![«Si yo no tuviera respuesta de los árbitros de balonmano no estaría donde estoy»](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202002/20/media/cortadas/BASE5-kFYE-U1001989322693BI-624x385@El%20Norte.jpg)
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Hay gente que rezuma por sus cuatro extremidades el deporte que vive y que disfruta. Después de casi 30 años vinculada al arbitraje, con un paso previo por la pista como jugadora de balonmano, Susana Reoyo es una de esas personas. Desde que un buen ... día vio un anuncio en el periódico y decidió acercarse al Polideportivo Canterac para hacer el curso no ha abandonado esta pasión, hoy, en calidad de directora de la Escuela de Árbitros de Castilla y León y como delegada de Asobal, labores a las que suma su vinculación con el proyecto 'Mujer y Arbitraje' de la Federación Española de Balonmano. Por todo ello, este pasado fin de semana estuvo presente en cuatro partidos, que disfrutó, como siempre hace desde que en sus inicios cogía un autobús o un tren desde el sitio de España en el que estuviera trabajando esa semana para poder arbitrar. «Estuve en Almería, en Málaga, en Barcelona... y me venía todos los fines de semana a arbitrar. Por aquel entonces aún no estaba en categoría nacional, pero mereció la pena», recuerda.
A pesar de la distancia con su ciudad, «entrenaba donde fuese» y se veía sus partidos a fin de mejorar, sacrificando muchas veces tiempo de otras cosas, aunque de buena gana, porque así lo quería hacer. Ahora, cuando forma a árbitros jóvenes, su receta del éxito no es otra que «trabajo, trabajo, trabajo», porque sin él, «desde el sofá, no llegarán los ascensos». A los árbitros de Segunda, los de mayor rango regional, les obliga a hacer un trabajo mensual para perfeccionar su actividad. Saben, porque ella es el ejemplo, que si quieren estar ahí tienen que aceptarlo y esforzarse. «Sigo trabajando por esa gente que se esfuerza; si yo no tuviera respuesta de los árbitros, no estaría donde estoy», reconoce.
Reoyo sigue sacrificándose con una actividad que le reconforta, porque mucha gente le pide que vaya a verle arbitrar sus partidos o le pide consejo para crecer. Lo hace por cargo y por convicción, viendo, además, que la figura del árbitro ha cambiado radicalmente. «Nos respetan muchísimo más y nos toman como una parte más del deporte, no como alguien que va a fastidiarles el juego. Además, las exigencias son mayores con las pruebas físicas, con los tests, con los árbitros se trabaja más... Yo recuerdo hacer una mesa en la élite y a los árbitros de fuera pidiendo su caja de cervezas en el vestuario», ejemplifica riendo. En esa línea de trabajo, Susana Reoyo fue una adelantada a su tiempo: en su día pedía a los clubes que le grabaran los partidos para luego poder evolucionar. En la actualidad, ya no hace falta llevarles el cedé, el sobre y el sello para que se lo envíen; en categorías nacionales hay la obligatoriedad de grabarlos y subirlos a una plataforma, algo que la directora de la Escuela de Árbitros de Castilla y León considera un claro avance: «Las nuevas tecnologías han hecho evolucionar el arbitraje muchísimo».
Cuando Susana Reoyo recibió la llamada para formar parte del proyecto 'Arbitraje y mujer' fue «una satisfacción enorme», porque ella se consideraba «una más dentro del arbitraje español». Una vez superado el trance, ha visto «que las chicas quieren trabajar y formar parte de este deporte», en el que, cuando ella comenzó, era casi un rara avis. «Cuando pasé a nacional la gente se sorprendía al verme. La primera vez que arbitré me preguntaron si iba a hacer de mesa y se sorprendieron cuando les dije que no», rememora, antes de lamentar «que las chicas lo dejen», puesto que su índice de abandonos después de empezar a pitar es alto. «Con este proyecto intentamos que todas sus dudas y miedos nos las cuenten y que tengan en cuenta que nosotras las apoyamos y que estamos para ayudarles», incide convencida.
Como parte de este proyecto, el año pasado hubo un encuentro en Valencia en el que hubo 70 chicas, tanto de rango nacional como regional, que compartieron vivencias y ponencias y que, como no podía ser de otra manera, acabaron contentísimas con una experiencia que desde la Federación Española de Balonmano y desde la coordinación del proyecto esperan repetir en este 2020.
No obstante, esos abandonos no son solo femeninos, los hay en general cuando alguien ve que la realidad no es la que esperaba, circunstancia típica del arbitraje en todos los deportes. A su modo de ver, Valladolid «está trabajando muy bien», puesto que «es una de las provincias donde más árbitros hay», y en cada curso no es extraño ver a medio centenar de árbitros jóvenes... o que no lo son tanto, puesto que igual que hay chavales que empiezan con máxima ilusión, también hay padres de familia que disfrutan de este deporte como lo hace la propia Reoyo, que ve como una gran experiencia de vida el ser árbitro. No en vano, en categorías altas uno viaja y conoce otros tipos de balonmano y a colegiados de otros lugares, aunque en el ámbito más cercano e inmediato también se hace piña. «Son cosas que gustan, porque no esto no es solo ir a pitar partidos; hay un componente humano muy bonito que acompaña al balonmano», destaca, algo que ella lleva percibiendo casi 30 años y que nota en esos chicos a los que va a ver cada fin de semana.
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