De las pistas de Río Esgueva a ser 'top 10' de España en el EIR
Ana Sanz, atleta del Club Atletismo Valladolid ·
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Ana Sanz, atleta del Club Atletismo Valladolid ·
La deportista vallisoletana destacó sobre 11.981 aspirantes en la reciente prueba nacional de enfermero residenteNuria Galindo
Jueves, 5 de marzo 2020, 07:43
Existen malabaristas que tienen tanta destreza en sus manos que son capaces de dominar todo aquello que se le eche encima. Incluso invitan al espectador a que le arroje al aire una nueva pelota, dificultando así su reto, pero ni por esas se le cae ... ninguna al suelo. El malabarista tiene una habilidad prodigiosa que asombra a todo aquello que le observa. La vida tiene rasgos parecidos a este arte; desde el momento en el que están las pelotas en el aire, el malabarista tiene que dar lo mejor sí mismo, pues cada pelota que le tiran es un nueva nueva cota que tiene que superar.
El pasado 25 de enero, Ana San Novo se vistió de malabarista y dejó con la boca abierta a todos aquellos que la conocen. La atleta del Club Atletismo Valladolid se convirtió en el número diez de la prueba nacional de enfermero interno residente –también denominada EIR– de este 2020, a la que se presentaron nada menos que 11.981 aspirantes en toda España. Esta prueba permite trabajar de enfermera especialista tanto en el sector público como en el privado. «Para mí es un sueño, aún no me lo creo», confesaba la vallisoletana tras ver la nota que la convertía en la mejor optante de Castilla y León. El éxito cosechado de la atleta de 22 años tiene doble valor, ya que, tuvo que compaginar sus estudios con los entrenamientos y competiciones con su club.
Y es que Ana comenzó a practicar atletismo a los doce años. Las pistas del Centro Deportivo Río Esgueva se encuentran a poca distancia de su casa, por lo que no dudó en probarlo. Comenzó a degustar todo tipo de pruebas: salto de vallas, de longitud... Hasta que se dio cuenta que lo que más la entusiasmaba eran las carreras de velocidad (100 metros lisos y 60 metros lisos en pista cubierta). Pruebas al margen, el atletismo le ha aportado unos valores para enfrentarse a la vida, le ha permitido aprender a organizarse y le ha ayudado a madurar. «No solo es el esfuerzo que tienes que hacer en cada prueba, sino los valores que te da. Al ser un deporte individual eres tu contra tu cabeza, cuando te viene un pensamiento malo tienes que intentar evitarlo, es una constante lucha contra ti mismo», recalca la deportista.
Cuando cumplió los 18 años, Ana tuvo que enfrentarse a otra aventura: iniciar la carrera de Enfermería en la Universidad de Valladolid. Y pese a que en un principio no lo tuvo del todo claro, para ella la carrera fue un auténtico descubrimiento: «Empezamos a dar Farmacología, alteraciones en la salud y cuidados de enfermería. Me di cuenta de que me gustaba mucho. Además, cuando comenzamos a hacer prácticas supe que era mi verdadera vocación».
La constancia de Ana traspasa los límites, dado que, cuando acababa las clases se iba directa a entrenar, un hábito que le ha ayudado a descubrir una forma de organizarse y luchar por lo que verdaderamente quiere. Aunque las competiciones coincidían con sus exámenes, no fueron un obstáculo suficiente en su camino. «Tenía un tiempo limitado para preparar los exámenes, pero me organizaba para poder ir a las competiciones de Salamanca o Burgos. A veces me llevaba los apuntes, es un poco sacrificado, pero merece la pena», incide.
Pero el conocimiento de Ana no se queda ahí. Con solamente tres añitos comenzó a tocar el piano. La pasión por la música le viene de familia, puesto que su abuelo había sido profesor de piano y. en la familia de su madre, todo el mundo ha aprendido a tocar algún instrumento. Por ello, a sus padres siempre les hizo ilusión que también fuera música, aunque, eso sí, sin la presión de ir a un conservatorio. «Pensaron que lo mejor era tocarlo por libre con una profesora particular, y que si me gustaba pudiera hacer un examen oficial. Sí que conseguí algún reconocimiento, pero toco más por afición. Es algo que llevamos en la sangre», explica. Como el malabarista que otorga naturalidad a la enésima bola que se suma al esfuerzo del atletismo y de los estudios.
Y es que no cabe duda de que Ana Sanz es experta en exprimir cada segundo y manejarse con el arte que a otros se le resiste. Así, durante su estancia en la carrera tuvo tiempo de sacarse el título denominado First Certificate in English, un examen de nivel de inglés asociado a la Universidad de Cambridge, y en su mente tiene presentarse al Advanced, el segundo título de mayor grado en cuanto al dominio del inglés. A todo esto, y por su fuera poco, se le une su pasión por el dibujo. «Mi padre es arquitecto. Me ha contagiado esa rama creativa, aunque para eso no me queda tiempo», añade entre risas.
Una vez cerrada la etapa universitaria y lograr obtener una de las mejores notas en el EIR, ahora Ana debe plantearse qué le deparará el futuro. Y, visto lo visto, no hay ningún reto que se la resista. Tiene que elegir hospital y le gustaría irse «a otra comunidad autónoma». Ahora que le toca dar un paso más en su vida, confirma que el atletismo seguirá presente allá donde vaya. No pasa por su mente dejar el deporte que tanto le ha aportado a su día a día. No pasa por su mente dejar de ser la malabarista que hace bailar en el aire el inglés y el piano, atletismo y enfermería.
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