Laura Llorente se viste para los últimos bailes del Unami
Una retirada interrumpida ·
La pichichi vuelve «por amor a la familia azul» a los 40 «aunque el proyecto no es seductor», con el club en descenso y sin recambio generacionalSecciones
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Una retirada interrumpida ·
La pichichi vuelve «por amor a la familia azul» a los 40 «aunque el proyecto no es seductor», con el club en descenso y sin recambio generacionalSi el Unami salva la categoría esta temporada en Segunda Femenina será por su pasado, no por su futuro. Las 'Azules', aquella generación que en 2016 se quedó a un gol de ascender a Primera, vive sus últimos bailes en una pista menos glamurosa, la del descenso. Laura Llorente, que se ha sumado a la coreografía con 40 años –la edad con la que se retiró tras la mejor temporada de su carrera– explica el declive a fuego lento: «Es un equipo que no tiene relevo generacional. Es una pena, pero es así. Es que las jugadoras de 2016 tenemos siete años más». Con todo en contra, venderán cara su piel.
Laura nunca se fue del todo, pues siguió entrenando con sus amigos. «Le he ido cogiendo el gustillo. Se me ha ido pasando ese cansancio mental y me encanta el fútbol sala. Me lo han pedido, sé que estamos muy cortitas y al final hay mucho vínculo personal. Casi no me he podido resistir». Tras subir el ritmo de los entrenamientos, vio que su nivel no desmerecía en nada al del colectivo. Así que aceptó, siempre con cautela. «Tengo una rodilla viejita y operada, es la que manda».
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El hastío que explicó su retirada el año pasado tras ser la máxima goleadora del grupo se ha curado con el tiempo. «Estar en la grada te da otra perspectiva. Hace meses no tenía intención ninguna, subía a entrenar cuando quería, pero me veía bien y me lo empezaban a decir, un día una y otro día otra». Así se gestó su regreso, entrenamiento a entrenamiento. Las navidades y las cenas de equipo pusieron el resto. «Echas de menos esas cosas, la convivencia, la vida. Cuando estás fuera, no es lo mismo. Incluso en el campo, luchar por una compañera, no hay otra cosa que me dé esa adrenalina».
Como es un ejemplo de compromiso, ella no quería volver «de cualquier manera», así que trató el tema con la psicóloga del club. «No quiero cabrearme con el fútbol sala, ahora quiero a disfrutar. Vengo a echaros una mano hasta donde llegue, no es la misma Laura del año pasado, que se echaba todo el peso encima». En resumen, vuelve una pieza más, no la salvadora de la patria. El entrenador, Enrique Molina, refrendó ese mensaje: una persona no hace un equipo. El paso del tiempo también le ha hecho sentirse más valorada. «Las chicas siempre me lo han dicho, pero a lo mejor era más un tema de creérmelo yo».
El calendario, con un parón tras el primer partido de la segunda vuelta, marcó el momento . «Podía haber esperado hasta Semana Santa, pero ahí ya puedes tener todo el pescado vendido. Yo veía que la necesidad tenía una fecha tope». Tuvo que adaptar los horarios para que no supusiera un estrés. Por eso cuando afrontó el regreso dejó claras sus necesidades: su rodilla, que quizás alguna semana tendrá que bajar el ritmo. «Eso me ha ayudado porque otras veces lo he gestionado mal. Es verdad que tenemos muchísima presión y estamos trabajando para rebajarla porque te suele hacer errar más que acertar».
A ello se une el reto de adaptar los horarios para entrenar, una tarea más tediosa para una plantilla con una edad media muy alta. «Las chavalas están haciendo un esfuerzo… con turnos, trabajando los fines de semana. Hacer un deporte de nivel sin ser profesional con un trabajo, unos estudios o las dos cosas es muy difícil». El club ha hecho llamamientos en las últimas temporadas para que fueran jugadoras nuevas a probar, pero el éxito ha sido escaso.
El ascenso de Segosala y su mejor rendimiento en las dos temporadas que han compartido en la categoría plantea una pregunta: ¿hay jugadoras suficientes para dos equipos en Segovia? «Creo que no. Y se podría hacer un equipo competente, creo que hay chicas incluso para ascender. No puedes tener dos equipos en la misma categoría, es dificilísimo. Y Segosala está haciendo una temporada maravilla. Pase lo que pase, la continuidad de Unami va a estar muy difícil, no puede sacar más».
Así las cosas, el riesgo de que el proyecto de fútbol sala del Unami muera con la generación de las Azules es muy real. «No seré yo quien lo diga, pero es fácil que sí. Es que las Azules estamos ya muy limitadas, tocando los últimos días». Ella argumenta su regreso por lealtad, porque quiere estar cuando Rocío reaparezca tras su grave lesión de rodilla. «Vuelvo por amor a la familia azul, pero el proyecto no es seductor. A nivel deportivo, yo se lo decía: ¡vaya regalito, eh!».
Por eso ella relativiza el trauma de un posible descenso. «A veces hay una fecha de caducidad. Se ha intentado por activa y por pasiva y a lo mejor el momento es este. Si pasa es porque tiene que pasar. Vamos a luchar hasta el final, que nadie tenga ninguna duda. Pero la psicóloga nos dice que no se acaba el mundo, que no podemos estar sufriendo por esto». Lo dice alguien que ha sufrido mucho por el deporte. «Y todo tiene un límite».
El Unami es tercero por la cola, pero tiene a los siguientes cuatro equipos a un margen de seis puntos. La experiencia da a Laura cierto optimismo. «Yo creo que va a haber movimiento y aún quedan muchos partidos. Los puntos que hay que ganar son los enfrentamientos directos. No están tan lejos, enganchas dos partidos y ya estamos liados. Pero hay que engancharlos». A su favor, el instinto de supervivencia de un grupo que lo ha vivido todo y que no va a dejar la pista libre, aunque sean sus últimos bailes.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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