A Andrea Román todavía se le nota en el tono de voz la amargura de cómo le fue el fin de semana pasado su última carrera en Bilbao. Sorprende de primeras, dado que rezuma alegría; menos cuando se piensa en la importancia que da al atletismo. Es normal; es su vida, aunque ella misma sabe que a veces pasa, no siempre es fácil de digerir el haberse preparado a conciencia y que luego el cuerpo falle. Le pasó a ella en esa media maratón en la que se deshidrató y tiró «de orgullo» para acabar. Porque, ¿qué sería de uno si en cuanto algo se tuerce le negamos al proceso su final?
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Andrea Román milita en el Club Atletaria Isaac Viciosa, donde no solo corre, sino que además entrena. Sus alumnos pueden presumir de tener como entrenadora a la que sin duda es la reina de las carreras populares en Valladolid: amante de su ciudad, participa siempre en todas aquellas que el calendario permite, siempre con garantías, y a menudo vence. Y todo desde que hace cinco o seis años cambió «el chip». Empezó a pensar «en marcas y otros objetivos» y poco a poco fue prosperando. Aunque aún quedan varios meses por delante, la mirada la tiene puesta ya en el 2020, en febrero, en los Campeonatos de España. Mientras, sigue dedicando «un montón de horas a la semana» a su preparación y a la de sus chicos. Esa suma, de tiempo e implicación, es la de alguien apasionado por algo a lo que no se puede dedicar de modo profesional al 100%. «Quita mucho tiempo, a veces no descanso del todo bien o no me concentro tanto como me gustaría en los entrenamientos o en estudiar, pero hay que ganarse la vida, de esto no se puede vivir. No me considero profesional ni élite, y con las pocas ayudas que hay, lo que me queda es disfrutar al máximo del nivel que pueda llegar a dar», dice.
Aunque en ocasiones no es nada sencillo disfrutar, porque la cabeza piensa en ganar o mejorar, aunque sin reparar en el proceso. «Muchos se quedan por el camino porque se plantean si merece la pena, porque no ven que el progreso tenga mayor recompensa. Renuncias a tener más vida social, eso lleva en ocasiones a perder a gente que no entiende por qué has elegido este ritmo de vida... Pero este es el camino que hemos elegido. Por ejemplo, yo en Bilbao no pude disfrutar, aunque pienso en sobreponerme y que vaya mejor la próxima vez», alega Andrea, que cuando prepara pruebas como esa media maratón suma a lo largo de la semana muchos kilómetros en series y tirada larga, «hasta 25 en un día». Quién se lo iba a decir cuando empezó hace trece años, cuando en un campamento de verano destacó y le recomendaron hacer atletismo.
Solo durante los Juegos Olímpicos el público se acuerda de su deporte. Aunque la base aumenta, tal y como se puede leer arriba a la derecha, no hay «incentivos suficientes» salvo para los que están ya «muy arriba»; «hace falta invertir muchísimo más en el deporte», opina Román, quien no cree que el hecho de ser mujer le penalice en este sentido: el trato de deporte minoritario minoriza a una disciplina importante en los Juegos y que en el pasado ha dado muchas medallas en estos a España. Por eso «sobresalir es difícil» para quien no se encuentra tan arriba pero emplea muchas horas en su preparación, de igual modo que los anteriores. «Las lesiones y tener que compatibilizar con una jornada laboral provoca que muchos se queden por el camino en lugar de seguir siendo lo que podrían: unos grandísimos deportistas», que, en opinión de Andrea Román no solo existiría en atletismo, sino también en otras especialidades, que tienen la misma problemática: parecen solo existir cuando el ciclo olímpico está tocando a su fin y, como mucho, en los meses posteriores si durante esa cita los resultados han sido buenos.
A pesar de todas estas vicisitudes, que afectan también a deportistas populares como Andrea Román, ella prefiere pensar en reponerse de su última decepción y en disfrutar otra vez, exactamente como lo hace cada vez que puede correr en las calles de su ciudad, donde si reina es porque aprovecha el proceso, no porque se fije siempre como objetivo hacerlo. Y mientras piensa en enero, en que las oposiciones pueden permitir que tenga una estabilidad, aunque si se da la circunstancia quizás tenga que reducir horas de entrenamientos. Y es que el deporte también es –sobre todo– eso: ser resiliente y continuar. Disfrutar el proceso, pase lo que pase.
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Hay un mal que asola al deporte femenino, al cual no es ajeno el atletismo: cuando las deportistas se convierten en adolescentes los abandonos son continuos. Para Andrea Román, la razón puede ser que las chicas no otean un techo alto, una meta clara, y por eso en competiciones federadas son pocas al llegar bien el Bachillerato o la universidad. «En algunas carreras se ve; somos muy pocas. Las circunstancias de la vida son así, hacen que a veces tengas que elegir entre seguir con ello o centrarte en los estudios o en trabajar», decisión que para la atleta es dura, aunque parezca ser incluso mayoritaria.
Este abandono se produce en los chicos, aunque sea en menor medida. Contrasta, no obstante, con el crecimiento de la base en los últimos años –no iba a ser todo tan negativo–: «En secundaria se tienen que especializar y tienen que estudiar más tiempo, por eso lo van dejando, pero hay una gran cantidad de niños que opta antes de esa edad por el atletismo», pese a que requiere «tantas horas». De hecho, Román, que ejerce como técnico en su club –el Atletaria Isaac Viciosa–, ve una especie de «pirámide invertida», en la que la base numerosa la compone la escuela y poco a poco conforme los pequeños deportistas crecen va decreciendo el número. «Así es muy difícil sacar adelante una buena generación», lamenta, eso sí, valorando que compartiendo colores con ella sí que hay varios atletas destacando, capaces, por lo menos por ahora, de conseguir buenos resultados en diferentes campeonatos nacionales. Pero la vida, como su disciplina, es una carrera de fondo, en la que es más importante llegar que pensar solo en ganar.
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