita Lokura, recuerda «el pabellón hasta arriba, llevaba sin vivirse eso así en el Perico desde el Caja cuando te venía un Inter, un Barça o un ElPozo».

«Rivas era un pabellón pequeño, pero lo inundamos los segovianos», recuerda con orgullo Luis Antonio. «Lo que disfrutamos allí, cómo nos animó el público», comenta Mordi, «porque ese partido fue muy complicado. De hecho, lo ganamos gracias a un gol de doble penalti de Borja Blanco a Mario Almagro, un portero grande y fuerte. Fue increíble, luego el festejo del ascenso», empieza Luis de nuevo, enseguida interrumpido por Ricardo, «el festejo del Ayuntamiento, en la Plaza...». Y una sonrisa llena los labios de ambos, pero también de Edgar y Roberto Moreno, que entre dientes afirma «es que era un ascenso, es que volvíamos». Las sonrisas de los peñistas se congelan ante la siguiente pregunta: ¿Volveremos?

Es la gran pregunta que queda en el aire, junto con todas las circunstancias que se saben, pero sobre todo las que todavía no, respecto a la gestión que llevó al club a la desaparición. Para Cárdaba, que sigue parando sobre la cancha del Pedro Delgado, es complicado. «Ya hay muchos pasos solo para llegar a Segunda, de Segunda a Primera, que son pasos gigantes. Y sobre todo por ver más a la gente de Segovia volcada, que al final con todo lo que ha pasado, sí que es verdad que se ha perdido un poco el gusto por el fútbol sala. Cuesta más confiar en algún proyecto». Abriendo los brazos, Luis Antonio Rubio parece responder al portero: «Si antes éramos 40 o 45 en la peña, pues a lo mejor venimos 12, 14. Puede ser, pero todo es empezar». Volver a empezar tras una historia que surgió de las cenizas del éxito, que se convirtió en un polvo que aún está en el aire, pero del que nadie se arrepiente «porque al final, lo hicimos bien», dice Diego. «Ahora mismo me lo ponen encima de la mesa y, a ojos cerrados, lo volvería a escoger», cierra Mordi.

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