Borrar
Marta Rodríguez durante uno de los partido de balonmano que arbitra. Rodrigo Jiménez
Probaturas hacia un sueño

Probaturas hacia un sueño

Marta Rodríguez, árbitra de balonmano de Segunda Nacional, se animó a probar gracias a la captación que hicieron en su instituto

Ruth Rodero

Burgos

Miércoles, 18 de diciembre 2019, 20:34

Hay quien desde pequeño tiene un sueño que anhela cumplir. Otros, en cambio, van descubriendo según caminan por la vida cuáles son aquellas cosas con las que ni siquiera se imaginaron soñar pero sueñan. A veces es necesario que alguien nos muestre un poquito de aquello que no conocemos para que pronto queramos formar parte de ello. Algo así es lo que le ocurrió a Marta Rodríguez con el arbitraje y el balonmano. Un mundo desconocido para ella hasta que llegaron a su clase los encargados de realizar la captación para el nuevo curso de árbitros de balonmano.

De eso han pasado ya seis temporadas y lo recuerda como algo lejano. De aquella charla llegó un compromiso, el de ella y otras siete amigas que se decidieron que por qué no probar. Como una actividad más, una manera de poder hacer deporte. Tras el curso de formación llegó la hora de enfrentarse a su primer partido. «Fue horroroso», recuerda con una sonrisa. «Estaba Laín Montes de observador y tuvo que calmar a ambos entrenadores, no fueron muy colaboradores, la verdad. Entre los padres, los niños, que era un campo muy pequeño, estaba perdidísima y en ese momento solo me acordaba de cómo se pitaban los goles, el resto se te olvida todo», asegura.

Esa experiencia con benjamines no le hizo sin embargo echarse atrás. Durante esa primera temporada fue poco a poco haciéndose con el pulso de los encuentros, pasó de pitar a los benjamines para hacerlo también con otros equipos más mayores (hasta infantil que es la máxima categoría que ese primer año podía arbitrar) y comenzó a probarse en torneos. «Me llevaron al torneo de Ágreda porque había puesto muchas ganas durante la temporada y había ido evolucionando. La verdad es que allí aprendí un montón», recuerda. Tampoco se perdió las reuniones de los lunes, fundamentales para mejorar y seguir aprendiendo: «Además allí hice amigos, vimos muchos vídeos, hice muchos test. Nos lo pasábamos bien y me fui enganchando».

Porque ser árbitro no es solo llegar al fin de semana a los campos y pitar, lleva todo un trabajo invisible detrás. «Si consigues vídeo, que en Segunda División sí que los equipos tienen vídeo, tienes trabajo.Ves el vídeo y lo comentas con tu pareja arbitral y con tu tutor, también haces test, están las reuniones de los lunes, si hay un partido en la tele también lo veo y siempre que puedo voy a ver al Aula Alimentos de Valladolid o al Recoletas Atlético Valladolid en Huerta del Rey. También veo a mis compañeros arbitrar cuando puedo», porque cuando conectas con esa parte de ti que no sabías que soñaba ser árbitro ya no hay manera de dejar de serlo.

Marta tampoco deja de serlo cuando actúa como espectadora, pero ya no solo cuando el partido es de balonmano, también cuando el protagonista es otro deporte: «No he vuelto a ver un partido sin la perspectiva del arbitraje. Ni de balonmano ni de otro deporte, ahora en lo primero que me fijo siempre es en el árbitro».

Desde el segundo año de arbitraje la evolución de Marta se aceleró: «Desde ese momento tuve una pareja de arbitraje más o menos estable, Isabel Campo, eso hace que vayas evolucionando con otra persona al lado. Pité con otros muchos compañeros, pero sobre todo con ella y desde entonces hemos ido ascendiendo juntas. Para mí es más sencillo de esta forma, porque ella sabe cuáles son mis puntos más débiles y me apoya en ellos o me puede corregir porque me ve todas las jornadas».

En estas seis temporadas ha habido tiempo para muchas cosas, pero Marta se ríe al recordar alguno de los momentos en los que le hubiese gustado tener la capa de invisibilidad de Harry Potter a mano para que nadie pudiese fijarse en ella: «Creo que la gente no se fija tanto en el árbitro, pero cuando te caes tienes la sensación de que te está mirando todo el mundo. Recuerdo una vez que un niño desde la grada le preguntó a su madre en un volumen muy alto: 'Pero mamá, que se ha caído el árbitro, ¿los árbitros pueden caerse?' y en ese momento me estaba muriendo de la vergüenza y pidiendo que solo me hubiese visto ese niño».

Por suerte los momentos divertidos han sido muchos más que los que desagradables. Marta Rodríguez asume que cuando un equipo ha recibido un par de decisiones en contra -no necesariamente de manera errónea- puedan existir reticencias hacia la figura arbitral, sin embargo, en su experiencia por los diferentes campos no se ha encontrado con ninguna situación desagradable: «En mis seis años no he pasado por ninguna situación desagradable por ser árbitro y ser mujer».

En la temporada 2014-2015 ella tenía un sueño que aún no conocía. Ahora, junto a su pareja arbitral, tutoriza a un grupo de árbitros que siguen sus pasos. Marta no le pide mucho más al arbitraje, tan solo que no se convierta en un «trabajo pesado» y que siempre le «guste hacerlo».

Ya lo decía Shakespeare: «Nosotros estamos hechos de la misma materia que los sueños», aunque los vayamos descubriendo con el paso de los años. Aunque a veces nos dé miedo pronunciarlos en voz alta, como a Marta, que con cautela asegura que le «gustaría ascender». ¿Por qué no soñar con ello?

Arbitrar a los 'peques' con maneras de 'profe'

Aunque su categoría preferida es la Segunda Nacional y siente predilección también por la juvenil masculina porque «los partidos son muy dinámicos de pitar», asegura que arbitrar en Juegos Escolares también le gusta. «El conocimiento que tienen los jugadores es diferente, pero a mí se me hace muy divertido pitar a los más pequeños. En los escolares les tienes que explicar y ayudar. No puedes solo pitar, les tienes que explicar las gesto-formas que estás haciendo para que ellos lo entiendan. A veces se lían con quién tiene que sacar o desde dónde y a mí me gusta más acompañarlo con palabras para que ellos vayan comprendiendo también cómo es nuestra función y nuestros gestos cuando pitamos» explica Marta. Con los entrenadores tampoco tiene problema, siempre les saluda antes de empezar para tener una relación «cordial». «Siempre intento hablar con ellos antes de sancionar, me gusta que haya una buena relación», asegura, a pesar de que en su primer partido no se lo pusieron fácil desde la banda. Algo parecido le pasa con los jugadores 'pesados': «Si me hablan con respeto no tengo inconveniente en comentar con ellos alguna jugada. Si me gritan no me gusta, pero no tengo problema en hablar con ellos».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Premios Goya

La quiniela de los premios Goya 2025

Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Probaturas hacia un sueño