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La vida a través de una cama elástica

Saltó antes de aprender a caminar, estuvo a punto de ir a unos Juegos Olímpicos y ahora entrena y puntúa a los gimnastas de trampolín

Ruth Rodero

Burgos

Jueves, 14 de noviembre 2019, 07:49

Loreto Ginés fue aprendiz de saltimbanqui antes de echar a andar. De casta le viene al galgo, que dicen a esta orilla del Pisuerga, pues su padre, José Ginés, fue olímpico en Múnich 1972 en gimnasia artística y su madre, Loreto Montero, también pasó buena parte de su vida como gimnasta.

Loreto Ginés dio sus primeros saltos como un paso natural, de su cuna a la cama elástica, de su casa al gimnasio, su hábitat natural. Por eso a nadie le extrañó que siguiera los pasos de sus progenitores, Loreto apenas tenía escapatoria, debía ser gimnasta. Primero de artística y luego de trampolín, o todo un poco entremezclado, como si no se pudiera separar en esta familia que tiene sangre con un ADN especial.

En 1986 pasó a formar parte del equipo nacional de gimnasia artística y a punto estuvo de disputar los Juegos Olímpicos de Seúl, pero no pudo ser. Una nueva lesión la llevó a abandonar la artística pero no la gimnasia y, como su padre, viró hacia el trampolín.

Ahí demostró ser también una gimnasta de categoría, conquistando numerosos títulos nacionales e internacionales. Con una clasificación para un Europeo conseguida llegó una nueva lesión importante y, con ella, la retirada. «Me caí de cabeza en un salto y me tuvieron que operar de las cervicales».

Fue entonces cuando comenzó su nueva vida: «Puse punto final a mi vida como deportista y me saqué el curso de juez de trampolín en 1999. Estuve bastantes años sin reciclarme y hace unos ocho años volví a dedicarme a ello».

Loreto nunca ha estado apartada de la gimnasia, es entrenadora, jueza, madre y tía de gimnasta, además de exgimnasta e hija de gimnastas. Por eso para ella esta nueva evolución fue solo un paso más. Un movimiento natural pero raro. «Se hace un poco diferente y difícil puntuar lo que hace un gimnasta. Al haber estado al otro lado sabes lo que cuesta y conoces la rabia que se siente cuando fallas en un ejercicio que llevabas más que preparado», explica.

Una especialidad, además, que no permite fallos, pues errar en un elemento impide al gimnasta continuar con su ejercicio.

Estar detrás de la mesa, en el panel de jueces, le obliga a mantener los sentidos despiertos. Ver cada movimiento del gimnasta a la velocidad que los realiza para poder ser contabilizados no es una tarea sencilla. «Da tiempo a verlo. Parece que no, pero sí. Muchas veces en la salida ya sabes si va a caer fuera, si va a ir bien o mal», asegura. Pero Loreto tiene un aliado de su parte, su gran experiencia como gimnasta: «Es mucho más fácil para mí, que conozco el deporte. La gente que viene desde fuera tiene que aprenderse todo, desde los términos hasta lo que es cada movimiento. Nosotros ya llegamos con bastante camino recorrido y nos es más sencillo».

Como todo, estar como juez tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. «Yo prefiero ejercer de entrenadora, me gusta más estar con los chicos en la competición», asegura sin dudar, aunque tiene claro que su función también es la de valorar a otros, algo imprescindible para el club.

Debutó en un Campeonato de España en Albacete y guarda numerosas anécdotas, a veces hasta los gimnastas más pequeños quieren hacerlo todo tan rápido que no les da tiempo a los jueces a estar preparados para verlos saltar. Son los pequeños los más divertidos, pero asegura que es también son más complicados de puntuar que los de élite. Sin embargo, no se quedaría con unos u otros.

Loreto nació siendo gimnasta, sigue siéndolo en realidad, sentada, eso sí, al lado de los que alguna vez puntuaron sus ejercicios.

«Con la nueva normativa, por suerte, no puedo puntuar a mi hija»

Ser madre de gimnasta no es sencillo. Ni siquiera lo es ser tía. Los nervios que se pasan en la competición no son comparables a nada cuando ellas salen a pista. Imagínense ser también su entrenadora. Duro, ¿verdad? Pues hasta hace nada Loreto era todo eso y, en ocasiones, su jueza. Con el nuevo código y su nueva normativa ya no podrá puntuar ni a Loreto, ni a Sara, ni a Erica ni a Diana. «Yo lo agradezco un montón. Si ya te pones nervioso con los chavales de tu club cuando son todavía más allegados a ti...», cuenta.

Por eso cree que en ocasiones, para evitar que nadie pudiese acusarla a ella, o a las propias gimnastas, de beneficiarlas ha llegado a hacer justamente lo contrario: «Muchas veces me ha pasado que con ellas he sido mucho más estricta que con otros gimnasta para evitar suspicacias». Sin embargo, tampoco es tan sencillo de manipular una nota, porque la más alta y la más baja queda eliminada del panel, lo que ayuda a que nadie pueda inflar una nota de manera intencionada.

A pesar de ello, Loreto respira más tranquila desde esta temporada, nunca más tendrá que puntuar a su familia.

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