Un crecimiento imparable

Ya con Jorge Vilda en el banquillo, el punto de inflexión se produjo en el Mundial de 2019, celebrado en Francia. «Es verdad que han cambiado mucho las cosas desde ese Mundial, al que llegamos mejor que nunca y del que sacamos la sensación de que ya podíamos mirar a la cara a cualquier selección. Ganamos nuestro primer partido en una Copa del Mundo y se lo pusimos muy difícil a Estados Unidos, que luego fue campeón. Un penalti nos sacó de estar en cuartos de final», recordó el seleccionador español sobre la comparativa con el Mundial de Francia de 2019.

Vilda ha hecho piña con las jugadoras y no se le discute pese al poco vuelo que le ha dado a alguna, como a la delantera vasca Amaiur Sarriegi, inédita hasta el tramo final del choque de cuartos ante las anfitrionas. Al presidente de la Federación, Luis Rubiales, se le llena la boca afirmando que la selección femenina disfruta de «uno de los mejores entrenadores del mundo» y esa confianza la materializó con la renovación de Vilda justo antes de la Eurocopa por dos años más, hasta 2024.

Clave para el crecimiento exponencial del fútbol femenino español reside en la mejoría de la Primera División, gracias en buena parte al patrocinio de Iberdrola, y en la evolución lenta, pero imparable, de las condiciones de trabajo. En esta línea, antes del Europeo la Federación presentó un acuerdo para los próximos cinco años, un ciclo que incluye dos torneos continentales y dos Mundiales, además de los Juegos Olímpicos de París'24 en caso de clasificación, por el que iguala el porcentaje de primas en función de patrocinios y premios que reciben las selecciones masculina y femenina.

Esto no implica que mujeres y hombres vayan a cobrar las mismas cantidades, ya que éstas seguirán sujetas al montante global de ingresos de cada conjunto, pero sí supone un paso importante que sitúa a España en un escalón en el que ya estaban antes las grandes potencias del fútbol femenino mundial, como Noruega, Finlandia, Países Bajos, Inglaterra, Irlanda, Nueva Zelanda, Australia y Estados Unidos. Precisamente, el combinado femenino estadounidense es el único que además de esta equiparación de condiciones reparte de forma igualitaria el montante total de ingresos por patrocinios, premios, derechos televisivos y venta de entradas que suman la selección masculina y femenina en los Mundiales, algo inédito en el deporte.